Los rumores sobre el embrujo de la primera reina al emperador se encendieron de nuevo, y esta vez definitivamente traspasaron los muros del palacio, provocando una división en la gente del imperio: estaban los que desaprobaban a la nueva reina por lo que de ella se decía y los que la veían con buenos ojos por los logros que mostraba.Sin embargo, había algo que en que ambos lados coincidían: la dedicación del emperador a la primera reina era, sin duda alguna, algo a considerar.—Su majestad —habló uno de los tantos ministros de su corte imperial, preocupado por el bienestar del imperio, según él—. No puede solo seguir dejando que la reina se tome atribuciones que no le pertenecen, retomar los deberes de la emperatriz es una falta de respeto...—Falta de respeto es que hables de la reina sin informarte primero —vociferó el emperador tras interrumpir al ministro cuando golpeó con fuerza el brazo de su trono, provocando tal estruendo que muchos cuerpos respingaron sin querer—, cada proye
—El almacén también contenía la cosecha de esta temporada, parte eran pedidos ya pagados o parcialmente pagados que estaban a la espera de ser entregados —enumeró Corono y el silencio se profundizó un poco más.—¿Qué podemos cubrir con los otros almacenes? —cuestionó el emperador, refiriéndose a los graneros del sur y del este, porque el del norte, que era el más grande e importante, se había perdido por completo.—Grano para siembra no había guardado en ningún otro lado —informó el próximo duque de Elliot—, y, considero que habrá qué elegir entre vender a foráneos o entregar recursos al imperio luego de que se cubran los pedidos ya pagados, rembolsando anticipos y pagando la multa por incumplimiento a quienes no cubrieron el total del pedido al hacer contrato con nosotros; esto además de cancelar los pedidos sin pago previo.Nadie más dijo nada, pero ahora todos estaban preocupados por el futuro, que, según se veía venir, sería un desastre.—Eso es a corto plazo —señaló la reina, int
Samia se enderezó ligeramente y su cuerpo, cansado por todo el trabajo y el estrés que recientemente había estado soportando, crujió por completo.—¿Estás bien? —preguntó Doris, que entraba a la habitación de la joven tras recibir el pase—. Te ves agotada.—Estoy demasiado agotada —confirmó la joven, respirando realmente profundo—. Las cosas están feas, y pintan para ponerse peor.—¿Por lo de los alimentos? —cuestionó esa mujer, que le servía un té para dormir.Recientemente, la reina se había quejado de que su mente estaba tan agobiada que no lograba calmarla ni por las noches, afectando su sueño.La monarca asintió y luego bebió un trago de ese té que, no solo olía horrible, tenía el sabor más terrible del mundo entero. Pero a veces lo había necesitado, y le había dado muy buenos resultados.» ¿No has pensado en contactar a Lutenia? —cuestionó la mayor y la joven le miró con los ojos muy abiertos mientras se lamía los labios para deshacerse del resto de té.Sí, eso era algo que no d
La primera reina de Cenzalino salió muy temprano del palacio, pues necesitaba que todo estuviera listo para recibir a quienes hubieran respondido a su llamado.Ya que la propuesta había nacido de ella, parecía ser ella quien tenía una mejor visión de lo que quería hacer con ese proyecto y fue a quien se le asignó el dirigirlo. Samia no refutó, estaba emocionada de poder llevarlo a cabo, así que, por eso y otras cosas que ocupaban su mente, no había dormido mucho la noche anterior.Recién abrían los negocios locales de la capital y la reina ingresó a hacer algunas solicitudes, luego se encontró con el herrero real, que se había jubilado tiempo atrás dejando a su hijo mayor a cargo de su taller, y que se había ofrecido a apoyarla con la idea que tenía, pues, aunque le dolía un poco que su trabajo de tantos años fuera eliminado, le sabía mucho peor que estuviera descartado y malográndose en una bodega.Visitaron el espacio donde se iba a montar la enorme herrería y una de las dos asisten
Llegaron a Paltero a media tarde, y los caballeros que los acompañaron parecían estarse sacudiendo un poco antes de volver a subirse a esos incomodísimos carruajes que habían conducido por un par de días.—¿Volverán ahora mismo? —preguntó Petes, ese herrero que, de alguna manera, tal vez por ser el mayor de todos, había terminado como un tipo de líder designado por todos.—Ese es el plan —respondió Axulex, que había sido encargado de dirigir a los caballeros que regresarían lo herreros a Paltero.Si ellos salían justo en ese momento, ya sin carga, alcanzarían a llegar a algún poblado pequeño donde pudieran dormir algunas horas antes de reiniciar su camino, y seguro llegarían a la capital el día siguiente ya muy entrada la noche.—Disculpe si sueno imprudente —dijo Petes—, pero nos gustaría saber sí, en caso de que nosotros paguemos su posada por una noche, la cena y el desayuno, ¿podrían regresar hasta mañana luego del amanecer? De esa manera podríamos irnos algunos con ustedes.Axule
Samia recibió el sobre que le entregaban con mucha emoción, pues la dirección del remitente, que había sido anunciada, era la de la persona que más extrañaba de Lutenia, un hombre a quién ella le había escrito recientemente y, considerando el tiempo de respuesta, había dado una respuesta inmediata.Abrió la carta recibida y leyó una respuesta a su petición que le complació demasiado. Su tío Saulo decía que la esperaba con los brazos abiertos, y que se encontraba en la mejor disposición para hacer negocios con el palacio imperial.A pesar del escándalo que había sido el incendio del más grande almacén de la capital, nadie se había enterado de los problemas que aquejaban al palacio, pues los más altos mandos del lugar habían sabido controlar la situación y, para el resto del imperio, aparentemente, los daños sufridos no serían suficientes para afectar su futuro.Esa teoría estaba apoyada por la creación de la nueva fábrica en la capital, que era un proyecto tan llamativo que se había co
—¿A tal punto te odian? —preguntó el hombre, que recién escuchaba de su sobrina que lo ocurrido en la capital no había sido un penoso accidente, sino una ligera rebelión contra ella—. Me sorprende un poco cuán idiotas pueden llegar a ser algunas personas.Samia asintió. Lo ocurrido había sido una total idiotez, una que había terminado mal para los dos idiotas que provocaron lo ocurrido.—Las cosas se pusieron complicadas, y ahora andamos corriendo por todos lados para intentar minimizar daños tanto como sea posible —explicó la joven de cabello oscuro.—A mí me alegra muchísimo que corrieras en mi dirección —aseguró el de ojos azules, sonriendo a una joven que le sonreía también.—Vamos a necesitar víveres por un tiempo, así que eres nuestra salvación —informó Samia y el conde Dunant supo bien de qué iba el negocio que la otra le estaba proponiendo.—Bien —concedió el conde—. Yo proporciono alimentos por ese tiempo, pero, ¿qué ganaré yo?Samia se puso en pie y caminó hasta una especie
—¿No saben hacer otra cosa más que quejarse? —preguntó Samia algo cansada de lo mismo, y tanto Tarina como Corono sonrieron.Ambos estaban apoyándole con el nuevo proyecto que se estaba implementando, pues Risa seguía atareada con la nueva herrería, que comenzaba a recibir y despachar pedidos ahora que se había comenzando la producción en masa de algunos artículos.Entonces, sin saber de dónde, los nobles habían obtenido la información de los planes de trabajo de la nueva reina, unos que no les parecieron para nada adecuados, según todas esas absurdas cartas de reclamo que había estado recibiendo.» Al parecer les preocupa el olor a granja —informó la azabache, rodando los ojos y dejando caer la última carta leída en el escritorio—. Como si las caballerizas en sus propiedades olieran a rosas.Corono no pudo evitar reír, aunque era impropio de su educación y cargo, por eso su rostro se coloreó de carmín, pero su vergüenza se desvaneció cuando la reina le miró sonriendo también.Ya no p