Sin saber cómo, con las piernas temblando cual gelatina y los nervios de punta, la joven azabache de ojos azules tomó mucho aire para contener las náuseas y caminó hasta su esposo, a quién se aferró con fuerza una vez que lo tuvo a su alcance.Mía necesitaba sentirse segura y él era al único a quien podía acudir para refugiarse, pues estaba segura de que él podía protegerla incluso de sí misma, que quizá era uno de sus peores enemigos cuando la inseguridad y el miedo le ganaban.Corono la sintió tan mal que le abrazó con fuerza a pesar de estar en público y de que no sería bien visto, pero la suplica implícita en el tembloroso andar de su esposa era algo que le preocupaba, y mucho.Mía, comenzando a lagrimear, se escondió en el pecho de su amado mientras una dulce melodía les permitía respirar profundo y tranquilizar sus corazones bailando uno al lado del otro, entonces, mientras la pista se llenaba de parejas luego de que ellos inauguraran el baile, el matrimonio de Corono y Mía Elli
—¿Cómo era tu mamá? —preguntó Corono, curioso por saber mucho más de la mujer de su vida. —Mamá era perfecta —declaró la joven en un tono apagado, estirando la mano para que su esposo la tomara y así jalarlo a sentarse a su lado en ese lugar en que ella estaba—, siempre dijo que yo debía ser feliz, y pensé que sería feliz siendo la princesa de Lutenia, por eso me esforcé demasiado, pero, sabes, ahora que no soy la princesa sé que soy mucho más feliz ahora de lo que pude haber llegado a ser como Samia Lutze. Corono sonrió. Él también estaba muy feliz de que esa joven hubiera tenido la oportunidad de dejar de ser la princesa de Lutenia, de otra manera sería la esposa del emperador en lugar de la suya, y esa podría ser una historia que no terminara feliz para ninguno de los tres. » Lamento haberte dejado solo hoy —dijo la chica, recargando su cabeza en el hombro de su esposo—, pero tenía tantos recuerdos y sentimientos por recoger y acomodar, que no tenía cabeza para otra cosa. —No te
—¿Será que no se va a ir jamás? —preguntó Mía, desesperada, y Corono sonrió entre preocupado y divertido. Ver a su esposa molesta, pero ya no tan nerviosa, le gustaba un montón. Y es que, con el paso de los días, y ver que el otro no hacía mucho más que saludarla a la hora de la comida, había ayudado a la joven a entender que nada malo pasaría. De todas formas, legalmente ella ya ni siquiera tenía un apellido de Lutenia, además, no había nadie en ese lugar, exceptuando su esposo, que supiera su realidad, y seguro era que él no diría nada al emperador. Aun así, Mía seguía evitando encontrárselo, porque algo dentro de ella seguía sugiriendo que él era peligroso, sobre todo esas pesadillas que se intensificaron recién él llegó al nuevo ducado de Elliot, ayudando a que su estado nervioso fuera más bien alterado. —Tal vez son sus vacaciones —declaró el castaño de ojos miel, terminando de vestirse para dormir mientras su esposa le esperaba ya en la cama. —Pues qué mala elección hizo —re
—La llevaré conmigo —dijo Leone y Mía, que sentía que no podía mover ni un musculo, ganó el valor para ponerse en pie.Necesitaba salir de ese lugar, porque seguro del palacio no podría huir, y no quería tener que pasar por lo que había pasado recién por el resto de su vida.Se puso su vestido roto y saltó por la ventana procurando caer en la frondosidad de los matorrales que rodeaban parte de la casona en que vivían.Sintió un fuerte pinchazo en un hombro, que le dejó sin aire, pero no podía dejar que el dolor la detuviera, porque si ese hombre la alcanzaba sería el final para su libertad.Mía se puso en pie sin darse cuenta de que estaba sangrando, y comenzó a correr con fuerza por uno de los jardines que conectaban al bosque, pensando que era la única manera de salir porque, en su camino, aunque no vio muchos guardias del emperador, no vio a absolutamente ninguno de sus empleados.El camino era horrible, Mía no solo estaba descalza, también estaba muy herida, y le dolía cada paso q
Mía abrió los ojos y se sintió terrible, su cuerpo dolía completo, sobre todo su cabeza y hombro, y no tenía energía ni para pedir un vaso de agua, que sentía necesitaba para no morir. Sus lágrimas recorrieron sus sienes, desde la comisura externa de sus ojos hasta el nacimiento del cabello sobre sus orejas, y ahí se perdieron mientras miraba un techo que ni siquiera conocía, aunque no se dio cuenta de eso en un primer momento. —¡Mía! —exclamó con sorpresa el conde Saulo Dunant, que alrededor de doce veces al día la visitaba para confirmar su estado—. Gracias al cielo que, por fin, despiertas. ¿Cómo te sientes? ¿te duele algo? ¿tienes hambre? Necesitas saber que tienes poco más de una semana dormida, luchando con la fiebre. Tu herida del hombro era severa. —A... gua —alcanzó a vociferar la joven y luego volvió a llorar, porque todo lo que había vivido seguía agolpándose en su cabeza. No entendía por qué era su supuesto padre, y no su esposo, quien estaba a su lado, pero, ya que no
—Es lo mejor —aseguró el conde Acreano y todos los presentes se miraron entre sí. También lo sabían, sabían que lo mejor era quitar del poder a un hombre que estaba utilizando su poder para encontrar a una mujer que ni siquiera era suya, porque la mayoría habían sido invitados a la boda del joven Corono, y esa era, sin duda alguna, su difunta mujer. Corono también asintió. Aunque pareciera ser que su participación en eso era personal, la verdad era que no podía seguir bajo el yugo de una persona que había perdido la cordura porque, se mirara desde donde se mirara, arrebatarle la esposa a un amigo no era algo que haría una persona cuerda. —El problema será conseguir armas y ejército —dijo alguien más, pues era claro que la fuerza bélica de la capital del imperio estaba bajo el mando del hombre más poderoso de ese lugar. —Considero que sería prudente investigar qué personas, de otros reinos, se encuentran inconformes con el desempeño del emperador, sobre todo personas nobles y de la
Aunque sonaba ilógico, Cale Solero decidió poner atención a lo que a su alrededor se rumoraba, además de a las acciones y gestos del emperador, y pudo darse cuenta de algo que no habría logrado ver si no hubiera estado paranoico gracias a los sueños de esa joven que ahora protegía. Pero no, no es que creyera en cosas como sueños premonitorios, simplemente había algo que no le permitía dudar de ella, y eso era que su corazón seguía gritando que ella era importante para él, a pesar de que nunca antes la había visto. Cale decidió tomar precauciones, y la única manera de sobrevivir a la ira infundada del emperador era haciendo justo lo que él temía: formando su propia facción para tener quien le protegiera las espaldas y lo alertara del peligro que ese hombre pudiera planear para él en algún momento dado. Mía, por su parte, continuaba con las pesadillas, cada vez más reales, si alguien se lo preguntaba, y también mucho más ilógicas cada vez, también. En sus nuevos sueños aparecía el hom
—Soy una mujer casada —declaró la joven en un tono casi defensivo, incluso se puso de pie al decirlo, dando un par de pasos lejos de ese hombre que la había puesto tan nerviosa con tan solo unas palabras. —Sí —concordó el archiduque de Solero—, Mía Elliot es una mujer casada, pero la mujer en que necesitamos te conviertas para seguirte protegiendo no lo será, y necesitarás un vínculo fuerte conmigo para poderte proteger de todos, incluyendo a la reina y el emperador de este imperio. Mía le miró casi aterrada, pero lo que el hombre decía tenía tanta lógica que no sabía cómo refutarlo. » Mía —habló Cale, dejando también el sofá en que había estado sentado y caminando hacia una joven que, al sentirlo demasiado cerca, retrocedió un poco más, provocando que Cale suspirara y se rindiera de alcanzarla—, sé que es complicado, pero esa la mejor manera; además, tienes que tener en cuenta que en Cenzalino has sido declarada muerta, por eso, justo ahora, no eres nadie, y necesitas una identidad