—El divorcio es ahora efectivo y el matrimonio ha sido disuelto en su totalidad.
Maylene Dodson toma su cartera levantándose para salir del salón cuánto antes. Ya no soporta esto.
—¡Señora Maylene! —intenta el juez detenerla pero ya es muy tarde.
Todo el mundo la odia.
Todo el mundo se ha vuelto en su contra desde que ayer pisó Londres feliz y enamorada por ver a su esposo.
Ahora, luego de 24 horas se está divorciando de él.
No puede más.
Declan Morgan no desea hablar con ella. Nadie quiere escucharla.
Mason fue quien la ayudó a salir de aquel lugar mientras le enseñaba, con recelo, todo lo que ocurría y como su nombre estaba en boca de todo Londres debido a su sinvergüenzura y a lo que ha destruido la reputación en la familia de los Morgan Hoover.
Y ahora…Maylene aprieta su cartera mientras ve borroso el pasillo, recibiendo las miradas de muchas personas, mirándola de arriba hacia abajo con murmullos de por medio.
Los periodistas deben estar esperando afuera del tribunal, esperando la hora de saltar y hacer de éste escándalo uno más grande.
Salió de la empresa de su padre y en silencio llegó a donde se le indicaba. Declan Morgan estaba sentado a una distancia considerable de ella.
Y nunca antes se había sentido tan humillada.
Rebosando un odio despectivo el sonido de la suela repica contra la cerámica de éste tribunal en el centro de Londres.
Ya no hay marcha atrás.
Aquel hombre tiene lo que quiere. Necesitaba acabar con ésta agonía tarde o temprano porque sino perdería las pocas fuerzas que tenía luego de descubrir que todo el mundo…le había dado la espalda luego de que claramente se hiciera público una noticia que conmocionó a todo Londres.
Maylene se detiene de golpe al alzar la mirada, y ya no puede evitar esas lágrimas de dolor y rabia.
Todos la creen una mujer sin sentimientos y cruel.
Y más el hombre frente a ella.
A quién creyó que la amaba con todas sus fuerzas, quien le había dado un hogar y un final feliz que toda mujer ha soñado en manos de un hombre cariñoso y atento. Ese hombre ya no existe, y al verlo mientras ésta ruptura se hace cada vez más grande, tensa la mandíbula tragándose el sollozo. Demuestra que no le afecta lo que acaban de firmar.
Su divorcio.
—Enviaré a mi asistente a que saque todas mis cosas de tu casa —Maylene se coloca su cartera en su hombro—, puedes estar tranquilo.
—Espero sea pronto —suelta el hombre y le manda una mirada sumada en el odio. Sólo odio, rencor y cólera. Es lo único que ve en él.
¿Cómo es posible que después de amarse tanto ahora…un odio existe entre los dos?
Maylene que está de brazos cruzados siente el nudo en la garganta quemándole las cuerdas vocales. Ya ha llorado lo suficiente, ya ha suplicado perdón lo suficiente y nada de eso ha funcionado.
—No te preocupes. Saldré de esa casa cuánto antes —ahora las grietas en el corazón de Maylene están adoloridas y ya no hay quién las una otra vez. Observa con ojos sombríos el acta donde vuelve a ver su apellido natal al lado de su nombre—, y de tu vida para siempre.
—Es lo único que quiero.
Maylene experimenta una sensación indescriptible en su garganta, sin dejarla hablar.
—No soy esa mujer —y ve a Declan agonía, tratando de acercarse—, esa mujer no soy yo, te mintieron, Declan.
—Ya no eres parte ni de mí vida ni de mí futuro, Maylene. Buenos días —Declan pasa por su lado y Maylene lo toma del brazo—, suéltame.
—Yo te amo, por amor a Cristo. Nos están mintiendo a los dos y me están usando…
—Esa mujer eras tú. Deja de actuar como si no fueras ella. Yo te vi desnuda con mis propios ojos en la cama de otro hombre.
—¡No era yo! ¿¡Hasta cuando te lo voy a tener que repetirtelo?!
—¿Entonces a quién vi si no eras tú? ¿¡A quién?! ¿Un maldito espejismo? Quítame las manos de encima.
—No sé quién es, no lo sé. ¿Cómo voy a saberlo, Declan? ¡Escúchame por favor!
—Que sea la última vez que me tocas o me diriges la palabra… —Declan oculta todo su dolor de haber visto una sonrisa burlona en la cara de quién cree era Maylene en la cama donde muchas veces le hizo el amor para que…simplemente lo destruyera al saber de su engaño —, me usaste, y me hiciste creer que me amabas. No hay peor bajeza que la que hiciste esa noche.
Maylene solloza, destruida.
—Yo jamás diría eso, lo sabes. ¡Jamás! ¿No te he demostrado que te amo? Qué te adoro pese a todo. ¡Por eso me casé contigo! Yo no soy esa mujer. Declan, Nos están mintiendo —Maylene trata de tomar su rostro pero ahora su ex-esposo aparta su cara rompiendo más su corazón—, te lo suplico, debes creerme.
—Eras tú, Maylene. Eras tú besando a otro hombre, eras tú desnuda en los brazos de otro hombre. Eras tú partiendo mi corazón en mil pedazos. Eras tú…—Declan gruñe entre dientes como si odiara admitir que ama a está mujer con toda su alma—, te mereces todo el odio que soy capaz de sentir por ti. Me…partiste el corazón.
—Para, por favor…
—Me destrozaste la vida…—Declan traga saliva.
—¡Declan!
—Hasta nunca —Declan Morgan se da la vuelta para dejarla sola con su propio dolor y sin escape de esta traición.
—Te arrepentirás de no haberme creído. Esa mujer no era yo y demostraré que es así. ¡Tienes la última oportunidad de creerme! No aguantaré más tus insultos y tu odio —Maylene lo persigue y Declan se detiene para darse la vuelta. Es alto, así que sube su mirada agrietada hacia él.
—Me interesa un carajo lo que ahora pienses —Declan la mira con desdén, observando cada rincón de su rostro que tantas veces besó, donde tantas veces se perdía debido a que no existía algo más que llamara su atención y tampoco que adorara más. Y esa es la rabia que siente, que incluso después de verla con otro hombre no siente el más mínimo repudio o algo, y se odia a sí mismo, diciéndose que debe acabar de una vez por todas con el sentimiento de seguir…amándola—, que sea la última vez que dices que me amas, porque todo lo que sentí por ti se esfumó. Todo, Maylene.
Y vuelve a irse lejos de ella para dejar a Maylene que sin palabras, tiene que retroceder hacia la pared, agarrarse del vientre y romper a llorar conforme el dolor le quita a su mente la paz.
No la tiene.
Sufre el odio de todo el mundo por algo que no hizo.
Por algo que nunca sería capaz de hacer porque ama a Declan Morgan como a nada en esta vida.
Y ahora…él se ha ido.
Odiándola con todas sus fuerzas.
¿Realmente la odia?
Esa persona que ha hecho todo esto la pagará pero ¿Cómo saber quién ha hecho esto? ¿Quién sería tan idéntica a ella para hacerle creer a todo el mundo que ha hecho algo así?
Maylene llega al departamento que pudo rentar con su dinero guardado. Sin herencia ahora se las verá rudo. La casa de su familia ya no es opción. Apenas ha pasado un día y su mente no ayuda a que piense con claridad para buscar la salida a todo esto.
Camina de un lado al otro sin dejar de llorar.
Su padre la cree una ladrona.
Sus hermanos ni siquiera la observan.
Declan…
Sobre todo Declan quien le juró que su matrimonio forzado sólo había sido una excusa para tenerla a su lado.
Y ahora…están divorciados.
Los periodistas la han seguido a este departamento y todavía los noticieros no dejan de hablar de supuesta infidelidad.
¿¡Quién se ha hecho pasar por ella de ésta forma tan sorprendente que incluso nadie le cree?! Se siente sin aire, se siente tan devastada que le provoca una impotencia dolorosa al ver que quienes tanto confiaba le han dado la espalda.
Una vez deja de tomarse la cabeza, Maylene tira la cartera y sale corriendo al baño.
Comienza a vomitar con fuerza hacia el retrete, mientras la punzada del dolor arrasa por completo su cabeza.
El miedo se hace presente, y a tambaleos se levanta del suelo para buscar su télefono.
Sólo puede llamar a la única persona en la que puede confiar.
Amy Morgan, la hermana de Declan.
—¿¡Maylene?! —Amy llega al apartamento luego de una hora desde que le pidió que llegara al departamento—, ¡Por Dios, Maylene!
Pero Amy logra ver qué Maylene vuelve a vomitar, sin embargo, ésta vez en el lavamanos de la cocina.
Con rapidez y una preocupación en esos gestos similares a su ex-esposo le limpia sus comisuras.
—Todos me odian, Amy…—Maylene apoya las manos en la mesa y deja caer la cabeza—. Creen que yo fui quien le hizo daño a tu hermano. Creen que traicioné a mi propio padre. Yo no…Por Dios. Yo no le hecho daño pero él me odia con todas sus fuerzas —gimotea Maylene tomando su rostro—, y ahora estoy vomitando todo lo que he comido.
Amy la mira con los ojos abiertos, mientras acaricia su espalda. Cuando vuelve a mirar a Maylene, quien suelta otro sollozo, sus cejas se van hacia atrás, alzándose debido a su nueva emoción.
—¿Estás embarazada, Maylene…? —Amy solloza entre la confusión y la felicidad—, ¿Estás esperando un bebé…?
¿Cómo Amy pudo darse cuenta tan rápidamente? Maylene la observa un poco horrorizada porque ahora el secreto en medio de éste divorcio ya firmado y completado está lejos de ser una buena noticia.
—Amy, yo…
—¿Y no le dijiste nada a Declan? ¿¡No le dijiste que estás esperando un hijo de él?! —Amy la toma de los hombros con severo desasosiego en sus facciones angelicales—, ¿¡Declan no sabe qué estás esperando un hijo de él y ahora estás divorciada…?!
—¿Cómo podría decirle algo así cuando tu hermano lo único que ahora siente por mí es odio? Yo regresé a Londres para decírselo —Maylene aprieta los dientes llena de rabia—, y me encuentro con todo esto…nadie me cree y mucho menos él. Mucho menos él…—Maylene se da la vuelta, encaminándose hacia la sala del departamento con una eufórica Amy Morgan detrás de ella—, estaba tan contenta porque finalmente sería mamá…y esto…—Maylene coloca la palma de su mano en su frente. Otro sollozo se pierde en el ambiente de éste departamento desolado—, todo se arruinó y ni siquiera comprendo cómo sucedió.
—Declan debe saber que estás esperando un hijo de él. ¡Debe saberlo, Maylene! ¡Se divorció de ti mientras estás embarazada! ¡No podemos permitir esto!
—¡Ese hombre no quiere saber nada de mí! —Maylene le expresa a Amy, recordando la sombría mirada que Declan Morgan le había arrojado antes de salir de aquella oficina—, no confió en mí, Amy —Maylene se encoge de hombre con dolor—, no confía en mi palabra, no lo hace. Me odia y no será capaz de escucharme.
—Lo hará —Amy la señala, arreglándose su cartera. Su cabello de color borgoña y ondulado resplandece con las luces amarillas de éste sitio—, tendrá que escucharte.
El teléfono de Maylene resuena en la isla de la cocina. La llamada no se corta así que sale corriendo hacia él deseosa de que sea Declan quien llame.
Errónea.
Es el número de Sam.
—¿Sam?
—Mira el noticiero…—la voz de Sam está entrecortada. Jamás lo había oído así.
—¿Qué ocurre, Sam?
Maylene escucha el sonido de la contestadora. Sam ha cortado la llamada.
Aún así sale de dónde está para encender la televisión mientras Amy pregunta qué sucede.
Atenta a las noticias, a la primera persona que ve es a Shannon David dando una conferencia de prensa conforme lágrimas y sollozos la acompañan.
Luego, todo estalla.
“Joshua Dodson, mi marido, acaba de fallecer por un paro cardíaco. Ha dejado un enorme vacío en nuestros corazones y no puedo decir nada más. Como su esposa me haré cargo de lo que él deseaba hacer en vida y se cumplirá con sus deseos así le hubiesen partido el corazón.”
“¿Qué clase de deseo, señora Davis?” pregunta el reportero.
“El deseo de que todo el peso de la justicia caiga sobre Maylene Dodson. Arruinó a su padre y dejó en un momento crítico a Nova Fuel por más de cien millones de dólares. Mi esposo habló conmigo antes de morir en mis brazos: quería que se hiciera justicia.” Shannon David mira directo a la cara y la mira a ella, completamente azotada por la impresión. “Maylene Dodson pagará en una cárcel por sus crímenes. Yo, como la total dueña de Nova Fuel por testamento de mi marido, haré que esa mujer cobre todo lo que hizo con todo el peso de la ley en una cárcel y por muchos años. Muchas gracias pero ya no puedo seguir hablando, con permiso.”