—Espera en el auto, dame unos minutos, por favor. —De acuerdo pero…no tardes —Claire le responde a Maylene, llevándose a la primera gemela quien comienza a removerse al no estar en los brazos de su madre.—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Estás loco? —su acento británico sale con fuerza directo haci
Cuando oye su voz, Declan vuelve a poner los ojos en Maylene. Siempre le gustó ese tono peculiar que roza lo almendrado. Una mirada que lo mantuvo mucho tiempo como un tonto, capaz de quemar el mundo si así se lo pedía Maylene, y vaya que varias veces quiso hacerlo, pero Maylene tan sólo lo miraba c
—Creí que no…estabas aquí en Londres, Carl —Maylene recompone su postura con calma, y acepta responderle a Carl por cortesía, lo que lleva a que el hombre frente a sus ojos sonría y le señale la puerta del edificio.—Mejor entremos. Hace mucho frío para que las niñas estén afuera —ofrece Carl hacien
—¿De mí, Carl?—Sí, Maylene. De ti. Una mujer como tú merece a un hombre que sea capaz de meter sus manos al fuego, y no lavarselas como un emperador. Londres no es la ciudad donde debes estar porque los Dodson comenzarán abrir el juicio contra ti, y creerán que estás sola. Y no quiero que vean que
—Por Dios —Maylene jadea, y retrocede para dirigirse directo a la puerta del departamento. Sus ojos están tan abiertos que mientras corre hacia las escaleras el viento comienza a arder en sus ojos, y casi se tropieza de tanto desespero por alcanzar la planta baja del edificio. Maylene se apresura
¿Acaso no se da cuenta lo parecidas que son ambas? Quizás es mejor que le siga la corriente.—Estoy bien —se recupera Maylene como puede mirando ahora hacia la puerta. Observa las flechas que se deslizan hacia arriba en el ascensor y aún así le provoca un inmenso bajón en el estómago sentir que est
Maylene se queda en silencio unos segundos. Luego, con toda el rostro bañado en desconcierto se gira hacia Carl. Sus ojos son el reflejo de una sorpresa herida, una sorpresa que advierte sólo de un dolor inexplicable. Pestañea una y otra vez para quitar la nublosidad de los ojos. Las palabras de
—Pero no estás sola —Carl vuelve a detenerla—, me tienes a mí. Éstas niñas me tienen a mí y las protegeré como si fueses mis propias hijas —Carl mira hacia el suelo tomando aire—, aún cuando sean hijos de ese patán.Maylene se tensa. —Carl, por favor —Maylene muestra una de sus manos como señal de