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“Una verdadera guardaespaldas”

Capítulo 2

“Una verdadera guardaespaldas”

–A ese señor lo sueltan y lo dejan ahí. Es un miembro VIP de este club y yo lo he atendido desde que llegó. Ha sido el mejor huésped que he tenido en toda mi p**a vida, me ha tratado bien y me da una propina de 20$ cada vez que le atiendo con algo–Cruza sus brazos y levanta su mentón para continuar–:¿Y creen que voy a dejar que se lo lleven a la fuerza? –Marco, aprovechando que los hombres se alejaron un poco de él volteó lentamente y con aquellos ojos tan grises enmarcados con su negra cabellera mojada y despeinada, se fijó en la pequeña mucama que salió de estar escondida en algún rincón del cuarto y abrió desmesuradamente sus ojos para fijarse en los muy negros de ella. Cuando sus ojos recorrían el bonito cuerpo de la chica, Nahomy rodó sus ojos a la puerta y no perdió tiempo, aprovechando el momento de confusión, volvió a pegar su extraño alarido sorprendiendo a los hombres de blanco, ya que estaban hipnotizados mirando todas las curvas y gracias de la mucama. Llegó hasta ellos y cayó, soportando el peso de su cuerpo en sus manos en el piso, mientras con sus pies pateó la cara de los dos hombres que quedaban con armas de fuego, ante los atónitos presentes. Marco estaba sorprendido de la rapidez y agilidad de la chica, pero también de las bellas piernas y de lo bien formadas que estaban sus pompis. Cuando entraron los otros, ya ella se había puesto en pié y los recibió con sus puños, mandando a unos a la piscina, mientras que otros caen a su lado. El mismo Marco los iba apartando del camino de la mucama, mientras que él les quitaba las armas. Cuando ya todos los hombres de Marissa quedaron sometidos, Marissa se acercó a la chica y furiosa le gritó:

–¿Y a ti quién carajo te dijo que podías meterte, m*****a mucama –y con una mano la jaló por su alta cola de caballo, y con la otra le puso un revólver en la frente.

Marco gritó:

–Marissa,  ¡déjala, ella no tiene nada que ver en esto! –y se tomaron un breve instante para mirarse retadores. Momento que la pequeña mucama, agarró para sí… miró a ambos retadores y sin siquiera mostrar un ápice de temor, con un solo movimiento giró en su eje apretando la mano que tenía Marissa con el revólver y haciéndole soltarlo, la dominó llevándola a ponerse de rodillas con las manos a su espalda.

Pero, ante los ojos de Marco, lo que llamó su atención fue cuando aquél botón, que mantenía encubiertos los bien formados senos de la joven, voló por el aire y sus ojos se clavaron en aquella abertura que  le permitía ver,  disimulados apenas por un diminuto y provocativo brassier, los bonitos senos de la mucama, mientras su largo y liso cabello le cayó incitadoramente desde la cima de su cabeza de lado a lado, enmarcándole un rostro muy llamativo  para  Marco Polioni. La cara del Señor Marco se puso cual tomate rojo, al recordar cuan expuesto estuvo en el cuarto, ante la mirada de la pequeña mucama, desde quién sabe qué rincón del cuarto.

En ese instante venía entrando la policía. Marco rápidamente tomó la sabana de la cama y se la puso encima a la chica, cubriéndole aquel tentador cuerpecito, luego dijo en tono alto:

–Esos hombres junto con esa mujer llegaron y me asaltaron queriendo golpearme, pero gracias a esta señorita que me ayudó, logramos detenerlos.

Nahomy lo vio de reojo y rió en la garganta.  Marco carraspeó para sobreponerse a aquella presencia.

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