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Todos los hombres y mujeres que se habían rebelado contra Ivar estaban en estos momentos conmigo. Todos aquí creían que yo no pude asesinar a Tiana porque Ivar llegó en ese preciso momento. Yo estaba entre la espada y la pared; por un lado estaba mi lazo con Tiana, el amor que sentía por ella, y por otro estaban todas las personas que confiaban en mí, que creían que yo mataría en algún momento a Tiana para terminar con Ivar.

—¿Estás bien? —preguntó una suave voz.

Yo levanté la vista. Una mujer de melena rubia y ojos verdes me sonreía mientras me ofrecía un cuenco con algún tipo de bebida.

—Estoy bien —le contesté.

Le acepté el cuenco y le di un sorbo. Era un poco de vino. La chica se sentó a mi lado y me miró.

—¿Es difícil ser el líder, no? —me preguntó ella.

Yo la volteé a ver. No sabía con qué intención me decía tal cosa.

—No soy el líder, en estos momentos todos estamos en igualdad de condiciones —le respondí.

Ella me sonrió y acarició mi brazo. Yo me alejé un poco. No quería que s
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