CAPÍTULO 36

Sin saber cómo, con las piernas temblando cual gelatina y los nervios de punta, la joven azabache de ojos azules tomó mucho aire para contener las náuseas y caminó hasta su esposo, a quién se aferró con fuerza una vez que lo tuvo a su alcance.

Mía necesitaba sentirse segura y él era al único a quien podía acudir para refugiarse, pues estaba segura de que él podía protegerla incluso de sí misma, que quizá era uno de sus peores enemigos cuando la inseguridad y el miedo le ganaban.

Corono la sintió tan mal que le abrazó con fuerza a pesar de estar en público y de que no sería bien visto, pero la suplica implícita en el tembloroso andar de su esposa era algo que le preocupaba, y mucho.

Mía, comenzando a lagrimear, se escondió en el pecho de su amado mientras una dulce melodía les permitía respirar profundo y tranquilizar sus corazones bailando uno al lado del otro, entonces, mientras la pista se llenaba de parejas luego de que ellos inauguraran el baile, el matrimonio de Corono y Mía Elli
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