Las órdenes que Corono recibió fueron elegir, de entre las sirvientes ya existentes, una nueva dama que le fuera leal a él, en lugar de a la reina, pero que jamás la lastimara; también debía cancelar todas las ventanas de la habitación de la reina; y debía mantenerla vigilada veinticuatro siete; además de que dicha habitación debía prescindir de cualquier objeto que pudiera dañar a la reina.Samia fue encarcelada en una habitación a la que solo entraba esa dama, que no podía hablar con ella, para ayudarla a bañarse y para entregarle los alimentos; entonces, noche tras noche, recibió al emperador, a quien ella no le hablaba, pues no solo estaba aterrada de él, sino que también estaba molesta y dolida.Además, de que se encontraba en shock por todo lo ocurrido y por haber pasado días enferma y sobre esforzándose a causa del emperador buscando procrear a su heredero.En un inicio, Samia lloraba día y noche, lamentándose por la mujer que había perdido la vida por ayudarle con su planifica
De pie ante un enorme portón, que no debería atravesar en ese justo momento, el castaño de ojos miel se secó el sudor de las palmas de sus manos tallándolas contra su ropa, entonces resopló y abrió las enormes puertas que no debían ser abiertas casi nunca, mucho menos en ese horario.Era media noche y, antes de volver a su casa, luego de un día de mucho trabajo, Corono Elliot presenció los indicios de un nuevo ataque enemigo. Eso era algo que provocaría que el emperador liderara a la orden de caballeros que protegían el palacio, y que ocuparía mucho personal, así que era su gran oportunidad.El palacio tenía ya dos meses bajo ataques continuos, ataques de todo tipo que iban desde personal intentando hacer daño al emperador hasta grupos armados que atacaban el palacio con la intensión de destronar a ese tirano que no se ocupaba de las necesidades de su reino, pero nada había funcionado aún.Corono, en lugar de volver a su puesto para secundar la defensa de su señor, decidió tomar la op
—¿Podría ayudarme, por favor? —pidió un hombre tocando una puerta con desesperación—. Somos viajeros, pero mi hija está por dar a luz. Necesitamos ayuda.Era más de media noche, y abrir la puerta a viajeros era, sin duda alguna, la peor idea que alguien podría tener. Pero la desesperación de ese hombre parecía ser real, así que la mujer dentro de la casa suplicó a su marido que hiciera algo por ellos.—Si sigue la calle derecho y cuatro cuadras después gira a la izquierda podrá encontrar la botica médica, el médico vive ahí mismo —dijo una voz gruesa desde detrás de una puerta cerrada y el que escuchó la noticia respiró un poco aliviado.Petes agradeció la ayuda y volvió al carruaje para atravesar medio pueblo y dar con lo que necesitaba.Samia, dentro del carruaje, soportaba tal dolor que incluso vomitó un par de ocasiones; aunque eso bien podría haber sido porque el movimiento del carruaje que, en cuanto inició su labor de parto, horas atrás, comenzó a moverse mucho más rápido.El m
—Creo que lo más sensato es que salgas del territorio de Cenzalino —propuso Saulo y Samia le miró contrariada y algo asustada.Ser aceptada por otro reino era difícil, viajar de un imperio a otro debía serlo aún más. Sin embargo, tal como su tío había dicho, sería improbable que alguien pensara que había dejado el imperio, así que no era una mala opción.» He estado haciendo negocios con Atrumb —informó el hombre y la joven sintió un hueco en su estómago abriéndose.Eso era un delito que podría ser considerado traición, y justo por eso era que el hombre lo había estado haciendo a escondidas, aprovechando que parte de su enorme territorio colindaba con el mar y no debía dar explicaciones a nadie de su barco personal yendo y viniendo por las aguas imperiales.Entre Atrumb y Cenzalino había una isla que se regía por su propia ley, y que era tan irrelevante y peligrosa que ninguno de los imperios había buscado dominarla.Esa isla era un buen puente para lo ilegal, que era gobernada por pi
—Tenemos que irnos de aquí —declaró Samia algo que Cale sabía, pero que se negaba a hacer.Era difícil para él dejarlo todo, por eso no se habían ido antes, pero ahora las condiciones habían empeorado.Él había pensado que tendría oportunidad de aclarar las cosas con el emperador, sin embargo, al intentar salir de su casa, se dio cuenta de que estaba rodeado y que, quienes le estaba cuidando, no parecían simples guaridas.Su vida corría verdadero peligro fuera de su territorio, así que no lo podía dejar.—¿Cómo, Samia? —preguntó el hombre, temeroso del futuro—. ¿Cómo vamos a irnos? Estamos rodeados. Esa gente no nos permitirá poner un segundo pie afuera, antes de lograrlo seremos acribillados por esos que nos vigilan.La azabache se mordió los labios, pretendiendo contener todo aquello que la estaba matando, y provocando que ese dolor de cabeza, que tenía tiempo aguantando, aumentara un poco más.» Tal vez debería entregarme —sugirió el rubio luego de pensarlo un poco más y su esposa
El camino parecía ser tan largo, y ni así sería suficiente para Samia, que deseaba no se terminara jamás, pues al final de este les esperaba lo peor a ella y a dos que amaba.El silencio en el que caminaban era brutal, y el ardor de sus pies era tan desgarrador que tan solo se comparaba con lo que estaba sintiendo su corazón temeroso.Estaba entrando la tarde cuando ellos, con los pies deshechos por tanto caminar, y con algunas heridas por las caídas que habían sufrido en el camino, cruzaron las murallas para llegar al palacio del emperador de Atrumb.Samia no podía más, ni con el miedo que sentía ni con el dolor del alma y, mucho menos, con el cansancio físico que se cargaba. Había escuchado a su hijo llorar por horas, hasta que este se quedó dormido, pues los soldados que les llevaban no les tenían compasión alguna.En la entrada del palacio se anunció la llegada de los archiduques y su hijo, y el emperador de ese imperio se aprontó a recibirlos. Su plan era matarlos en la entrada a
Tenía todo el día vomitando y llorando, lo que había sido obligada a ver había sido la escena más brutal del mundo entero. El cuerpo del archiduque había sido desmembrado en público, siendo ella el espectador principal.A Samia le tocó ver cómo el miembro de su segundo esposo era arrancado, y luego cómo le cortaron las manos y los pies, entonces lo golpearon con un látigo hasta que casi estaba muerto, tal vez por el dolor o quizá por la pérdida de sangre, fue hasta entonces que le cortaron la cabeza y Cale Solero, tras casi una hora de agonía, pudo descansar en paz.La azabache no podía sacarse de la cabeza las brutales imágenes de ese hombre, que la había hecho tan feliz en el tiempo que pasó a su lado, sufriendo por toda la saña con que Leone II había decidido castigarlo por atreverse a tomar a su mujer.La reina no se veía bien, pues se sentía terriblemente mal, y Leonel, como el emperador lo llamaba ahora, tampoco estaba de los mejores ánimos, además de que no quería al rubio ni t
Abrió los ojos cuando su cabeza se estampó con una madera, el golpe fue tan fuerte que sintió todo su cuerpo doler, entonces se descubrió en una carreta en movimiento.Quien la dirigía iba demasiado rápido, por eso los movimientos eran peores que los de costumbre y, por si eso no fuera poco, ella estaba recostada en el suelo húmedo por la tormenta que les caía encima y que ensordecía todo a su alrededor.La chica miró la parte trasera de esa carreta y vio como las cortinas que cerraban la parte trasera de esa caja de madera con ruedas en que la llevaban se estremecieron ante un rayo que iluminó el camino que estaban dejando tras de sí; entonces la azabache de ojos azules se preguntó si habría sido secuestrada de pequeña y no lo recordaba, pues solo eso explicaría esa sensación de deja vú que le estaba invadiendo.Samia movió los pies y se dio cuenta de que estaban atados, movió las manos también y la cuerda con que estuvieron atadas cedió, permitiéndole zafarlas sin dificultad y desat