—¿No saben hacer otra cosa más que quejarse? —preguntó Samia algo cansada de lo mismo, y tanto Tarina como Corono sonrieron.Ambos estaban apoyándole con el nuevo proyecto que se estaba implementando, pues Risa seguía atareada con la nueva herrería, que comenzaba a recibir y despachar pedidos ahora que se había comenzando la producción en masa de algunos artículos.Entonces, sin saber de dónde, los nobles habían obtenido la información de los planes de trabajo de la nueva reina, unos que no les parecieron para nada adecuados, según todas esas absurdas cartas de reclamo que había estado recibiendo.» Al parecer les preocupa el olor a granja —informó la azabache, rodando los ojos y dejando caer la última carta leída en el escritorio—. Como si las caballerizas en sus propiedades olieran a rosas.Corono no pudo evitar reír, aunque era impropio de su educación y cargo, por eso su rostro se coloreó de carmín, pero su vergüenza se desvaneció cuando la reina le miró sonriendo también.Ya no p
Dorothea se tiró sobre el emperador al querer salvar a su niña, esa joven que adoraba y que, debido a la fuerza con que el hombre le estaba sosteniendo de la ropa, parecía no poder respirar con normalidad.Y es que Samia no podía hacerlo, no era solo que el cuello de su vestido le estaba estrangulando con fuerza, sino que la expresión de furia de ese hombre le tenía congelada hasta la respiración.Leone II, colérico por las nuevas obtenidas, y aún más furioso porque esa mujer mayor se atreviera a tocarlo, empujó con fuerza a su esposa contra el colchón, quien se sofocó un poco tras el golpe seco en las malas condiciones en que se encontraba.El emperador terminó girándose para enfrentar a esa mujer que se atrevió a desafiar su autoridad por ayudar a quien no merecía ser ayudada, y también la empujó con fuerza, provocando que ella cayera al piso.—¡¿Qué le diste para que no se embarazara?! —gritó Leone, furibundo, apuntando a la mujer con esa espada que siempre cargaba en la cintura y
Las órdenes que Corono recibió fueron elegir, de entre las sirvientes ya existentes, una nueva dama que le fuera leal a él, en lugar de a la reina, pero que jamás la lastimara; también debía cancelar todas las ventanas de la habitación de la reina; y debía mantenerla vigilada veinticuatro siete; además de que dicha habitación debía prescindir de cualquier objeto que pudiera dañar a la reina.Samia fue encarcelada en una habitación a la que solo entraba esa dama, que no podía hablar con ella, para ayudarla a bañarse y para entregarle los alimentos; entonces, noche tras noche, recibió al emperador, a quien ella no le hablaba, pues no solo estaba aterrada de él, sino que también estaba molesta y dolida.Además, de que se encontraba en shock por todo lo ocurrido y por haber pasado días enferma y sobre esforzándose a causa del emperador buscando procrear a su heredero.En un inicio, Samia lloraba día y noche, lamentándose por la mujer que había perdido la vida por ayudarle con su planifica
De pie ante un enorme portón, que no debería atravesar en ese justo momento, el castaño de ojos miel se secó el sudor de las palmas de sus manos tallándolas contra su ropa, entonces resopló y abrió las enormes puertas que no debían ser abiertas casi nunca, mucho menos en ese horario.Era media noche y, antes de volver a su casa, luego de un día de mucho trabajo, Corono Elliot presenció los indicios de un nuevo ataque enemigo. Eso era algo que provocaría que el emperador liderara a la orden de caballeros que protegían el palacio, y que ocuparía mucho personal, así que era su gran oportunidad.El palacio tenía ya dos meses bajo ataques continuos, ataques de todo tipo que iban desde personal intentando hacer daño al emperador hasta grupos armados que atacaban el palacio con la intensión de destronar a ese tirano que no se ocupaba de las necesidades de su reino, pero nada había funcionado aún.Corono, en lugar de volver a su puesto para secundar la defensa de su señor, decidió tomar la op
—¿Podría ayudarme, por favor? —pidió un hombre tocando una puerta con desesperación—. Somos viajeros, pero mi hija está por dar a luz. Necesitamos ayuda.Era más de media noche, y abrir la puerta a viajeros era, sin duda alguna, la peor idea que alguien podría tener. Pero la desesperación de ese hombre parecía ser real, así que la mujer dentro de la casa suplicó a su marido que hiciera algo por ellos.—Si sigue la calle derecho y cuatro cuadras después gira a la izquierda podrá encontrar la botica médica, el médico vive ahí mismo —dijo una voz gruesa desde detrás de una puerta cerrada y el que escuchó la noticia respiró un poco aliviado.Petes agradeció la ayuda y volvió al carruaje para atravesar medio pueblo y dar con lo que necesitaba.Samia, dentro del carruaje, soportaba tal dolor que incluso vomitó un par de ocasiones; aunque eso bien podría haber sido porque el movimiento del carruaje que, en cuanto inició su labor de parto, horas atrás, comenzó a moverse mucho más rápido.El m
—Creo que lo más sensato es que salgas del territorio de Cenzalino —propuso Saulo y Samia le miró contrariada y algo asustada.Ser aceptada por otro reino era difícil, viajar de un imperio a otro debía serlo aún más. Sin embargo, tal como su tío había dicho, sería improbable que alguien pensara que había dejado el imperio, así que no era una mala opción.» He estado haciendo negocios con Atrumb —informó el hombre y la joven sintió un hueco en su estómago abriéndose.Eso era un delito que podría ser considerado traición, y justo por eso era que el hombre lo había estado haciendo a escondidas, aprovechando que parte de su enorme territorio colindaba con el mar y no debía dar explicaciones a nadie de su barco personal yendo y viniendo por las aguas imperiales.Entre Atrumb y Cenzalino había una isla que se regía por su propia ley, y que era tan irrelevante y peligrosa que ninguno de los imperios había buscado dominarla.Esa isla era un buen puente para lo ilegal, que era gobernada por pi
—Tenemos que irnos de aquí —declaró Samia algo que Cale sabía, pero que se negaba a hacer.Era difícil para él dejarlo todo, por eso no se habían ido antes, pero ahora las condiciones habían empeorado.Él había pensado que tendría oportunidad de aclarar las cosas con el emperador, sin embargo, al intentar salir de su casa, se dio cuenta de que estaba rodeado y que, quienes le estaba cuidando, no parecían simples guaridas.Su vida corría verdadero peligro fuera de su territorio, así que no lo podía dejar.—¿Cómo, Samia? —preguntó el hombre, temeroso del futuro—. ¿Cómo vamos a irnos? Estamos rodeados. Esa gente no nos permitirá poner un segundo pie afuera, antes de lograrlo seremos acribillados por esos que nos vigilan.La azabache se mordió los labios, pretendiendo contener todo aquello que la estaba matando, y provocando que ese dolor de cabeza, que tenía tiempo aguantando, aumentara un poco más.» Tal vez debería entregarme —sugirió el rubio luego de pensarlo un poco más y su esposa
El camino parecía ser tan largo, y ni así sería suficiente para Samia, que deseaba no se terminara jamás, pues al final de este les esperaba lo peor a ella y a dos que amaba.El silencio en el que caminaban era brutal, y el ardor de sus pies era tan desgarrador que tan solo se comparaba con lo que estaba sintiendo su corazón temeroso.Estaba entrando la tarde cuando ellos, con los pies deshechos por tanto caminar, y con algunas heridas por las caídas que habían sufrido en el camino, cruzaron las murallas para llegar al palacio del emperador de Atrumb.Samia no podía más, ni con el miedo que sentía ni con el dolor del alma y, mucho menos, con el cansancio físico que se cargaba. Había escuchado a su hijo llorar por horas, hasta que este se quedó dormido, pues los soldados que les llevaban no les tenían compasión alguna.En la entrada del palacio se anunció la llegada de los archiduques y su hijo, y el emperador de ese imperio se aprontó a recibirlos. Su plan era matarlos en la entrada a