ALEXANDRA PEMBERTON
¡¿Qué estaba haciendo?!
¡Esto no podía estar pasando!
No podía besarlo, no a él; pero, aunque mi cerebro me gritaba que me detuviera, mi cuerpo simplemente no parecía reaccionar y por más que sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, no podía apartar mis labios de los de él.
Mi corazón latía acelerado como si fuera a salirse de mi pecho y no tenía control sobre mis acciones; había cometido un grave error y solo eso me hacía pensar que había perdido la razón; éramos enemigos naturales, lo único que debía existir entre nosotros era odio y desprecio, nada más que eso.
Nos apartamos cuando la necesidad de respirar se hizo presente y fue como si la cordura regresara a mí, porque inmediatamente me hice a un lado alejándome lo más posible y me concentré en atenuar mi pulso y volver a respirar con normalidad.
Mi dolor de cabeza se había intensificado y podía sentir mis labios hinchados por el beso, pero por dentro solo sentía la necesidad de gritar de frustración; lo odiaba, en verdad lo odiaba más que a nadie en el mundo y no solo por quien era su familia, sino porque se había atrevido a confrontarme y se había atrevido a besarme sin mi consentimiento.
Lucca Andreotti era un ser arrogante, narcisista y ególatra que sentía demasiada admiración por sí mismo, tanta que era sofocante y por lo poco que habíamos hablado, era más que obvio que era una persona dominante que odiaba que le llevaran la contraria, pero para su mala suerte, yo también tenía esa característica.
Regresé al edificio y me fui directo al estacionamiento a por mi auto, una vez me puse en camino, comencé a recordar todo lo que Lucca me había dicho en el restaurante y nuevamente me sentí furiosa.
¿Cómo pudo atreverse a decirme esas cosas?
Nunca antes me habían enfrentado de esa manera, nunca antes alguien se había puesto firme ante mí y aunque eso me sorprendía, también me irritaba demasiado; yo siempre ganaba, siempre conseguía lo que quería, nunca había existido una excepción, por lo menos no hasta ahora.
Le había dicho a mi padre que me encargaría de todo el asunto con los Andreotti, le dije que averiguaría que se traían entre manos, pero ahora la situación se había complicado aún más y no tenía muy claro cómo debía proceder.
Pensé que sería sencillo lidiar con Lucca Andreotti, que solo tendría que esforzarme un poco y obtendría lo que quería; pero lo subestimé, creí que solo era un chico irresponsable que había nacido en una cuna de oro, un chico que nunca se había esforzado o había luchado por conseguir las cosas, pensé que solo era otro tipo rico como los que había conocido, que se preocupaban más por las mujeres y las fiestas que por las cosas verdaderamente importantes; pensé que era solo un heredero despreocupado que llevaba una vida caótica y problemática, pero al parecer, había más debajo de todo eso.
Él sabía encontrar el punto débil en los demás y parecía más suspicaz de lo que imaginé, así que mi estrategia debía cambiar, porque, aunque lo odiaba con todas mis fuerzas, la verdad era que nos parecíamos más de lo que quería admitir y si era así, mis tácticas de juego no funcionarían, pero como siempre me decía, no tenía por qué cambiar la meta, solo tomar otro camino.
Sin embargo, había un factor más que debía considerar y era lo que había sucedido entre nosotros; no debía volver a ceder a mis impulsos, bajo ninguna circunstancia me podía permitir volver a tener ese tipo de contacto con él, lo que había sucedido, no podía volver a ocurrir jamás.
Tenía que recordar quien era yo y quien era él, porque eso era lo más importante; yo era una Pemberton, mi familia era poderosa, mi familia tenía una reputación que mantener, mi apellido era asociado con belleza, elegancia, riqueza y yo representaba el legado de mi padre, yo era el futuro de nuestra familia y nada ni nadie podía empañar ese futuro.
Mientras que él, era un Andreotti; pertenecía a la familia con la que la mía había peleado por generaciones y si algo me había enseñado mi padre era que siempre debía desconfiar de esa familia, que siempre debía esperar lo peor y siempre debía estar preparada para la guerra.
Era la heredera de los Pemberton y él era el heredero de los Andreotti; éramos legados, éramos enemigos por herencia, éramos como el agua y el aceite, dos sustancias que no podían mezclarse y eso debía tenerlo presente.
Realmente necesitaba desahogarme y sabía exactamente a quien llamar, así que estacioné el auto y tomé el celular de mi bolso para buscar en mis contactos a la persona que necesitaba en este momento, Noah Bogani.
Volví a ponerme en camino hacia el club y tras unos veinte minutos por fin llegué, dejé el auto con el valet y entré con dirección al salón principal para buscar a Noah, lo cual no fue muy difícil ya que lo encontré tranquilo leyendo un periódico en uno de los sofás.
Continuamos caminando un poco más hasta llegar a una banca cerca de uno de los salones y me senté tranquila mientras esperaba a que Noah regresara con nuestros helados.
Noah era mi mejor amigo y el único que siempre había tenido; nuestras familias eran amigas cercanas, así que solíamos pasar las vacaciones juntos desde que éramos niños; al igual que yo, Noah siempre había estudiado en un internado en el exterior y después habíamos estudiado juntos en la misma universidad, con la diferencia de que Noah había estudiado abogacía para continuar con el legado de su familia y en un futuro hacerse cargo de los despachos judiciales que manejaba su padre.
Los despachos Bogani eran quienes representaban a las empresas de mi familia en el ámbito legal y mi padre junto al de Noah, eran muy buenos amigos desde muy jóvenes, además la madre de Noah siempre me había tratado con cariño, así que se podía decir que éramos familia.
La alianza entre nuestras familias se remontaba a la época de mi abuelo, que, gracias a su amistad con el abuelo de Noah, se habían unido para crecer mutuamente y la tradición había continuado, al igual que nuestros abuelos, nuestros padres continuaron siendo socios y Noah y yo también lo seriamos una vez que nos hiciéramos cargo de todo.
Noah era una persona muy especial para mí, era el único amigo que había tenido durante lo que llevaba de vida, por que lamentablemente el tiempo se había encargado de enseñarme que las personas a mi alrededor en su mayoría se acercaban por interés; las chicas en el internado siempre buscaban obtener algo de mí, porque yo era una Pemberton y mi familia tenía mucho poder e influencia; así que al final desistí de buscar nuevas amistades y solo quedamos Noah y yo.
Aunque nuestros padres por un largo tiempo habían deseado que nuestra amistad se convirtiera en algo más y sí que habían intentado que algo entre nosotros dos surgiera, pero al final se habían dado por vencidos y la razón era más que obvia, Noah me veía como a una hermana y yo lo veía de igual forma, no existía cabida para más.
Me quedé con Noah en el club viéndolo jugar tenis hasta que fue la hora de la comida y decidimos ir a su casa para comer con tranquilidad; ambos nos montamos en nuestros respectivos autos y emprendimos el camino hacia su casa, el cual nos tomó casi media hora.
Cuando llegamos, Noah se marchó a su cuarto para darse un baño y colocarse ropa limpia, mientras que yo buscaba a su madre que muy seguramente se encontraba en casa; recorrí un par de habitaciones hasta que la encontré leyendo cómodamente en uno de los salones y me acerqué con cuidado.
Isabella Bogani era una mujer hermosa y no solo físicamente, sino también en el interior; era una persona dulce y amable que disfrutaba mucho ayudando a los demás, ella era simplemente asombrosa.
Cuando mi madre murió, Isabella me apoyó y cuidó de mí hasta que mi padre me envió al internado y después, se encargó de ayudarme durante cada verano; la madre de Noah prefería pasar su tiempo cuidando de su hijo y de mí, así que solía encargarse de nosotros.
Con el tiempo se había convertido en una persona muy especial para mí y agradecía infinitamente todo el cariño que me había brindado desde niña, además de todos sus consejos y sus cuidados; para mí, Isabella Bogani era casi una madre y ella me quería como si también fuera su hija.
Nos dirigimos a otro de los salones de la casa y mientras ella hablaba con el personal de servicio para que sirvieran la comida, yo tomé asiento en uno de los sillones para esperarla.
Siempre me había gustado estar en casa de los Bogani, el ambiente era muy diferente, más enérgico, más alegre y siempre se escuchaba ruido en todas partes, mientras que en mi casa lo que primaba era el silencio.
Nos quedamos conversando hasta que nos dieron aviso que ya todo se encontraba servido, así que nos dirigimos al comedor y pocos minutos después, Noah también bajó y se sentó a mi lado en la mesa.
Pasamos el resto del tiempo conversando de temas más triviales y no pude evitar reír cada vez que Noah era amedrentado por su madre como si fuera un niño de cinco años; pero después de terminar de comer, decidí que era el momento de regresar a casa y comenzar a planear mi siguiente movimiento, además, Noah también tenía mucho trabajo por hacer y no quería continuar distrayéndolo.
Me despedí de Noah y de su madre quien me abrazó con fuerza y me confortó con dulzura; Noah me dijo que lo llamara si ocurría algo e iría de inmediato lo cual era un gesto muy lindo de su parte y después de despedirme, me marché rumbo a casa.
Mientras conducía, no pude evitar pensar en cómo las cosas se habían complicado tanto en el transcurso de unas horas y por un momento mi mente regresó a ese beso en el callejón, a las sensaciones que había experimentado y a como sin quererlo, había correspondido; pero, así como llegó ese pensamiento, lo aparté de inmediato.
Necesitaba aclarar mis ideas y despejar mi mente, solo así conseguiría encontrar una solución para todo lo que se avecinaba y solo con la cabeza fría lograría obtener lo que quería.
LUCCA ANDREOTTINo tenía idea de porque había hecho eso, pero prefería mantener mi distancia y reconsiderar lo que sabía, así que simplemente la dejé marchar y una vez que se alejó, me apoyé sobre el muro respirando con pesadez.¿Por qué la había besado?Esa pregunta hacía eco en mi cabeza y no le hallaba una respuesta; simplemente lo hice, no existía una razón y eso era sumamente frustrante; estaba cansado de sus insultos, estaba harto de su actitud orgullosa y altanera, así que quise callarla de alguna forma y eso fue lo que hice, aunque ahora lo veía como un grave error.No debí besarla, no debí si quiera acercarme; no podía mantener ese tipo de contacto con ella, no era factible ni correcto y no podía volver a repetirse; pero el detalle era que no entendía ni siquiera porque h
ALEXANDRA PEMBERTON Debía de estar loca para aceptar un plan como este; pero pensándolo bien, tal vez podría utilizar su idea a mi favor y así engañarlo para conseguir justo lo que quería; entre nosotros dos, obviamente yo era más lista y si él quería enfrentarme, le demostraría que tan buena era jugando su juego.Bueno Lucca, ¿Cuáles son tus pasatiempos? – pregunté bebiendo un poco de mi tercer coctel de fresa que específicamente había pedido sin alcoholDisfruto de pasar tiempo al aire libre, aunque también me apasionan las carreras de coches y por supuesto las catas de vino – respondió sonriéndome - ¿Y a ti? – cuestionóMe gustan algunos deportes, como el tenis y el golf, aunque también disfruto mucho de los eventos socialesAsí que
LUCCA ANDREOTTIAlexandra se alejó desapareciendo en el interior del edificio, pero me quedé mirándola mientras se iba y una señal de alerta apareció en mi mente.“La deseaba”Regresé al auto con un nudo en el estómago y sin poder creer lo que había cruzado por mi mente; no podía desearla, no podía ceder ante algo tan estúpido, no podía dejar que un impulso lo arruinara todo.Nada había salido según lo planeado; desde el momento en que la vi llegar, todo se fue al diablo y eso no era lo peor, sino el hecho de que tenía que admitir que había disfrutado de su compañía; durante al menos unas horas todo había parecido más sencillo y hablar con ella incluso había resultado agradable, pero era un error y un error mucho más grande era desearla, porque ese deseo era sum
ALEXANDRA PEMBERTON Durante todo el camino a casa, no pude dejar de sonreír y no logré sacar a Lucca de mi mente, sin ninguna duda había disfrutado de este día y me había divertido como hace mucho no lo hacía, lo cual era sorprendente y aterrador, porque toda la alegría que sentía en parte había sido gracias a quien debería ser mi peor enemigo.¿Lucca tendría razón? ¿No teníamos por qué odiarnos? ¿Podíamos solo ser nosotros?Nunca antes había considerado esa opción o tal vez nunca creí que la tenía; cualquier persona en cuanto oía mi apellido, se comportaba diferente conmigo, nadie me trataba solo como Alexandra, para todos yo era una Pemberton y eso era lo que en verdad les importaba; el único que siempre me había visto como era en verdad, era Noah, aunque p
LUCCA ANDREOTTI Había descansado muy bien lo cual era algo nuevo para mí y extrañamente, me había levantado con muy buen humor y eso se debía nada más y nada menos que a Alexandra, la que, de acuerdo a mi familia, debía ser mi peor enemiga.Si mi padre me viera en este momento, muy seguramente explotaría por lo que estaba haciendo, pero justo ahora eso no me importaba, la realidad era que me gustaba pasar tiempo con Alexa y quería continuar conociéndola.En un primer momento pensé que solo sentía interés gracias a su belleza, porque sin duda, Alexandra era una mujer hermosa, pero después de nuestro paseo, tenía que admitir que ella me intrigaba más allá de todo; Alexa era luz, ella era como esas armonías que puedes escuchar una y otra vez sin cansarte, la energía que desprendía era especial e
ALEXANDRA PEMBERTON Me encontraba con Noah probándonos nuestros trajes para la gala ya que su madre prácticamente nos había arrastrado a ambos sin darnos tiempo para defendernos o escapar, pero agradecía que lo hubiera hecho ya que se me había olvidado por completo que hoy teníamos cita con la modista y si no fuera por Isabella Bogani, no hubiera asistido.En un par de días sería la gala anual que organizaba mi familia junto a los Bogani, pero al contrario de otros años, en esta ocasión me encontraba mucho más nerviosa; había seguido el consejo de Noah y le había pedido a la organizadora que se encargara de añadir a Lucca a la lista de invitados y para este momento ya debía de haber recibido su invitación, aunque no estaba muy segura si asistiría o no y eso me provocaba ansiedad por una razón que era incapaz de co
ALEXANDRA PEMBERTON Después de comer con los Bogani, Noah me llevó a casa y la verdad lo último en lo que quería pensar era en el trabajo, así que mi plan era entrar y tomar un largo baño que consiguiera relajarme y me ayudara a despejar mi mente.Llegó un presente para usted señorita – dijo una de las mucamas en cuanto me vioAsentí y me aproximé a la mesa donde se encontraba un gran arreglo floral bastante elegante; tomé la tarjeta que se encontraba en medio de las flores y me sorprendí al notar quien había enviado el regalo.“Conocerla fue espléndido, espero acepte mi invitación a cenar mañana”
LUCCA ANDREOTTILos últimos dos días habían sido un caos; mi padre no dejaba de insistirme sobre el asunto de los Pemberton y no me dejaba tranquilo sobre todo lo relacionado al contrato de los hoteles Golden; pero era aún peor su insistencia para que fuera tras Alexandra y la sacara de en medio de la forma en que él había ordenado; pero durante estos días, no había hecho nada de lo que mi padre me había pedido, porque simple y sencillamente, no quería hacerlo.No era correcto y de eso no tenía ninguna duda, por ello era incapaz de seguir su orden y estaba seguro que cuando él se diera cuenta de mi posición, arremetería contra mí hasta que consiguiera su objetivo, así que lo único que podía hacer era resignarme y soportar todo lo que me diría.Mi padre no era una mala persona, pero cuando se trataba d