CAPÍTULO 35
Tal vez fue volver a dormir bien lo que hizo que los nervios de la joven se tranquilizaran y le permitieran volver a ser racional, porque, tras una semana compartiendo cama con el hombre que amaba, ella volvió a despertar sin tanto miedo.

Pero no, no todas sus inquietudes desaparecieron de la noche a la mañana; era imposible dejar todos sus miedos de lado del todo porque, de ser descubierta, que ahora le sonaba improbable aunque no imposible, las consecuencias a enfrentar serían terribles, prueba de ello era que su hermano menor y todos sus más leales súbditos estaban muertos ahora.

Pero era verdad, tal como su ahora padre le había dicho en una de las cartas, su parentesco con Salomo era nula, así que eso no la ponía en riesgo alguno.

—¿En qué piensas? —preguntó Corono, viendo a su futura esposa sentada, recargada a la cabecera de madera y mirando a la nada mientras abrazaba la cobija que le había cubierto el frío de la noche anterior.

—En nada —aseguró Mía luego de mirar al hombre
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