—Tenemos que irnos de aquí —declaró Samia algo que Cale sabía, pero que se negaba a hacer.Era difícil para él dejarlo todo, por eso no se habían ido antes, pero ahora las condiciones habían empeorado.Él había pensado que tendría oportunidad de aclarar las cosas con el emperador, sin embargo, al intentar salir de su casa, se dio cuenta de que estaba rodeado y que, quienes le estaba cuidando, no parecían simples guaridas.Su vida corría verdadero peligro fuera de su territorio, así que no lo podía dejar.—¿Cómo, Samia? —preguntó el hombre, temeroso del futuro—. ¿Cómo vamos a irnos? Estamos rodeados. Esa gente no nos permitirá poner un segundo pie afuera, antes de lograrlo seremos acribillados por esos que nos vigilan.La azabache se mordió los labios, pretendiendo contener todo aquello que la estaba matando, y provocando que ese dolor de cabeza, que tenía tiempo aguantando, aumentara un poco más.» Tal vez debería entregarme —sugirió el rubio luego de pensarlo un poco más y su esposa
El camino parecía ser tan largo, y ni así sería suficiente para Samia, que deseaba no se terminara jamás, pues al final de este les esperaba lo peor a ella y a dos que amaba.El silencio en el que caminaban era brutal, y el ardor de sus pies era tan desgarrador que tan solo se comparaba con lo que estaba sintiendo su corazón temeroso.Estaba entrando la tarde cuando ellos, con los pies deshechos por tanto caminar, y con algunas heridas por las caídas que habían sufrido en el camino, cruzaron las murallas para llegar al palacio del emperador de Atrumb.Samia no podía más, ni con el miedo que sentía ni con el dolor del alma y, mucho menos, con el cansancio físico que se cargaba. Había escuchado a su hijo llorar por horas, hasta que este se quedó dormido, pues los soldados que les llevaban no les tenían compasión alguna.En la entrada del palacio se anunció la llegada de los archiduques y su hijo, y el emperador de ese imperio se aprontó a recibirlos. Su plan era matarlos en la entrada a
Tenía todo el día vomitando y llorando, lo que había sido obligada a ver había sido la escena más brutal del mundo entero. El cuerpo del archiduque había sido desmembrado en público, siendo ella el espectador principal.A Samia le tocó ver cómo el miembro de su segundo esposo era arrancado, y luego cómo le cortaron las manos y los pies, entonces lo golpearon con un látigo hasta que casi estaba muerto, tal vez por el dolor o quizá por la pérdida de sangre, fue hasta entonces que le cortaron la cabeza y Cale Solero, tras casi una hora de agonía, pudo descansar en paz.La azabache no podía sacarse de la cabeza las brutales imágenes de ese hombre, que la había hecho tan feliz en el tiempo que pasó a su lado, sufriendo por toda la saña con que Leone II había decidido castigarlo por atreverse a tomar a su mujer.La reina no se veía bien, pues se sentía terriblemente mal, y Leonel, como el emperador lo llamaba ahora, tampoco estaba de los mejores ánimos, además de que no quería al rubio ni t
Abrió los ojos cuando su cabeza se estampó con una madera, el golpe fue tan fuerte que sintió todo su cuerpo doler, entonces se descubrió en una carreta en movimiento.Quien la dirigía iba demasiado rápido, por eso los movimientos eran peores que los de costumbre y, por si eso no fuera poco, ella estaba recostada en el suelo húmedo por la tormenta que les caía encima y que ensordecía todo a su alrededor.La chica miró la parte trasera de esa carreta y vio como las cortinas que cerraban la parte trasera de esa caja de madera con ruedas en que la llevaban se estremecieron ante un rayo que iluminó el camino que estaban dejando tras de sí; entonces la azabache de ojos azules se preguntó si habría sido secuestrada de pequeña y no lo recordaba, pues solo eso explicaría esa sensación de deja vú que le estaba invadiendo.Samia movió los pies y se dio cuenta de que estaban atados, movió las manos también y la cuerda con que estuvieron atadas cedió, permitiéndole zafarlas sin dificultad y desat
Leone II abrió los ojos cuando las puertas de su habitación fueron golpeadas con fuerza, entonces la voz del angustiado primer ministro resonó llamándolo con urgencia. El emperador de Cenzalino se incorporó sintiéndose algo enfermo: su cabeza parecía estar a punto de estallar y su estómago era una locura también que estaba por hacerlo vomitar.Ese hombre de ojos verdes llevó sus manos a su rubia cabeza, presionándola un poco, luego talló su cara y se percató de que había humedad en sus ojos y miró con curiosidad las lágrimas en sus manos; fue hasta entonces que recordó ese mal sueño que había tenido minutos atrás donde una mujer que no conocía lloraba desesperada suplicándole que le permitiera ser feliz.El emperador no recordaba haber llorado, así que no podía dejar de intentar recordar un poco más de ese sueño que le había atormentado toda la noche, pero el llamado detrás de la puerta era insistente, así que pensó en dejar de pensar tonterías y en mejor atender lo que fuera que ese
Lo primero que la joven confesó fue saber leer, escribir y calcular, de esa manera podría hacer cosas que sí sabía, porque las tareas domésticas nunca habían sido algo que tuviera que hacer, así que probablemente no lograría hacer ninguna adecuadamente y, debido a que el mayordomo de esa casa había viajado de emergencia a la capital, las habilidades de la joven serían de ayuda para Lora.La mucama principal del territorio pronto descubrió que Mía no solo era inteligente, también era amable, y eso hizo que la joven pronto se ganara el favor y la confianza de todos los trabajadores del territorio, porque, como auxiliar administrativa, que fue el puesto que se le dio temporalmente, en lo que se decidía si se le contrataba, ella fue de mucha utilidad.Aunque al principio le costó que la dejaran trabajar, fue hasta que lo ofreció a manera de pago por sus cuidados médicos, la comida y el alojamiento que había recibido; así fue que ella recorrió el territorio, conociéndolo palmo a palmo y ay
—Eres como un milagro —señaló Corono y Samia levantó los ojos de los papeles que revisaba.—¿A quién le hablas? —preguntó la azabache, mirando a todos lados, pues el comentario de su empleador había salido de la nada, y solo ellos dos estaban en la oficina del joven.—A ti —respondió Corono y la sonrisa burlona de la joven, que había pensado que a su jefe se le había escapado un pensamiento sin querer, se borró por completo de su cara.Esa respuesta era una que la azabache no se esperaba, así que no tenía un plan de acción y se sintió perdida por medio minuto, luego dejó salir el aire que había estado conteniendo durante ese tiempo y sonrió incómodamente.—¿Por qué? —cuestionó la joven antes de garraspar.Por alguna razón, su rostro se sentía algo caliente, y ni hablar de sus orejas que, seguramente, estaban rojas debido al repentino aumento de temperatura en su cuerpo.—Hice cálculos —informó el hombre—, cuando llegamos aquí, y sospeché que limpiar todo y comenzar a tener una vida no
—Sabes —dijo Corono, terminando de revisar el último libro de cuentas luego de que Samia añadiera lo que se había gastado en la fabricación de adobes y en la construcción de casas—, mi padre me advirtió que me mantuviera alejado de las mujeres que gastan más de lo que generan.La boca de Samia se abrió enorme, recibiendo el libro que el hombre le pasaba para que lo guardara, sin poder ocultar la incredulidad que le generaban las palabras de su señor, luego sonrió negando con la cabeza y abrazando ese libro que había recibido y el cuál había trabajado tan arduamente.Ella había sido educada para suprimir sus reacciones, muchas veces incluso sus emociones, pero ahora que ya no era parte de la realeza, apoyada en lo feliz y en lo libre que se sentía, la azabache de ojos azules se había tornado en alguien expresiva y auténtica.—¿Sabes dónde está el dinero que estoy generando? —preguntó la joven, divertida junto a un hombre joven que también sonreía. Para Corono esa chica era la fuente de