CAPÍTULO 56
—Te ves horrible —dijo Corono y Mía, que recibía semejante crítica, puso todas sus fuerzas en fulminarlo con la mirada, obteniendo a cambio una risa refrescante de parte de ese hombre—. No has parado de vomitar en todo el camino, y son más de dos meses, Mía. A este paso llegaré con tu esqueleto a casa de tu padre.

—Yo creo que me vas a dejar en casa de mi padre por un año o dos —declaró la joven devolviendo sus pasos a la cama—, si me subes a un carruaje tan pronto te llevarás pero mi cadáver... Te juro que me siento peor de lo que me veo.

—No sabía que eras mala viajando —señaló el hombre, acercándose a ella para limpiarle el cuello con agua fresca y que sus malestares disminuyeran un poco.

—Creo que no era tan mala en un inicio —explicó la azabache, recostada en la cama y con los ojos cerrados, pues eso era lo único que disminuía su intenso mareo—, pero últimamente, cada que viajo, es porque estoy huyendo, y me imagino que eso me ha generado un trauma. Cuando me establezca en el n
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