Ver así a Ryan quiebra su corazón.Virginia le está quitando a su hijo. Y también quiere apartar a Ryan de su hija.¿Por qué hace esto? Entiende que es la madre de Naia pero Ryan es su padre y no debe hacerle este gran daño. Ryan está sufriendo en silencio, lo sabe, lo nota. Se acerca a él mientras le brinda una pequeña sonrisa.—Eso no pasará…—Clara besa su mejilla—, ten por seguro que no te quitará a tu niña. Es tu hija, Ryan. Y para Naia tú también eres su mundo. Sí, Virginia es la madre pero no tiene porqué hacer eso. Debe pensar en su pequeña…—Esto era lo que quería evitar —Ryan se lleva los dedos hacia el puente de su frente—, me casé con Virginia para darle a Naia el hogar que se merece. No soportaba la idea de ver a Naia triste porque tiene a sus padres separados y aunque nunca he sentido nada por Virginia, era la madre de mi hija y tuve que resignarme a eso. Me casé con ella para que Naia viera a sus padres juntos, me esforzé en llevarme bien con Virginia pero ella deseaba
Las palabras de Ryan empequeñecen su corazón de tal manera que lo único que hace es sonreír entre lágrimas.Mueve la cabeza para asentir.—Quiero a mi hijo…—solloza Clara. —Lo tendrás, cielo. Lo juro —Ryan luego besa su frente. No quiere soltarla nunca, no quiere verla lejos de él jamás en la vida. Quiere permanecer a su lado, cuidarla, protegerla, sacrificar todo lo demás sólo por ella y permanecer en este lugar para siempre. La única manera de asegurarse que Clara estaría bien sería en sus brazos y cerca de él—, estarás bien, lo prometo. Tu pequeño está bien, es lo que importa.—Señor, hemos llegado a la séptima avenida —informa el chófer. Clara se da cuenta que están justo enfrente de la mansión de Martin, y por lo tanto, tienen que volver a separarse porque siguen viviendo vidas separadas. Eso lo sabe muy bien y está bastante consciente lo que ahora seguirá: la pelea por su hijo. Se limpia las lágrimas secas con suavidad mientras Ryan es el primero que se baja de la camioneta.
Está algo decaída cuando llega a la sala de la mansión por la conversación de Martín. Se habían vuelto amigos después de que él le había confesado que estaba enamorado de ella.“—Martin —había comenzado Clara cuando oyó su confesión hace muchos años atrás—, Dios Mío.—Es que no podía aguantar más, Clara —Martin le tomó de las manos. Y una Clara petrificada lo veía sin creerlo—, nunca te he pedido algo a cambio porque todo lo que hecho lo he hecho porque necesitas ayuda, pero nunca comprendí porque los Salvatore te trataban tan mal, y hasta Grace te odiaba. Me di cuenta la clase de mujer que eres y no he conocido a una mujer tan valiente como tú —los ojos de Martin eran sinceros—, y te quiero…Clara se tapó los labios cerrando los ojos. —¿Por qué dices esto…? —todavía sentía ese dolor en su pecho debido al recuerdo de Ryan—. No puedes decirme esto ahora, Martin…porque yo…—Sigues amando a Ryan —Martin terminó la frase por ella. Y se mojó los labios mientras asentía—, y nunca dejarás d
Sarah siente que su alma deja su cuerpo cuando ve a su sobrina correr lejos. Dentro de poco también la persigue por detrás.Julieta también lo hace.—¡Clara, detente! —Sarah baja la escaleras para seguirle el trote—, es la casa presidencial, esa mujer debe estar allá.—No me interesa, tía. Es mi hijo quien está allá —Clara se voltea para hablar con ansiedad—, tengo que ir con Liam, tía. Ese niño debe estar conmigo, que soy su madre, debe estar a mi lado y he pasado día y noche tratando de saber donde buscarlo. Y ahora que tengo la oportunidad no la dejaré pasar —y luego besa a Sarah en la mejilla—, busca a Martín y dile dónde estoy, debió haber salido o debió irse con Ryan. Pero dile.—Sobrina —balbucea Sarah pero ya es lo bastante tarde para detenerla, porque Julieta la persigue por detrás—, niña, por favor, te lo ruego, que no cometa una locura —le pide a Julieta.—Ah, señora —responde Julieta tragando saliva por el cansancio de perseguir a Clara—, cuando a Clara se le mete algo a l
Verla ahí se siente tan…horrible… Mira a Ronalda con decepción, con dolor…con enojo… —¿Cómo pudiste…? —comienza Clara abrazando con fuerza Liam—. ¿Cómo pudiste traicionarme de esta forma…? Ronalda tiene sus ojos hinchados, como si hubiera llorado por años. Y cuando la oye lo único que se escucha de Ronalda es un sollozo. Un doloroso sollozo. —Estás aquí, Clara —comienza Ronalda después de unos segundos. El llanto de Naia no deja de escucharse—, por Dios. —Tienes mucho qué explicarme pero ahora no quiero oír nada de lo que digas —Clara trata de mantenerse firme pero no puede hacerlo. Ese dolor de haber sido traicionada la consume ahora—, Ronalda —la llama como si no comprendiera—, ¿Por qué nos hiciste esto a mí y a Liam? Tú fuiste quien me ayudó a traerlo al mundo, sostuviste a mi hijo recién nacido en tus manos y lo has querido como si fuese tu nieto porque me has querido a mi como si yo fuese tu hija —la severidad en las palabras de Clara hacen que Ronalda comienza a llorar—, y v
¿Cómo una vida deja de existir por completo? De repente, así de golpe. Mientras las piernas flaquean, el cuerpo no responde a la mente y ya no hay vuelta atrás en este precipicio, en ese abismo donde cayó por la conmoción.Las palabras hacen eco una y otra vez y lo más probable, según ella, es que esté muerta, porque la única manera de creer lo que había escuchado era estando muerta y encontrándose a su hija en el más allá porque Dios debía darle aunque sea aquella oportunidad de tener a su niña en sus brazos.Y no es capaz de salir del trance donde Ronalda la empujó sin medir las consecuencias. Por un efímero instante, el mundo ya no es el mismo. Esas palabras…esas palabras…—¡Clara!Entonces la voz de Ronalda la trae devuelta a la tierra, divagando en ese tormento que la ha perseguido todos estos años para que…¿Ronalda dijera esto?—No…Comienza a pronunciar, retrocediendo, observando a Ronalda como si fuese un fantasma a punto de atacarla.—No —vuelve a repetir—, no…—Clara —Ro
Ha quedado completamente muda, todavía la conmoción la supera y siente que una sola cosa la hará volver a la realidad.Clara coloca sus ojos en Julieta, todavía pérdidos. No deja de llorar, ni de balbucear, ni siquiera puede dejar de sentir todo eso que batalla dentro de su mente. Decepción, ilusión. Y una vez vuelve a mirar a Julieta, suelta otro sollozo.—Necesito…que cuides a Liam sólo un momento —retrocede, con la vista desorientada e incapaz de volver a la realidad donde estaba cuerda—, yo no puedo quedarme aquí…Julieta tampoco es capaz de negarselo y oculta sus labios con sus dedos al mirar a Clara de ésta forma, conmocionada.—Yo necesito —vuelve a sentir ahogada—, yo necesito verla.Julieta se acerca para darle un abrazo. Un abrazo que quiebra por completo a Clara.—Necesitas ver a tu hija —Julieta murmura, y una lágrima cae en su mejilla—, Clara, Dios…te manda esta oportunidad —y cuando vuelven a verse, Julieta sonríe con felicidad—, de ver a tu hija…Clara pestañea, todavía
Cegada por la rabia los tacones de Clara resuenan por el pasillo mientras saca las flores del jarrón y sigue la voz que continúa llamando a la niña. El rastro de lágrimas sigue en sus mejillas pero ahora no siente sino ese ardor en las manos debido a todo el tiempo que ha pasado lejos de su hija. Es que sólo pensarlo las arcadas son por la rabia y está lo bastante cegada por el enojo que no medirá sus actos. —¡Virginia! Clara sostiene con fuerza el jarrón sobre su mano. Enrojecida y vuelta loca se acerca con paso rápido hacia la sala donde sabe que la encontrará. Cuando su presencia aparece en la sala, tal cual un depredador listo para abalanzarse sobre su presa, sus ojos inyectados de sangre observan a la única mujer en el salón, quien deja su cartera en la silla y la mira al principio con sorpresa. —¿Qué haces en mi casa…? Y antes de que Virginia termine su frase lo único que recibe como respuesta es el fuerte golpe que Clara le propicia con el jarrón. Su rostro se gira debido