Caminaron hacia la proa del barco, donde el enorme lobo negro tallado en madera miraba amenazadoramente al horizonte. Phoenix no pudo evitar pensar en cómo ese símbolo representaba bien al hombre a su lado. Fuerte, imponente, pero también lleno de capas que ella aún no había descifrado del todo. "Entonces, ¿cómo estuvo tu día?" Ulrich rompió el silencio. Phoenix suspiró, sus pensamientos vagando hacia lo que había ocurrido antes. "Fue interesante", comenzó, mientras sus dedos rozaban ligeramente la barandilla del barco. "Marissa me llevó a cada rincón de la ciudad. Fue... muy diferente, y los niños me regalaron esta tiara", dijo, tocando ligeramente la corona de ramas y flores en su cabeza. Ulrich la miró con una expresión apreciativa. "Es hermosa. Y se ve aún más hermosa en ti." Phoenix sintió sus mejillas sonrojarse ligeramente. No estaba acostumbrada a los cumplidos sinceros, especialmente viniendo de Ulrich. "Después, fui al herbolario con Marissa, Eloise, Seraphina
Phoenix se acurrucaba en los brazos de Ulrich, el calor de su cuerpo la reconfortaba contra el frío creciente. Los dos estaban juntos en el timón, abrazados, como si ese simple gesto pudiera aislarlos del torbellino de emociones y dudas que dominaban sus mentes. Ulrich mantenía un brazo firmemente alrededor de ella, su mano sosteniendo delicadamente su cintura, mientras la otra apretaba el hombro de Phoenix, presionándola contra su cuerpo."Está bien", murmuró Ulrich contra su cabello. "Estoy aquí".Phoenix sintió cómo las lágrimas comenzaban a formarse en las comisuras de sus ojos. La fuerza del sentimiento de protección de Ulrich era un bálsamo para su corazón, pero también la hacía sentirse vulnerable. Siempre le habían enseñado a ser fuerte, a no depender de nadie, pero en ese momento, el simple acto de ser apoyada le hacía sentir algo que no podía explicar, algo que mezclaba fragilidad y fuerza. El peso de las responsabilidades, de las dudas sobre lo que vendría después, todo est
Momentos antes...La carreta se sacudía suavemente por los polvorientos caminos, el crepúsculo arrojaba tonos anaranjados sobre el paisaje. Phoenix, acomodada entre cojines desgastados, estaba envuelta en una mezcla de agotamiento y un sueño inquieto que la había perseguido durante días. Turin, su compañero de viaje, estaba sentado a su lado, observando cómo las sombras danzaban en los delicados contornos de su rostro.Cuando la noche se instaló por completo, Phoenix se hundió en un sueño profundo. Se vio acostada en una vasta cama con dosel, envuelta en sábanas de seda. Las paredes estaban adornadas con tapices que parecían contar historias antiguas, y la habitación estaba iluminada por una luz suave y dorada.Sin embargo, la tranquilidad del sueño se rompió cuando dos ojos dorados surgieron ante ella. Una sensación de incomodidad la envolvió, como si una presencia misteriosa la estuviera evaluando. Phoenix se despertó abruptamente, su corazón latiendo con fuerza en el pecho.Phoenix
AGORA...El corazón de Phoenix se aceleró. El recuerdo vagaba como una sombra olvidada, flotando entre los fragmentos de sus memorias. ¿Cómo no había reconocido ese lugar antes? Ulrich estaba a su lado, también en su forma lupina. Sus ojos dorados, brillando como brasas, observaban a Phoenix en silencio. El peso de su presencia, incluso sin palabras, la presionaba.Ella vaciló, sintiendo una ola de nerviosismo recorrer su cuerpo. No era solo la confusión de los recuerdos perdidos, sino el hecho de que, de alguna manera, ya había pasado por allí con Turin antes, sin siquiera darse cuenta.Phoenix levantó la mirada, nerviosa, encarando a Ulrich."Lo siento...", su voz resonó en la mente de ambos, un gruñido bajo en su forma lupina, mientras su postura baja revelaba su incomodidad. "Yo... no lo sabía. No tenía idea de que ya había pasado por aquí". Dudó, intentando encontrar las palabras correctas. "Turin me dijo que ese era el camino más seguro, pasamos días por el bosque... Jamás imagi
El suave sonido de risas contenidas resonaba por los pasillos mientras Isadora y Seraphina caminaban hacia la habitación reservada para ellas. La emoción era visible en sus sonrisas y en el brillo de sus ojos. La noche había estado llena de momentos intrigantes, y ambas estaban ansiosas por comentar lo que habían visto y oído.Isadora abrió la puerta de la habitación destinada a las damas de la reina y entró rápidamente, con una expresión entusiasta. Tan pronto como Seraphina cerró la puerta detrás de ella, Isadora se dio la vuelta, apenas pudiendo contener su emoción. "¿Viste cómo estaba sonrojada la reina cuando entró en su cuarto?", dijo ella, riendo en voz baja, como si compartiera un secreto prohibido.Seraphina sonrió con malicia, arreglando un mechón de cabello rubio que se había escapado de su peinado. "Ah, sí, lo vi. Apuesto a que el rey la besó antes de despedirse." Isadora arqueó una ceja y, inclinándose más cerca de Seraphina, agregó en tono conspirador: "O después
El silencio cayó nuevamente en la habitación, mientras todas las damas procesaban lo que Arabella había dicho. Sin embargo, Seraphina aún parecía desconfiada. "Eso me parece una historia muy conveniente," dijo. Arabella, ya exasperada, continuó: "¡Estoy diciendo la verdad! Volví a la residencia y decidí arreglar el cuarto de Phoenix para que no tuvieran que hacerlo cuando volvieran de la fiesta. Pero entonces llegaron Ulrich y Phoenix... y él empezó a decir que había alguien en la habitación, como si estuviera paranoico. Cuando intenté explicar que estaba sola, él me atacó." La voz de Arabella comenzó a quebrarse y lágrimas se formaron en sus ojos. "Me sujetó por el cuello y me levantó. Pensé que iba a morir... pero Phoenix lo empujó y me salvó. No pude decir la verdad después de eso." Genevieve y Eloise estaban visiblemente conmovidas, mientras que Seraphina solo observaba con una expresión escéptica. Genevieve, siempre compasiva, tomó la mano de Arabella. "Debes decirle la
Era la madrugada en Whispering Pines, y el denso bosque de pinos susurraba con el viento. El sonido de los cascos de los caballos rompía la quietud, rítmico y firme, mientras los hombres con armaduras negras cabalgaban entre los árboles. Las antorchas que llevaban lanzaban un resplandor amenazante sobre las hojas oscuras y las sombras que danzaban a lo largo del camino. Sus armaduras reflejaban las llamas de manera fantasmal, transformando a los jinetes en figuras sombrías, casi irreales, como si la misma noche los hubiera moldeado para esa misión.Frente a ellos, una vieja casa de madera se alzaba, medio escondida por la vegetación, como si intentara fundirse con el entorno. La casa pertenecía al herbolario, un hombre anciano conocido por su sabiduría en la curación con plantas y la preparación de mezclas inusuales. Esperaba a los jinetes frente a la entrada, su largo cabello blanco caía sobre los hombros, y su expresión, a pesar de su habitual serenidad, revelaba cierto alivio al ve
El amanecer aún estaba lejos, pero los preparativos para el viaje ya habían comenzado con una precisión casi ritual en la habitación destinada a Phoenix. La reina se estaba preparando para la travesía en galera por el Gran Río hasta Rivermoor, un viaje que requería tanto cuidado como su propia seguridad, y sus damas de compañía estaban listas, cada una con una función minuciosamente asignada.Genevieve, siempre meticulosa y atenta a los detalles, había organizado todo con una precisión militar. Había asignado las tareas con el mismo ojo calculador que usaba para cualquier gran evento real, consciente de que cualquier error, por pequeño que fuera, podría afectar no solo la imagen de la reina, sino también su seguridad. Seraphina estaba encargada del cabello de Phoenix, una tarea que ejecutaba con habilidad silenciosa y precisión artística. El cabello negro de Phoenix era largo y voluminoso, pero Seraphina lo domaba con destreza, sujetándolo en un moño elegante adornado con pequeñas per