Dije que puedes irte, Phoenix

Phoenix se quedó paralizada.

—¿Qué? —su voz salió en un susurro casi inaudible.

Lucian caminó lentamente, con los ojos tormentosos, cargados de todo lo que aún no había dicho.

—Dije que puedes irte, Phoenix —repitió, con voz grave y firme—. Pero Alaric, no.

El corazón de ella se disparó en el pecho. Cada latido era un estruendo, ahogando la música que volvía a sonar discretamente al fondo del salón, como si el propio ambiente también contuviera el aliento.

—Lucian... no digas eso. —Intentó controlar el temblor en la voz—. Alaric es mi hijo.

—Y también es hijo de mi rival. —Lucian dio un paso más cerca, y el aire pareció calentarse entre ellos—. Dijiste que confiabas en mí, Phoenix. Que confiabas lo suficiente como para decir la verdad. Así que ahora e
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