CAPÍTULO 30

Tras escuchar a su hijo declarando sus intenciones con su asistente, el duque de Elliot le miró asombrado.

Mía era hermosa, sí, y muy inteligente, pero era una simple plebeya; y los nobles no se casaban con plebeyos porque estos últimos no podían darles beneficios ni políticos, ni económicos.

Aún así, esa joven genio, aún sin apellido, sin familia y sin conexiones, le estaban dando suficiente a ese joven hombre y a su familia, así que no es como que repudiara la idea del todo, aunque no podía darle el visto bueno sabiendo que ella difícilmente sería bien vista en la sociedad, por eso el actual duque dudó un poco antes de decirle algo a su hijo.

—¿Estás seguro de ello? —preguntó el hombre de cabello cano y, tras ver asentir a su hijo sin vacilar, respiró profundo—. Supongo que has considerado lo difícil que será para esa joven ser aceptada en nuestra sociedad, y también todas las dificultades que te podría traer, a ti, un matrimonio con ella, ¿no?

Corono no respondió, y no porque no hu
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