Capítulo 0010
—¿De mí, Carl?

—Sí, Maylene. De ti. Una mujer como tú merece a un hombre que sea capaz de meter sus manos al fuego, y no lavarselas como un emperador. Londres no es la ciudad donde debes estar porque los Dodson comenzarán abrir el juicio contra ti, y creerán que estás sola. Y no quiero que vean que estás sola.

Sorprendida, Maylene carraspea porque esto se ha tornado incómodo.

—Carl —Maylene lleva su mano libre hacia el entrenlace de sus manos—, agradezco inmensamente lo que haces y has hecho por mí, y por mis bebés, que son lo más importante para mí. Pero no pcreo que esté lista para algo —y se deshace del agarre—, tengo muchas qué hacer antes de poder sanar por entero.

Intentando controlar su respiración, Carl lanza un suspiro y mueve la cabeza.

—Entiendo, Maylene. Sólo…no olvides que estoy para lo que sea.

—Gracias —Maylene le muestra una de sus fuertes sonrisas—, las niñas no han almorzado así que les prepararé su comida.

—Es tu casa, haz lo que quieras aquí. Deja que las niñas jueguen donde quieran —Carl expresa amablemente.

Maylene asiente y pasa por su lado sin esperar responder, por lo que Carl comienza a mirarla de reojo.

Desde la distancia y bajando la mirada ya que Maylene se agachó para recibir a sus pequeñas, Carl sonríe.

Observa su télefono.

Escribe.

“Volvió a Londres.”

Pasan apróximadamente dos minutos.

“¿Sola?”

“Con sus hijas.”

Un minuto.

“Haz que venga a mí. Es hora de volverla loca un rato. Quiero…divertirme.”

Carl alza la mirada del télefono hacia la sonrisa de Maylene que le envía a sus pequeñas.

~~~~~~~~~~~~~~

Son las ocho cuando ya sus pequeñas están oyendo el cuento que les está narrando para la hora de dormir.

Hayley está en su cama y peina el largo cabello dorado de Hannah con suavidad.

—...el ratón nunca volvió a robar; a partir de entonces, le pidió al Rey que le dejase tomar un pedazo de su queso con tal de servir como un buen caballero al reino…

—Mami —Hannah llama apretando su peluche en un gran abrazo.

—¿Sí, mi amor?

—Otra vez —pide.

Maylene termina con su cabello y la atrae hacia sus piernas.

—Princesa, pero ya lo he dicho dos veces —se ríe—, ven, tu hermana ya se quedó dormida. Es hora que tú también lo hagas. ¿Sí? Mañana volveremos a contar el cuento. Mami lo promete.

—Está bien, mami…

Hannah es bastante hiperactiva en el día, pero una vez cae a sus brazos no hay nadie que la levante. Cantándole una canción de cuna, Maylene la coloca al lado de su hermana profundamente dormida y termina de cantar.

—Dulce sueños, mis amores —besa la frente de cada una antes de alejarse hacia la puerta. Se recuesta del umbral con los brazos cruzados y cierra los ojos un momento.

Lo primero en su mente nublada son sus ojos hundidos que tienen el poder de mandarte de rodillas así no creyeras que lo haría con una sola mirada.

Siempre tuvo ese poder en ella. Pero se negó a pensar en Declan Morgan como hombre sino como un traidor.

Qué equivocada estaba.

Éstas niñas no se hicieron sola.

Si algo caracterizaba su matrimonio con Declan era la pasión; a cualquier hora, en cualquier momento, sin esperar llegar a la casa. En su oficina, en la oficina de Maylene, en el auto. En todas partes. Le hacía el amor en cualquier lugar.

Se lleva las las palmas hacia sus ojos para enjuagarlos.

Ella realmente no está pensando en ese hombre.

Ex. Es del pasado, y allí se quedará por siempre.

Necesita tomar aire, por lo que se lleva la radio para estar al pendiente de cualquier sonido que provenga del cuarto de las niñas.

Carl se marchó, y Claire debe estar durmiendo.

Sirviéndose una copa de vino hasta la mitad, Maylene sale hacia el balcón del departamento al punto de beberse por completo la botella de vino. No es muy alto por lo que puede ver el jardín y un poco de la entrada de la vigilancia.

Y lo hace. La primera botella se la termina sola y queda con ganas de más, por lo que toma otra, la destapa y se sirve otro poco.

Vuelve a salir al balcón. Sola con su mente es probable el peor camino para elegir, aquí y ahora. Pero el laberinto tiene nombre, y lo ha visto hoy.

Debe dejar de pensar en él, y claro que necesita un trago.

—Necesito calmarme —y bebe todo el vino de su copa.

Una vez baja la mirada al patio, un destello de luz dorada capta su atención, cerca de la estación de vigilancia.

Aún recuerda la apariencia física de su madre debido a las fotos enmarcadas en la mansión de su familia como para notar desde ese lugar algo que la deja paranoica.

¿Esa mujer…?

¿Quién es esa mujer?

Maylene aguanta la respiración.

Tiene el mismo cabello largo que ella y la de sus hijas.

Parecido…al de su propia madre muerta.

—¿Mamá…?
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