—Espera en el auto, dame unos minutos, por favor.

—De acuerdo pero…no tardes —Claire le responde a Maylene, llevándose a la primera gemela quien comienza a removerse al no estar en los brazos de su madre.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Estás loco? —su acento británico sale con fuerza directo hacia Declan Morgan quien aún está lleno de seriedad—, apartáte de mi camino. Lo que suceda después de nuestro divorcio no es algo que me incumbe.

—Lo es —Declan sólo necesita decir eso para que Maylene cubra a su pequeña en su cuello—, no me tomes por tonto, Maylene.

Maylene se ríe secamente. Esto debe ser una broma.

—Tú estás-

—Éstas niñas tienen un año —Declan comienza. Sus ojos apagados son tan amenazantes que Maylene desvía la mirada con tal de no verlo. De no decir algo que perjudique de sobremanera éste enorme dolor y angustia de que Declan pueda deducirlo—, por lo que estabas embarazada cuando estabas todavía junto a mí. Tengo razones para creer que ésta niña es hija de Kieran y no eres capaz de confirmarlo.

—¡No es de tu incumbencia de quienes son mis hijas! ¿De quienes más van a hacer? ¡Son mías y punto! ¡De nadie más! —Maylene comienza a perder la paciencia. Impotencia por sentir de lleno lo que es odiar a una persona hasta por lo poros—, ese hombre no es nada de mis hijas, ¡Nada! Déjame pasar.

—Maylene…

—¡Quítate de mi camino, Declan! Ya nada voy a hablar contigo. Nada de lo que haga te concierne porque tú y yo —Maylene tensa la mandíbula—, estamos divociados; no somos nada el uno para el otro.

—La única razón por la que ocurrió nuestro divorcio fue por ti. ¿O voy aplaudirte que te acostaste con mi hermano y que de esa relación salieron éstas niñas?

—¡Basta! ¡No quiero escucharte más!

—Mami…—la voz de la pequeña niña se oye a centímetros de sus oídos y el corazón de Maylene se detiene en ese mismo instante.

Declan deja de fruncir el ceño, alejándose de Maylene cuando la dulce voz de esa pequeña llega también a sus oídos, y se enfrenta con que la realidad donde cientos de veces vio a Maylene embarazada de él no es la que deseó. Esto no es…lo que creyó que vería, jamás, ni en pesadillas. Todo lo que había sentido con Maylene y lo que había soñado sólo trajo más y más discordia. La traición y el odio es el secreto para mantener una vida de amargura, una vida donde sólo existe…la desgracia de perderlo todo.

No. Declan simplemente no puede creerlo.

Maylene es madre.

Desde que Fred confesó esa pesadilla, todo el mundo de Declan se vino abajo. Las garras del dolor a la que había estado sometido por todos esos días largos repletos de aspereza y rabia vio como el mundo se abría en dos. Confusión, desengaño. Mil emociones llegaron de bruces a su pecho para encaminarlo a la discordia.

¿Dos niñas? No fue tonto al no comprenderlo de inmediato.

Maylene había dado a luz.

Lo que sintió mientras acelaraba con Fred persiguiendolo por detrás fue peor que ver a Maylene en los brazos de Kieran. ¿Por qué? El simple hecho de ver a Maylene llevando a un hijo que no fuese suyo lo enloqueció. Dolor, mezclado con la ira estalló en la desesperación. Desaparecida, sin ningún rastro de lo que fue su esposa alguna en Londres. Nada.

Y luego, la voz de ésta pequeña haciéndole creer que si existen los ángeles. No ha visto niña más hermosa que la que se aferra a los brazos de su madre como si su vida dependiera de ellos. Está en el limbo, lo está. Declan provoca un parpadeo constante debido a la conmoción que aún no se marcha de su cuerpo, y que está ahí para desalmar la superioridad con la que estuvo dispuesto a enfrentar a Maylene.

No le queda más que mirar con un fruncido de cejas, sin entender, a esa niña.

—Ya nos iremos, amor. Sólo que…éste señor nos está pidiendo algo. Así que —Maylene besa la frente de Hayley y sube la mirada hacia Declan. Ya no hay una mirada de molestia por el que tanto es reconocido, sino que está alejado de ella como se lo ordenó, tiene una mirada seria, y no la mira a ella, sino a la niña—, necesito irme, Declan.