Capítulo 0008
Cuando oye su voz, Declan vuelve a poner los ojos en Maylene. Siempre le gustó ese tono peculiar que roza lo almendrado. Una mirada que lo mantuvo mucho tiempo como un tonto, capaz de quemar el mundo si así se lo pedía Maylene, y vaya que varias veces quiso hacerlo, pero Maylene tan sólo lo miraba con unos ojos profundos en calma y en amor para que Declan solamente volviera a la vida. Ahora esos ojos están sumados en la distancia. No existe aquel brillo que por tanto tiempo observó en ellos. No. Sólo…discordia.

Declan se mueve para dejar a Maylene el paso.

Abrazando más a su hija, Maylene intenta dar aunque sea un paso, pero no lo logra. ¿Qué es lo que sucede?

Declan Morgan está frente a ella. Tan cerca pero a la vez sumamente lejos.

—Tan sólo dimelo…—Declan gira el rostro hacia otro lado. Tensa su mandíbula, tensa sus manos, tensa su cuerpo—, dime que ese hijo no es mío, Maylene…

Declan le Pide que hable y en estos momentos es lo menos que puede hacer. Maylene endurece las facciones porque el daño que le propició todas esas mentiras y la muerte de su padre aparecen en este momento para mantenerla firme.

Declan fue uno de ellos que causó ese daño.

—No lo son —Maylene toma aire—, no eres el padre y tampoco lo es Kieran.

Y Maylene sale hacia la entrada del aeropuerto tragando las lágrimas y ese nudo en la garganta que pide que lo deje salir con sollozos.

—Maylene…—llama Declan con agonía—, Maylene.

Pero Maylene se aleja lo más que puede. Se aleja del pasado. Se aleja del hombre al que tanto amó y que sólo dejó en ella un odio profundo. Ve todavía ese odio en sus ojos, y la amargura que trae la presencia de Declan arruina todo.

Lo jode todo.

No le permite a Claire que pregunte algo, sólo se encierra en el taxi con sus dos pequeñas y las abraza con fuerza. El odio vuelve a ser de las suyas, un odio que ha nacido desde el engaño.

Declan no merece saberlo. Sus hijas son sólo suyas, no son de nadie más. Nunca sabrá la verdad.

El corazón de Maylene es un pozo de odio. Las únicas que logran tocarlo son sus hijas.

Claire está callada. Preocupada, pero callada. Se suponía que evitarían a toda costa al ex-esposo de Maylene pero ese hombre…aún no puede creerlo.

Una vez bajan del taxi y Maylene nota éste lugar, algo confundida porque creía que pararían al edificio de Claire en Londres, deja a sus bebés en el suelo mientras mira hacia arriba.

—¿Claire? ¿Dónde estamos?

—Quise decírtelo cuando estábamos en el avión pero no quise molestarte —Claire aclara su garganta mientras se acerca a Maylene—, Carl Pitts supo que llegamos a la ciudad y éste es su departamento.

Maylene abre los ojos. ¿Qué? ¿Cómo es posible?

—No —comienza Maylene enfatizando—, no, Claire. ¿Carl? Eso es imposible, no puedo aceptar algo así y mucho menos de él.

—Pues, es lo que le dije. Pero me parece que ya es tarde, Maylene. Si no fuera por Carl no estuvieras aquí. ¿No recuerdas que fue él quien te sacó del país?

Maylene se queda sin habla.

—Es que se supone que él me odia por haberme casado con Declan, y que haya hecho esto por mí…

—Vamos, un par de gracias estaría bien, ¿No crees?

No es Claire quien lo dice, sino alguien detrás de Maylene.

Se gira de inmediato, y no lo confunde con un espejismo. Tampoco con alguien más.

—Hola, Maylene —Carl Pitts se acerca hacia ella y sonríe hacia las niñas—, me alegra volver a verte. Ésta vez, sana.

La única persona que la ayudó a salir del país, aquel que las ayudó a ella y a Amy resultó ser nada más y nada menos que Carl Pitts, el hijo de Matt Pitts. El…principal enemigo de su ex-esposo. Declan odia a éste hombre y a su padre a morir.

Incluso…Carl estuvo en el parto y prometió que no diría nada que no fuera de su incumbencia…

A cambio de que lo dejara…

Ser el padre de sus niñas.
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