Leone II abrió los ojos cuando las puertas de su habitación fueron golpeadas con fuerza, entonces la voz del angustiado primer ministro resonó llamándolo con urgencia. El emperador de Cenzalino se incorporó sintiéndose algo enfermo: su cabeza parecía estar a punto de estallar y su estómago era una locura también que estaba por hacerlo vomitar.Ese hombre de ojos verdes llevó sus manos a su rubia cabeza, presionándola un poco, luego talló su cara y se percató de que había humedad en sus ojos y miró con curiosidad las lágrimas en sus manos; fue hasta entonces que recordó ese mal sueño que había tenido minutos atrás donde una mujer que no conocía lloraba desesperada suplicándole que le permitiera ser feliz.El emperador no recordaba haber llorado, así que no podía dejar de intentar recordar un poco más de ese sueño que le había atormentado toda la noche, pero el llamado detrás de la puerta era insistente, así que pensó en dejar de pensar tonterías y en mejor atender lo que fuera que ese
Lo primero que la joven confesó fue saber leer, escribir y calcular, de esa manera podría hacer cosas que sí sabía, porque las tareas domésticas nunca habían sido algo que tuviera que hacer, así que probablemente no lograría hacer ninguna adecuadamente y, debido a que el mayordomo de esa casa había viajado de emergencia a la capital, las habilidades de la joven serían de ayuda para Lora.La mucama principal del territorio pronto descubrió que Mía no solo era inteligente, también era amable, y eso hizo que la joven pronto se ganara el favor y la confianza de todos los trabajadores del territorio, porque, como auxiliar administrativa, que fue el puesto que se le dio temporalmente, en lo que se decidía si se le contrataba, ella fue de mucha utilidad.Aunque al principio le costó que la dejaran trabajar, fue hasta que lo ofreció a manera de pago por sus cuidados médicos, la comida y el alojamiento que había recibido; así fue que ella recorrió el territorio, conociéndolo palmo a palmo y ay
—Eres como un milagro —señaló Corono y Samia levantó los ojos de los papeles que revisaba.—¿A quién le hablas? —preguntó la azabache, mirando a todos lados, pues el comentario de su empleador había salido de la nada, y solo ellos dos estaban en la oficina del joven.—A ti —respondió Corono y la sonrisa burlona de la joven, que había pensado que a su jefe se le había escapado un pensamiento sin querer, se borró por completo de su cara.Esa respuesta era una que la azabache no se esperaba, así que no tenía un plan de acción y se sintió perdida por medio minuto, luego dejó salir el aire que había estado conteniendo durante ese tiempo y sonrió incómodamente.—¿Por qué? —cuestionó la joven antes de garraspar.Por alguna razón, su rostro se sentía algo caliente, y ni hablar de sus orejas que, seguramente, estaban rojas debido al repentino aumento de temperatura en su cuerpo.—Hice cálculos —informó el hombre—, cuando llegamos aquí, y sospeché que limpiar todo y comenzar a tener una vida no
—Sabes —dijo Corono, terminando de revisar el último libro de cuentas luego de que Samia añadiera lo que se había gastado en la fabricación de adobes y en la construcción de casas—, mi padre me advirtió que me mantuviera alejado de las mujeres que gastan más de lo que generan.La boca de Samia se abrió enorme, recibiendo el libro que el hombre le pasaba para que lo guardara, sin poder ocultar la incredulidad que le generaban las palabras de su señor, luego sonrió negando con la cabeza y abrazando ese libro que había recibido y el cuál había trabajado tan arduamente.Ella había sido educada para suprimir sus reacciones, muchas veces incluso sus emociones, pero ahora que ya no era parte de la realeza, apoyada en lo feliz y en lo libre que se sentía, la azabache de ojos azules se había tornado en alguien expresiva y auténtica.—¿Sabes dónde está el dinero que estoy generando? —preguntó la joven, divertida junto a un hombre joven que también sonreía. Para Corono esa chica era la fuente de
—¡¿Quién eres?! —gritó desesperado, pero no hubo una respuesta, la joven frente a él seguía solo llorando suplicando por poder ser feliz.» ¡Dime quién eres! —ordenó y todo lo que obtuvo fue una intensa ráfaga de viento golpeándole de frente, ahogándolo dolorosamente.Leone II despertó conmocionado, sudando y con la respiración descompasada. No entendía por qué no dejaba de soñar con esa joven que no conocía, y mucho menos entendía todo el daño que esos sueños raros le hacían.«¿Será que ella era alguien que estaba en peligro a quién debía encontrar rescatar y hacer feliz?» Eso era lo único que podía concluir y, aunque al inicio le pareció una locura, tras dos años de soñarla continuamente, pidiéndole siempre por ser feliz, estaba casi seguro de que eso era justo lo que tenía qué hacer.Ahora solo tenía dos cosas por resolver: saber quién era ella y descubrir en dónde estaba.Pensando en que no tenía caso seguir torturándose con eso, el rubio de ojos verdes dejó la cama, a pesar de qu
Tras escuchar a su hijo declarando sus intenciones con su asistente, el duque de Elliot le miró asombrado.Mía era hermosa, sí, y muy inteligente, pero era una simple plebeya; y los nobles no se casaban con plebeyos porque estos últimos no podían darles beneficios ni políticos, ni económicos.Aún así, esa joven genio, aún sin apellido, sin familia y sin conexiones, le estaban dando suficiente a ese joven hombre y a su familia, así que no es como que repudiara la idea del todo, aunque no podía darle el visto bueno sabiendo que ella difícilmente sería bien vista en la sociedad, por eso el actual duque dudó un poco antes de decirle algo a su hijo.—¿Estás seguro de ello? —preguntó el hombre de cabello cano y, tras ver asentir a su hijo sin vacilar, respiró profundo—. Supongo que has considerado lo difícil que será para esa joven ser aceptada en nuestra sociedad, y también todas las dificultades que te podría traer, a ti, un matrimonio con ella, ¿no?Corono no respondió, y no porque no hu
—¿Eres feliz? —preguntó un hombre de casi sesenta años, de cabello gris claro y de piel muy clara.Por esa pregunta, Samia sintió una intrigante sensación de deja vú que le tiró en el desasosiego en cuestión de segundos.—Lo soy —aseguró la joven, que tenía en la cabeza la clara sensación de que esa pregunta se la había hecho su tío ya, a pesar de que no era capaz de recordarlo haciéndola—. Al inicio fue difícil, porque me tocó aceptar que era un estorbó para mi hermano y mi reino, pero ahora, que he pasado por tanto, no solo soy feliz, estoy orgullosa de mí y de todo lo que he logrado gracias a Corono.—¿Lo amas? —preguntó Saulo Dunant, tomando la mano de su amada sobrina antes de entregarle su nueva identidad y su nuevo nombre: su hija Mía Dunant.—Como nunca he amado en la vida —aseguró la azabache, sonriendo plenamente feliz—. Él me hace sentir segura, me impulsa a hacer cosas nuevas y me apoya siempre que algo surge. Estoy completamente segura de que no podría ser feliz al lado d
—La fiebre es muy alta —declaró el joven Corono que, tras ver desfallecer a su futura esposa, no la había visto recuperar la conciencia en casi diez horas, y su fiebre no cedía por más que le aplicaban compresas frías en la frente y cuello. Corono escuchó a la joven Mía quejarse de nuevo, como si algo le doliera demasiado o como si estuviera encerrada en un mal sueño y su ansiedad creció un poco más. —¿Será alguna enfermedad? —preguntó Carlo y su hijo alzó los hombros en señal de no saber, negando incluso con la cabeza—, creo que lo mejor será que llamemos a un médico. El joven futuro duque de Elliot asintió y aceptó el ofrecimiento de su padre para hacerlo, entonces lo vio salir de la habitación de su amada y la miró de nuevo a ella, tomando su mano para darle un poco de consuelo sin que ella se enterara. Mía no sabía qué ocurría a su alrededor, al menos no en la realidad, porque en la pesadilla en que estaba atrapada estaba un hombre rubio de ojos verdes asesinándola una y otra v