PARTE 03

VICTORIA

Muchas veces me siento afortunada, casarme con mi primer y único amor es algo que no se da todos los días o que todas puedan hacerlo, pero realmente sí soy afortunada.

Hace cinco años nos casamos, aunque mi felicidad no fue completa porque me hubiera gustado que mi padre estuviera ahí para compartirla conmigo, pero sabía que siempre supo la verdad y nunca la objeto, porque era consciente de la clase de hombre con quien yo estaba, así de increíble era mi padre por eso el aceptar su partida ha sido uno de los dolores más profundos que he padecido y uno que casi acaba conmigo si no fuera por el apoyo de James, sin él a mi lado me hubiera entregado a los brazos de la muerte si con eso el dolor terminaba. Por eso, amo a mi esposo y por muchas cosas más, no me importa la diferencia de edad, a las carreras tan distintas una de otra riña  que tenemos, no importa que la gente murmure a nuestro alrededor, dejando de lado a esas personas y nuestras diferencias soy inmensamente feliz y no veo mi vida sin él, si no está a mi lado como todas las noches, me abrazo a su almohada y solo así puedo calmar mi ansiedad, eso sí también con alguna videollamada o mensaje donde le digo lo desesperante que es mi mundo sin él, junto con emoticón de corazoncito o carita enamorada, como hace un momento acabo de hacer.

—Yo también te amo cariño — Me responde, no es adepto a mandar dibujos, emoticones o cosas como esa, no le gusta, dice que prefiere las cosas de frente, y comerme a besos para demostrarme lo mucho que también me ha extrañado.

He tratado de dormir, pero no puedo. Es como un presentimiento o una espinita que tengo aquí en la garganta, no puedo identificarla. Estoy tomando un vaso con agua para ver si así se me pasa, pero nada. De pronto una imagen hace que dé un grito.

—¡James! — Después del susto, corro a abrazarlo y enredo mis piernas alrededor de sus caderas, lo beso por todo el rostro, mientras él me toma de sus nalgas como él le dice en soledad de nuestra intimidad. — Porque no me dijiste que vendrías, además se supone que ibas a demorar.

—Solo viene esta noche para hacerle el amor a mi esposa y luego me voy muy temprano — Este hombre puede que no sea el más romántico, porque muchas veces olvida simples cosas, cualquier cosa menos mi cumpleaños y nuestro aniversario, no es romántico, pero es un caballero, te abre la puerta al subir y bajar del auto, me abrocha el cinturón y nunca olvida darme un beso antes de encender el auto, no olvida cuáles son mis platos favoritos y los pide por mí cuando salimos a almorzar o cenar, no le gusta bailar, pero deja que baile sola o con mis amigas las pocas veces que me acompaña, no le gustan las películas de acción y de drama como a mí, pero ama las de blanco y negro o clásicas, pero igual se ve una que otra conmigo, pero con pequeñas señales como esas me demuestra su amor, sin necesidad de palabras, porque sus actos valen mucho más para mí que cualquier cosa.

A la mañana siguiente se había marchado muy temprano, yo estaba realmente cansada, anoche me hizo el amor con tanta entrega, con tanto no sé ni como describir, los besos, las caricias, la manera que me miraba a los ojos y me decía te amo mientras me hacía suya, me recordó nuestra primera vez, aquella que con tan solo dieciocho años me atreví a dar el primer paso y terminar entre pétalos de rosas, sabanas de seda y música romántica, él quiso que mi primera vez fuera especial, fue tan delicado, tan suave conmigo, me tuvo tanta paciencia y sobre todo me enseño, me dio esa confianza para creer en mí misma y lo bonita que era ante sus ojos, recuerdo que llore, pero de la emoción, tanto tiempo enamorada de él en secreto cuando él también se sentía así, me decía que me quedaba mirando cuando nadie veía y yo le decía que también hacia lo mismo, me dijo que tenía temor que yo volara como cualquier chica de mi edad; sin embargo, si volé pero en sus brazos.

—Señora Makensi, el señor Albert, necesita hablar con usted sobre el nuevo proyecto

—Tranquilo Niki, hasta podría jurar que estás temblando, ni que el señor Albert fuera un ogro come niños— Al momento en que menciono esa palabra, me quedo muda al teléfono, Niki lo entiende, sabe lo que ese asunto significa para mí y encima yo traje a colisión la palabra, niños, suspiro profundo y pego el móvil contra mi pecho, hago los ejercicios de respiración una y otra vez como me menciono la psicóloga aún recuerdo su pregunta.

—¿Estás completamente de acuerdo en no tenerlos? Solo porque él no puede.

—Si doctora.

—Tú tienes lo que muchos llaman instinto de madre, te lo vuelvo a preguntar por qué quiero que entiendas ¿Estás dispuesta a renunciar a la idea de tener hijos propios?

—Los niños no serán parte de mi vida, ya lo decidí. Solo quiero que me enseñe a poder sobrellevar mi decisión y no volverme loca en el intento.

Por más loco o inverosímil que suene, he tratado de alejarme de ellos, porque provocan un dolor en mí, que no quiero que desencadene, que mi humor cambie y James se dé cuenta. No le dije sobre mis visitas al médico, no quiero que se preocupe o se sienta culpable, al final, es mi decisión, no de él.

—Señora, entonces le diré a la secretaria del señor ese que ya va para allá.

No dice nada, solo corta y yo de mala gana me levanto, me despojo de mis prendas y me quedo bajo la lluvia, que me da la ducha, de alguna manera mis manos van hasta mi vientre vacío, uno que siempre estará así, la vida así lo quiso entonces así será, muevo la cabeza tratando de alejar esos pensamientos.

Una vez que luzco como toda una mujer de negocios como dice Niki y no como jardinera como diría Maruja, mi amiga y socia.

—Ya deja de temblar, dame los bosquejos. Hola Karina, tu jefe me está esperando — Le digo a la secretaria del señor Albert, una morena preciosa que le hace ojitos a Niki y él ni enterado, ella me anuncia y yo entro, Albert me come con la mirada como siempre lo hace a pesar de saber que soy una señora casada.

—Hermosa amapola, flor silvestre de mi jardín. — La expresión tal vez no sea la adecuada, pero este hombre y sus piropos absurdos y pasados de moda, son como  una espina en el trasero.

—Creo que ya hablamos al respecto, señora Makensi, para usted, señor Albert.

—Tanto formalismo es aburrido y anticuado, soy un hombre moderno, pero está bien señora Makensi, tome asiento y dígale a su asistente que no es necesario que se quede, que vaya a temblar fuera de mi oficina — Pobre Niki me queda mirando y yo le hago un gesto para que no lo haga.

—Él es mi asistente por lo que lo necesito aquí conmigo, se va a sentar allá para no molestarlo, además que él toma los apuntes sobre las ideas que surjan — De mala gana acepta, advirtiéndole que no quiera ni un ruido hasta que no es respire si pudiera.

—Bueno, más que venir a que le agregues o quites algo al proyecto de mis hoteles no es precisamente porque te quedo perfecto tal cual, tan de acuerdo a las tendencias y a juego con las remodelaciones que estamos haciendo, lo que necesito es que esto lo trasmitas a mis otros hoteles, con ligeras modificaciones, quisiera que viajaras junto conmigo a las otras cadenas.

Soy una mujer muy civilizada y calmada, pero cuando alguien colma mi paciencia suele explotar, aunque me ha pasado pocas veces.

—Se lo dije hace un tiempo, no viajo y eso ya todos mis clientes lo saben, puedo mandar un equipo hasta allá, pero nada más. — Él cree que soy tonta, sus intenciones hasta un ciego las podría ver.

—Yo necesito, que tú siendo la cabeza lo hagas, no me puedes venir con tonterías como que no viajas, además con un pretexto tan tonto como por tu esposo, excusas ridículas, por eso no avanzas por limitada.

—Nada de tonterías y guárdeme el respeto que me merezco, si viajo o no viajo es muy un asunto que solo me concierne a mí — En realidad no me gusta volar, las pocas veces que lo he hecho es al lado de James como si fuera el bálsamo de mis nervios, mi puerto seguro.

—Encima por un vejete que podría ser tu padre o tu abuelo, no entiendo cómo una mujer tan hermosa y talentosa como tú, está perdiendo el tiempo con un rabo verde.

¿Dijo lo que dijo? Niki sabe lo que voy a hacer y se levanta hasta llegar a mí, nadie se atreve a hablar mal de mi esposo, a él lo defiendo con uñas y dientes, me transformo cuando alguien lo mancilla con blasfemias

—Mire viejo asqueroso, lávese la boca con lejía y jabón carbónico antes de hablar de mi esposo, de un hombre intachable como lo es James Makensi mi ESPOSO, un hombre al que usted no le llega ni a los talones, usted lo único bueno que tiene para el mundo es su dinero, su mujer debe estar tan aburrida con usted que por eso se acuesta con su guardaespaldas y eso todas las personas a su alrededor lo saben, cornudo y envidioso, porque a usted ni se le para ese gusanito que tiene entre las piernas, porque hasta de eso hablan las modelitos tontas y huecas con las que se acuesta a cambio de que les haga favores como los cerdos asquerosos como usted están acostumbrados, en cambio, mi esposo es un hombre en toda la extensión de la palabra que tiene muy satisfecha a su mujer ósea a mí, ¿Entendió? Vergüenza le debe estar dando usted pagar con dinero las miserias de amor que recibe.

—¡Fuera, fuera, le dije! — Encima me grita, golpeó su escritorio y le arrojo todo lo que hay a su paso, su fino jarrón, sus cientos de papeles y hasta el tintero que estaba ahí lo arroje obre su cara, de mi esposo nadie se atreva a hablar y menos así.

—Señora Makensi, vayámonos, ya hizo suficiente, le dije ese señor, es insoportable. — Salgo de la oficina azotando la puerta, muy satisfecha de haberlo puesto en su lugar, aun sabiendo que esto me va a traer problemas hasta una regañada de JAMES, pero también él tiene que entender que nadie puede ofender a la persona que amas y una no hacer nada, soy muy tranquila, pero cuando me buscan me encuentran.

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