25

La noche llegó, y con ella el frío. Estaba tiritando, ¿cómo era posible que él durmiera tan plácidamente con este frío tan horrible? Lo miré y me llené de ira. Era injusto todo esto.

Lo empujé y él se quejó; sus ojos se abrieron y me miraron. Sus ojos azules se veían brillantes, parecían dos estrellas.

—Tengo frío —le dije.

Él se dio media vuelta, ignorándome por completo. Yo le di un golpe en el hombro y él volteó a verme.

—Deja de molestarme —me dijo.

Me senté y le puse cara de perrito mojado. Él se dio la vuelta por completo, me agarró de la mano y me atrajo hacia él. Yo me estrellé contra su pecho. Eirik era muy cálido, pero no tanto como para quitarme el frío tan horrible que recorría por completo mi cuerpo.

—Deberías hacer una fogata —le sugerí.

Eirik se dio la vuelta conmigo en brazos, quedando sobre mi cuerpo.

—Me estás asfixiando, deja de molestarme y bájate —le ordené.

Él no se movió ni un centímetro.

—¡Apártate de mí ya! —le grité.

Él se bajó y volvió a darme la espalda.

—N
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