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CAPÍTULO 3

ALEXANDRA PEMBERTON

¡¿Qué estaba haciendo?!

¡Esto no podía estar pasando!

No podía besarlo, no a él; pero, aunque mi cerebro me gritaba que me detuviera, mi cuerpo simplemente no parecía reaccionar y por más que sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, no podía apartar mis labios de los de él.

Mi corazón latía acelerado como si fuera a salirse de mi pecho y no tenía control sobre mis acciones; había cometido un grave error y solo eso me hacía pensar que había perdido la razón; éramos enemigos naturales, lo único que debía existir entre nosotros era odio y desprecio, nada más que eso.

Nos apartamos cuando la necesidad de respirar se hizo presente y fue como si la cordura regresara a mí, porque inmediatamente me hice a un lado alejándome lo más posible y me concentré en atenuar mi pulso y volver a respirar con normalidad.

  • ¿Por qué hiciste eso? – cuestioné regresando mi mirada hacia él
  • Solo intentaba callarte – respondió mirándome
  • Pues no vuelvas a hacerlo – impuse volviendo a mi actitud normal
  • No creas que quiero hacerlo
  • ¿En verdad? – pregunté – No se puede confiar en la palabra de un Andreotti
  • Mucho menos en la de una Pemberton – dijo con desprecio
  • Te contactaré mañana para reunirnos y hablar del acuerdo, ya tuve suficiente por hoy – anuncié y sin darle tiempo para responder, me alejé

Mi dolor de cabeza se había intensificado y podía sentir mis labios hinchados por el beso, pero por dentro solo sentía la necesidad de gritar de frustración; lo odiaba, en verdad lo odiaba más que a nadie en el mundo y no solo por quien era su familia, sino porque se había atrevido a confrontarme y se había atrevido a besarme sin mi consentimiento.

Lucca Andreotti era un ser arrogante, narcisista y ególatra que sentía demasiada admiración por sí mismo, tanta que era sofocante y por lo poco que habíamos hablado, era más que obvio que era una persona dominante que odiaba que le llevaran la contraria, pero para su mala suerte, yo también tenía esa característica.

Regresé al edificio y me fui directo al estacionamiento a por mi auto, una vez me puse en camino, comencé a recordar todo lo que Lucca me había dicho en el restaurante y nuevamente me sentí furiosa.

¿Cómo pudo atreverse a decirme esas cosas?

Nunca antes me habían enfrentado de esa manera, nunca antes alguien se había puesto firme ante mí y aunque eso me sorprendía, también me irritaba demasiado; yo siempre ganaba, siempre conseguía lo que quería, nunca había existido una excepción, por lo menos no hasta ahora.

Le había dicho a mi padre que me encargaría de todo el asunto con los Andreotti, le dije que averiguaría que se traían entre manos, pero ahora la situación se había complicado aún más y no tenía muy claro cómo debía proceder.

Pensé que sería sencillo lidiar con Lucca Andreotti, que solo tendría que esforzarme un poco y obtendría lo que quería; pero lo subestimé, creí que solo era un chico irresponsable que había nacido en una cuna de oro, un chico que nunca se había esforzado o había luchado por conseguir las cosas, pensé que solo era otro tipo rico como los que había conocido, que se preocupaban más por las mujeres y las fiestas que por las cosas verdaderamente importantes; pensé que era solo un heredero despreocupado que llevaba una vida caótica y problemática, pero al parecer, había más debajo de todo eso.

Él sabía encontrar el punto débil en los demás y parecía más suspicaz de lo que imaginé, así que mi estrategia debía cambiar, porque, aunque lo odiaba con todas mis fuerzas, la verdad era que nos parecíamos más de lo que quería admitir y si era así, mis tácticas de juego no funcionarían, pero como siempre me decía, no tenía por qué cambiar la meta, solo tomar otro camino.

Sin embargo, había un factor más que debía considerar y era lo que había sucedido entre nosotros; no debía volver a ceder a mis impulsos, bajo ninguna circunstancia me podía permitir volver a tener ese tipo de contacto con él, lo que había sucedido, no podía volver a ocurrir jamás.

Tenía que recordar quien era yo y quien era él, porque eso era lo más importante; yo era una Pemberton, mi familia era poderosa, mi familia tenía una reputación que mantener, mi apellido era asociado con belleza, elegancia, riqueza y yo representaba el legado de mi padre, yo era el futuro de nuestra familia y nada ni nadie podía empañar ese futuro.

Mientras que él, era un Andreotti; pertenecía a la familia con la que la mía había peleado por generaciones y si algo me había enseñado mi padre era que siempre debía desconfiar de esa familia, que siempre debía esperar lo peor y siempre debía estar preparada para la guerra.

Era la heredera de los Pemberton y él era el heredero de los Andreotti; éramos legados, éramos enemigos por herencia, éramos como el agua y el aceite, dos sustancias que no podían mezclarse y eso debía tenerlo presente.

Realmente necesitaba desahogarme y sabía exactamente a quien llamar, así que estacioné el auto y tomé el celular de mi bolso para buscar en mis contactos a la persona que necesitaba en este momento, Noah Bogani.

  • Hola, ¿Estás en casa? – pregunté cuando respondió la llamada
  • No, estoy en el club
  • Bien, voy para allá
  • ¿Qué sucedió?
  • Es una historia muy larga, te cuento cuando llegue
  • Te esperaré en el salón principal
  • Un beso, nos vemos – dije terminando con la llamada

Volví a ponerme en camino hacia el club y tras unos veinte minutos por fin llegué, dejé el auto con el valet y entré con dirección al salón principal para buscar a Noah, lo cual no fue muy difícil ya que lo encontré tranquilo leyendo un periódico en uno de los sofás.

  • ¡Buuh! – exclamé sujetando sus hombros, provocando que se sobresaltara
  • Casi me provocas un infarto
  • No seas tan exagerado – dije llevando las manos a mis caderas
  • A veces te comportas como una niña pequeña
  • Solo contigo – dije y él negó antes de dejar el periódico en la mesa y levantarse para envolverme en un abrazo
  • ¿Ahora me dirás que sucedió? – preguntó y puse mala cara - ¿Tan mal?
  • Peor que mal – dije con frustración
  • Vamos a caminar – propuso y me ofreció su brazo, el cual tomé mientras salíamos del salón con dirección a los jardines - ¿Qué sucedió? – volví a preguntar
  • ¿Recuerdas que anoche tenía planeado asistir a la fiesta de máscaras?
  • Claro que sí, prácticamente me tuviste más de una hora escogiendo vestidos y al final no te decidías si ir o no a la fiesta
  • Bien, pues fui – acepté – Y conocí a un chico en la fiesta
  • ¿En qué problemas te metiste ahora?
  • Bailamos y bebimos… bastante – dije recordando los sucesos de la noche anterior – Me dijo su nombre o al menos eso creo, no recuerdo mucho de eso
  • No veo el problema
  • Ten paciencia – pedí – Pues… las cosas se pusieron más intensas y terminamos acostándonos
  • ¿Uy no me digas que el sexo fue terrible? Deberías buscarte mejores amantes – dijo volviendo a interrumpirme
  • El sexo estuvo bien
  • ¿Solo bien?
  • Fue fantástico – acepté y él sonrío
  • ¿Entonces?
  • Si no me interrumpieras podría terminar mi historia
  • Bien, bien, me calló
  • Pues cuando me levanté recordé que hoy era la reunión de mi padre con el hijo de los Andreotti, así que me fui a casa para ponerme presentable y después fui a la oficina – dije suspirando – Pero cuando él llegó, me di cuenta que era el mismo chico con el que me había acostado
  • ¡Tuviste sexo con un Andreotti! – exclamó y solté su brazo para golpearlo
  • Grítalo más fuerte, tal vez no te oyeron
  • Lo siento – dijo mirándome fijamente – Pero… ¿enserio? – dijo conteniendo una sonrisa
  • Si te atreves a reírte… - lo amenacé
  • Es que en verdad de todas las personas en la ciudad tenías que ir y acostarte con un Andreotti, si tu padre se entera a él sí que le provocarás un infarto
  • No sabía que era él – me defendí
  • ¿Y cómo estuvo ese reencuentro?
  • Es un tipo despreciable – comencé a quejarme – es soberbio y tiene un ego inigualable; tiene un complejo de narcisista que no lo soporto; hablar con él fue tan frustrante y después cuando me besó…
  • Espera… ¡Te besó! – exclamó Noah
  • Lo odio
  • No lo conoces lo suficiente para odiarlo
  • Pues lo odio
  • Tu odio solo es infundado porque él es un Andreotti
  • No es solo por eso – volví a quejarme – Es que es tan arrogante y altanero, es insufrible – dije exaltada – Y lo peor es que mi padre me pidió que llegara a un acuerdo con él y que averiguara todo sobre el negocio que quiere obtener su familia, así que de todas formas tendré que hablar con él
  • Podrías seducirlo – propuso mi mejor amigo y lo fulminé con la mirada
  • ¿Te imaginas lo que sucedería si alguien se enterara que algo sucedió entre él y yo?
  • Sería un escándalo; todo el mundo sabe que sus familias se detestan
  • Exacto – afirmé – Sería un escándalo y no quiero pasar por eso; además, no pienso volver a tener ese tipo de contacto con él
  • Bueno…
  • Habla – pedí poniéndome firme
  • Dicen que del odio al amor hay solo un paso
  • Pues entre nosotros hay un océano de distancia
  • Te conozco, Alexa – dijo y desvié la mirada – No te hubieras acostado con él ayer si no te hubiera interesado
  • Eso fue ayer, cuando era un desconocido para mí, pero ahora que sé quién es, no se volverá a repetir
  • Nunca digas nunca
  • ¿Estás de mi lado o no? – pregunté molesta
  • Claro que sí, solo considero todos los escenarios posibles
  • No hay otro escenario – dije firme – Él es un Andreotti, está en mi sangre odiarlo, así como odiarme está en la de él
  • Tranquila – dijo levantando las manos en señal de rendición - ¿Qué te parece si vamos por un helado? Pareces necesitar algo dulce, tienes mala cara
  • Gracias por decirme que me veo mal – dije causando que sonriera
  • Tu siempre estas hermosa y lo sabes – dijo y esta vez fui yo la que sonrío

Continuamos caminando un poco más hasta llegar a una banca cerca de uno de los salones y me senté tranquila mientras esperaba a que Noah regresara con nuestros helados.

Noah era mi mejor amigo y el único que siempre había tenido; nuestras familias eran amigas cercanas, así que solíamos pasar las vacaciones juntos desde que éramos niños; al igual que yo, Noah siempre había estudiado en un internado en el exterior y después habíamos estudiado juntos en la misma universidad, con la diferencia de que Noah había estudiado abogacía para continuar con el legado de su familia y en un futuro hacerse cargo de los despachos judiciales que manejaba su padre.

Los despachos Bogani eran quienes representaban a las empresas de mi familia en el ámbito legal y mi padre junto al de Noah, eran muy buenos amigos desde muy jóvenes, además la madre de Noah siempre me había tratado con cariño, así que se podía decir que éramos familia.

La alianza entre nuestras familias se remontaba a la época de mi abuelo, que, gracias a su amistad con el abuelo de Noah, se habían unido para crecer mutuamente y la tradición había continuado, al igual que nuestros abuelos, nuestros padres continuaron siendo socios y Noah y yo también lo seriamos una vez que nos hiciéramos cargo de todo.

Noah era una persona muy especial para mí, era el único amigo que había tenido durante lo que llevaba de vida, por que lamentablemente el tiempo se había encargado de enseñarme que las personas a mi alrededor en su mayoría se acercaban por interés; las chicas en el internado siempre buscaban obtener algo de mí, porque yo era una Pemberton y mi familia tenía mucho poder e influencia; así que al final desistí de buscar nuevas amistades y solo quedamos Noah y yo.

Aunque nuestros padres por un largo tiempo habían deseado que nuestra amistad se convirtiera en algo más y sí que habían intentado que algo entre nosotros dos surgiera, pero al final se habían dado por vencidos y la razón era más que obvia, Noah me veía como a una hermana y yo lo veía de igual forma, no existía cabida para más.

  • Ten – dijo cuando regresó y me entró mi helado – Mango y vainilla
  • Gracias – dije sonriendo
  • ¿Y qué planeas hacer ahora?
  • Honestamente no tengo idea – admití – No sé cómo voy a lidiar con él, además, las cosas que me dijo…
  • ¿Qué fue lo que te dijo? – preguntó con seriedad
  • Que lo único que sabía hacer era reprimirme porque busca la aprobación y el amor de mi padre, además de otras cosas – dije desviando la mirada
  • Cuando lo vea lo golpearé – dijo causando que riera
  • ¿No te preocupan las consecuencias legales? – pregunté enarcando una ceja
  • Nadie puede tratarte así y seguir como si nada; además, tengo un ejército de abogados a mi disposición, dudo mucho que pueda hacerme algo
  • Bueno, no olvides que puedo defenderme sola – dije sin dejar de sonreír – Pero gracias por tu oferta, la tendré en cuenta
  • Lo digo en serio, Alexa, nadie puede tratarte así – dijo y por un momento se quedó pensativo - aunque ahora que lo pienso, de seguro tú también le dijiste un par de cosas ¿no?
  • ¿Yo? – pregunté indignada – pero si soy un ángel
  • Te quiero, pero tú y yo sabemos que de ángel no tienes ni un cabello
  • Me siento ofendida – dije y él comenzó a reír
  • Alexandra Charlotte… - comenzó y puse mala cara, él sabía lo mucho que me disgustaba que me llamara por mi nombre completo – Tienes que aceptar que no eres un angelito
  • Bien, quizá le dije un par de cosas, pero es que acabó con mi paciencia – me defendí
  • Bueno, tampoco es que tengas mucha – dijo molestándome
  • ¡Oye! – volví a quejarme
  • Solo soy honesto, sabes muy bien que no tienes paciencia, en especial cuando no te puedes salir con la tuya – dijo y me concentré en mi helado mientras lo ignoraba – Eres adorable cuando te comportas así – dijo ganándose una mirada fría de mi parte
  • No me estas agradando mucho
  • Tú me adoras – dijo comiendo un poco de su helado
  • Justo ahora un poco menos
  • Muero por ver cómo te enfrentas a él, será como ver estallar una bomba atómica
  • Cuanta emoción de tu parte
  • No puedes negarme que será interesante; será una gran batalla, Pemberton vs Andreotti
  • Estás loco – dije y continué comiendo mi helado

Me quedé con Noah en el club viéndolo jugar tenis hasta que fue la hora de la comida y decidimos ir a su casa para comer con tranquilidad; ambos nos montamos en nuestros respectivos autos y emprendimos el camino hacia su casa, el cual nos tomó casi media hora.

Cuando llegamos, Noah se marchó a su cuarto para darse un baño y colocarse ropa limpia, mientras que yo buscaba a su madre que muy seguramente se encontraba en casa; recorrí un par de habitaciones hasta que la encontré leyendo cómodamente en uno de los salones y me acerqué con cuidado.

  • Hola cariño – dijo alegremente al verme
  • Hola tía – la saludé terminando de acercarme

Isabella Bogani era una mujer hermosa y no solo físicamente, sino también en el interior; era una persona dulce y amable que disfrutaba mucho ayudando a los demás, ella era simplemente asombrosa.

Cuando mi madre murió, Isabella me apoyó y cuidó de mí hasta que mi padre me envió al internado y después, se encargó de ayudarme durante cada verano; la madre de Noah prefería pasar su tiempo cuidando de su hijo y de mí, así que solía encargarse de nosotros.

Con el tiempo se había convertido en una persona muy especial para mí y agradecía infinitamente todo el cariño que me había brindado desde niña, además de todos sus consejos y sus cuidados; para mí, Isabella Bogani era casi una madre y ella me quería como si también fuera su hija.

  • Que gusto que vinieras cariño – dijo abrazándome y sonreí - ¿Y Noah? – preguntó
  • Subió a cambiarse
  • Llegaron justo a tiempo, pediré que sirvan la comida
  • Te acompaño – dije saliendo de la habitación con ella

Nos dirigimos a otro de los salones de la casa y mientras ella hablaba con el personal de servicio para que sirvieran la comida, yo tomé asiento en uno de los sillones para esperarla.

Siempre me había gustado estar en casa de los Bogani, el ambiente era muy diferente, más enérgico, más alegre y siempre se escuchaba ruido en todas partes, mientras que en mi casa lo que primaba era el silencio.

Nos quedamos conversando hasta que nos dieron aviso que ya todo se encontraba servido, así que nos dirigimos al comedor y pocos minutos después, Noah también bajó y se sentó a mi lado en la mesa.

  • Pensé que ambos estarían en la oficina – comentó su madre mientras comíamos
  • Fui a recoger unos archivos temprano a la oficina y después fui unas horas al club – dijo Noah – tengo que revisar unos casos antes de que regrese mi padre, así que supongo que estaré en eso toda la tarde
  • ¿Y tú cariño? – preguntó su madre mirándome
  • Tuve una reunión en la mañana…
  • Con Lucca Andreotti – me interrumpió Noah y lo fulminé con la mirada
  • ¿Por qué fue la reunión?
  • Mi padre quiere que llegue a un acuerdo con él, para evitarnos más conflictos con su familia
  • ¿De verdad? – cuestionó ella con incredulidad
  • Sí, aunque suene algo absurdo
  • Para mi suena lógico – dijo Noah y tanto su madre como yo nos quedamos mirándolo sorprendidas - ¿Qué? – preguntó - ¿Por qué me miran así? Solo digo que me parece lógico dar un alto al fuego y llegar a un acuerdo de paz
  • Dudo mucho que eso sea posible – intervino su madre – Los Andreotti nunca aceptarían un acuerdo solo porque si, debe haber algo más…
  • ¡Exacto! – exclamé – Y tengo que averiguar qué es lo que quieren en verdad
  • Esa familia siempre ha dado problemas
  • Y nunca se acabarán al parecer – dijo Noah volviendo la atención a su plato
  • Bueno, veremos que sucede – dije llevándome un poco de comida a la boca

Pasamos el resto del tiempo conversando de temas más triviales y no pude evitar reír cada vez que Noah era amedrentado por su madre como si fuera un niño de cinco años; pero después de terminar de comer, decidí que era el momento de regresar a casa y comenzar a planear mi siguiente movimiento, además, Noah también tenía mucho trabajo por hacer y no quería continuar distrayéndolo.

Me despedí de Noah y de su madre quien me abrazó con fuerza y me confortó con dulzura; Noah me dijo que lo llamara si ocurría algo e iría de inmediato lo cual era un gesto muy lindo de su parte y después de despedirme, me marché rumbo a casa.

Mientras conducía, no pude evitar pensar en cómo las cosas se habían complicado tanto en el transcurso de unas horas y por un momento mi mente regresó a ese beso en el callejón, a las sensaciones que había experimentado y a como sin quererlo, había correspondido; pero, así como llegó ese pensamiento, lo aparté de inmediato.

Necesitaba aclarar mis ideas y despejar mi mente, solo así conseguiría encontrar una solución para todo lo que se avecinaba y solo con la cabeza fría lograría obtener lo que quería.

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