LUCCA ANDREOTTI
La luz que traspasaba por las cortinas me obligó a levantarme, aunque no lo hice con muchas ganas y cuando abrí por completo los ojos, caí en cuenta que me encontraba solo, pero al recordar la noche anterior una sonrisa apareció en mi rostro y la imagen de esa chica de ojos verdes volvió a dejarme fascinado.
Hace apenas dos días había llegado a Londres y no podía perderme la fiesta del año, eso no era propio de alguien como yo, pero nunca imagine conocer a una chica como la de anoche y eso que yo siempre me adelantaba a todo.
Desde el preciso instante en que la vi, quedé embelesado; su cabello rubio sujeto de tal forma que su cuello quedaba completamente a la vista, ese vestido tan corto que se amoldaba perfectamente a su esbelta figura y esos labios que pedían a gritos que la besara.
Todo en esa chica había llamado mi atención y no era el único, porque desde el momento en el que atravesó la puerta, muchos hombres se acercaron a ella tratando de conquistarla, aunque ninguno podía compararse conmigo; después de todo, era el heredero de una gran empresa con negocios por todo el mundo, contaba con una fortuna exorbitante y además no existía mujer que pudiera resistirse a mí.
Busqué mi celular por la habitación y cuando finalmente lo encontré, noté que ya era muy tarde, dejé mi celular a un lado y me dirigí al baño, me di una ducha rápida y tomé un traje del armario, terminé de arreglarme y me dispuse a buscar las llaves del auto, las cuales debían estar en alguna parte de la habitación, en medio de todo el caos.
Pasé al menos diez minutos buscando las malditas llaves y cuando al fin las encontré, prácticamente salí disparado de la habitación ya que, si no me iba pronto, llegaría tarde a una reunión muy importante.
No podía creer que mi padre me hubiera obligado a hacer esto; venir a Londres y reunirme con las personas que más odiábamos en el mundo; pero no había podido negarme, no después del último problema en el que me vi envuelto y del que tuvo que sacarme.
Mi padre estaba cansado de mi comportamiento, estaba harto de que me metiera en problemas y no importaban mis títulos ni los contratos que había logrado concretar para nuestras empresas; él quería que fuera más responsable y me centrara más en el trabajo y menos en la diversión, así que se podría decir que enviarme a Londres era su forma de probarme y la misión que me había encomendado debía ser exitosa o muy probablemente mis problemas con él, se incrementarían.
Mi familia era exigente, pero debían serlo y eso estaba más que claro, después de todo, yo era el único heredero de la familia Andreotti y todo el peso iba a recaer en mis hombros tarde o temprano; justo esa era la razón por la cual me gustaba disfrutar la vida, porque cuando fuera mi turno de tomar el control, tendría que olvidarme de todo lo demás.
Durante toda mi niñez y adolescencia, mi padre me enseño cual era mi lugar en el mundo, me enseño los valores de nuestra familia y nuestra historia; como mi tatarabuelo había construido nuestro imperio casi desde la nada y como cada generación se había encargado de hacer crecer nuestro imperio para que al día de hoy sea lo que es.
Mi padre me educó para la excelencia y es justo lo que siempre había obtenido; una educación de prestigio en la cual siempre había sobresalido, después una carrera en la mejor universidad de Italia en arquitectura y urbanismo, además de un título en administración de empresas; era considerado un joven prodigio, pero nada de eso era suficiente y nunca lo sería.
Ser un heredero podía parecer lo mejor del mundo y no podía negar que solía serlo; tenía lo que quería sin necesidad de pedirlo, no había cosa que no pudiera comprar o persona a la cual no pudiera poner de rodillas, pero también era realmente agotador.
Los herederos no éramos dueños de nuestras vidas porque el camino ya había sido trazado desde antes de nuestro nacimiento, lo teníamos todo, pero vivíamos en jaulas de oro de las que no podíamos salir a menos que estuviéramos dispuestos a renunciar a todo y en mi caso, al ser el único heredero, las cosas eran aún más complicadas.
Eran justo las diez de la mañana cuando estacioné mi auto frente al edificio principal de la empresa Pemberton y después de presentarme en la recepción, me guiaron hasta el último piso del edificio, donde la secretaria del señor Pemberton me recibió y se acercó a la oficina principal para anunciar mi presencia.
Unos segundos más tarde la secretaria regresó y me indicó que podía pasar a la oficina, así que hice uso de toda mi compostura y me adentré hacia el terreno de mis peores enemigos a los cuales debía engañar para conseguir lo que mi familia deseaba.
Entré a la oficina con paso firme e impositivo demostrando quien era yo, pero todo se fue al diablo cuando la vi y ella también pareció notarlo, porque al instante que nuestras miradas se cruzaron, su cuerpo se tensó y me miró perpleja.
La misma chica con la que me había acostado la noche anterior se encontraba frente a mí y en ese mismo instante me reproché el no haberme interesado más en saber acerca de la mimada y caprichosa hija del magnate Arthur Pemberton.
Nos dirigimos a los sillones que se encontraban a un lado de la oficina y me concentré en la rubia que no apartaba sus ojos de mí; no pude evitar pensar en todo lo que había ocurrido la noche anterior y aunque sin duda lo había disfrutado, el saber que había sentido y hecho todo eso con la que debía ser mi peor enemiga, me provoca náuseas, además que acrecentaba mi dolor de cabeza.
Estreché nuevamente la mano del señor Pemberton y le agradecí cortésmente el haberme recibido, no me esperaba que la reunión fuera tan corta, pero sinceramente lo agradecía, mi cabeza me estaba matando, me sentía deshidratado a causa del alcohol que había bebido la noche anterior y moría de ganas por buscar algo de comer.
Seguí a la hija del señor Pemberton fuera de la oficina y cuando estuvimos lo suficientemente apartados, se giró hacía mi con una mirada seria.
Minutos después ya nos encontrábamos fuera del edificio, caminamos durante un poco más hasta que llegamos a un restaurante que seguramente ella solía frecuentar porque a pesar de estar concurrido, nos dejaron entrar al instante y nos dieron una mesa.
Pedimos un par de cafés y unos cuantos pastelillos, me hubiera gustado comer algo más, pero aun mi estómago seguía sufriendo los estragos del alcohol así que era preferible no excederse.
Ninguno de los dos decía nada y el silencio era realmente incómodo, pero ¿Qué podía decir? Las cosas se habían dado de esa manera y no podía retroceder el tiempo e intentar evitarlo, ya no podíamos cambiar lo que sucedió, así que lo único que quedaba era seguir adelante.
Por mi parte, tenía una misión que cumplir y para ello tenía sí o sí que hablar con ella, tenía que averiguar qué era lo que planeaba la familia Pemberton y no tenía tiempo que perder en cosas como esta.
Había dado justo en el blanco y había conseguido encontrar su debilidad; pero, aunque realmente quería regresar a mi hotel y descansar, aun teníamos una conversación pendiente, así que dejé dinero sobre la mesa y salí del restaurante para intentar alcanzarla, ella caminaba rápido, pero apresuré mi paso y la tomé por el brazo obligándola a detenerse.
Acerqué mi boca a su cuello y lo mordí con suavidad provocando que ella se retorciera, ascendí dejando mordidas y besos hasta el lóbulo de su oreja y lo jalé lentamente; para este punto, ella ya no forcejeaba y la discusión se había terminado.
Solté sus manos y sujeté su cintura atrayéndola más hacia mí, mis labios buscaron los suyos y sin perder el tiempo, nos fundimos en un beso tan salvaje como los de la noche anterior; sus manos tiraban de mi cabello con fuerza mientras las mías recorrían su cintura deseando tenerla aún más cerca.
Era mi peor enemiga, era la persona a la que había venido a destruir; me enseñaron a odiar a su familia, a odiarla a ella, pero la deseaba de una manera en que nunca antes había deseado a otra mujer y ese deseo podría ser mi ruina o la suya.
ALEXANDRA PEMBERTON ¡¿Qué estaba haciendo?!¡Esto no podía estar pasando!No podía besarlo, no a él; pero, aunque mi cerebro me gritaba que me detuviera, mi cuerpo simplemente no parecía reaccionar y por más que sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, no podía apartar mis labios de los de él.Mi corazón latía acelerado como si fuera a salirse de mi pecho y no tenía control sobre mis acciones; había cometido un grave error y solo eso me hacía pensar que había perdido la razón; éramos enemigos naturales, lo único que debía existir entre nosotros era odio y desprecio, nada más que eso.Nos apartamos cuando la necesidad de respirar se hizo presente y fue como si la cordura regresara a mí, porque inmediatamente me hice a un lado alejándome lo m&aa
LUCCA ANDREOTTINo tenía idea de porque había hecho eso, pero prefería mantener mi distancia y reconsiderar lo que sabía, así que simplemente la dejé marchar y una vez que se alejó, me apoyé sobre el muro respirando con pesadez.¿Por qué la había besado?Esa pregunta hacía eco en mi cabeza y no le hallaba una respuesta; simplemente lo hice, no existía una razón y eso era sumamente frustrante; estaba cansado de sus insultos, estaba harto de su actitud orgullosa y altanera, así que quise callarla de alguna forma y eso fue lo que hice, aunque ahora lo veía como un grave error.No debí besarla, no debí si quiera acercarme; no podía mantener ese tipo de contacto con ella, no era factible ni correcto y no podía volver a repetirse; pero el detalle era que no entendía ni siquiera porque h
ALEXANDRA PEMBERTON Debía de estar loca para aceptar un plan como este; pero pensándolo bien, tal vez podría utilizar su idea a mi favor y así engañarlo para conseguir justo lo que quería; entre nosotros dos, obviamente yo era más lista y si él quería enfrentarme, le demostraría que tan buena era jugando su juego.Bueno Lucca, ¿Cuáles son tus pasatiempos? – pregunté bebiendo un poco de mi tercer coctel de fresa que específicamente había pedido sin alcoholDisfruto de pasar tiempo al aire libre, aunque también me apasionan las carreras de coches y por supuesto las catas de vino – respondió sonriéndome - ¿Y a ti? – cuestionóMe gustan algunos deportes, como el tenis y el golf, aunque también disfruto mucho de los eventos socialesAsí que
LUCCA ANDREOTTIAlexandra se alejó desapareciendo en el interior del edificio, pero me quedé mirándola mientras se iba y una señal de alerta apareció en mi mente.“La deseaba”Regresé al auto con un nudo en el estómago y sin poder creer lo que había cruzado por mi mente; no podía desearla, no podía ceder ante algo tan estúpido, no podía dejar que un impulso lo arruinara todo.Nada había salido según lo planeado; desde el momento en que la vi llegar, todo se fue al diablo y eso no era lo peor, sino el hecho de que tenía que admitir que había disfrutado de su compañía; durante al menos unas horas todo había parecido más sencillo y hablar con ella incluso había resultado agradable, pero era un error y un error mucho más grande era desearla, porque ese deseo era sum
ALEXANDRA PEMBERTON Durante todo el camino a casa, no pude dejar de sonreír y no logré sacar a Lucca de mi mente, sin ninguna duda había disfrutado de este día y me había divertido como hace mucho no lo hacía, lo cual era sorprendente y aterrador, porque toda la alegría que sentía en parte había sido gracias a quien debería ser mi peor enemigo.¿Lucca tendría razón? ¿No teníamos por qué odiarnos? ¿Podíamos solo ser nosotros?Nunca antes había considerado esa opción o tal vez nunca creí que la tenía; cualquier persona en cuanto oía mi apellido, se comportaba diferente conmigo, nadie me trataba solo como Alexandra, para todos yo era una Pemberton y eso era lo que en verdad les importaba; el único que siempre me había visto como era en verdad, era Noah, aunque p
LUCCA ANDREOTTI Había descansado muy bien lo cual era algo nuevo para mí y extrañamente, me había levantado con muy buen humor y eso se debía nada más y nada menos que a Alexandra, la que, de acuerdo a mi familia, debía ser mi peor enemiga.Si mi padre me viera en este momento, muy seguramente explotaría por lo que estaba haciendo, pero justo ahora eso no me importaba, la realidad era que me gustaba pasar tiempo con Alexa y quería continuar conociéndola.En un primer momento pensé que solo sentía interés gracias a su belleza, porque sin duda, Alexandra era una mujer hermosa, pero después de nuestro paseo, tenía que admitir que ella me intrigaba más allá de todo; Alexa era luz, ella era como esas armonías que puedes escuchar una y otra vez sin cansarte, la energía que desprendía era especial e
ALEXANDRA PEMBERTON Me encontraba con Noah probándonos nuestros trajes para la gala ya que su madre prácticamente nos había arrastrado a ambos sin darnos tiempo para defendernos o escapar, pero agradecía que lo hubiera hecho ya que se me había olvidado por completo que hoy teníamos cita con la modista y si no fuera por Isabella Bogani, no hubiera asistido.En un par de días sería la gala anual que organizaba mi familia junto a los Bogani, pero al contrario de otros años, en esta ocasión me encontraba mucho más nerviosa; había seguido el consejo de Noah y le había pedido a la organizadora que se encargara de añadir a Lucca a la lista de invitados y para este momento ya debía de haber recibido su invitación, aunque no estaba muy segura si asistiría o no y eso me provocaba ansiedad por una razón que era incapaz de co
ALEXANDRA PEMBERTON Después de comer con los Bogani, Noah me llevó a casa y la verdad lo último en lo que quería pensar era en el trabajo, así que mi plan era entrar y tomar un largo baño que consiguiera relajarme y me ayudara a despejar mi mente.Llegó un presente para usted señorita – dijo una de las mucamas en cuanto me vioAsentí y me aproximé a la mesa donde se encontraba un gran arreglo floral bastante elegante; tomé la tarjeta que se encontraba en medio de las flores y me sorprendí al notar quien había enviado el regalo.“Conocerla fue espléndido, espero acepte mi invitación a cenar mañana”