CAPÍTULO 39

—La llevaré conmigo —dijo Leone y Mía, que sentía que no podía mover ni un musculo, ganó el valor para ponerse en pie.

Necesitaba salir de ese lugar, porque seguro del palacio no podría huir, y no quería tener que pasar por lo que había pasado recién por el resto de su vida.

Se puso su vestido roto y saltó por la ventana procurando caer en la frondosidad de los matorrales que rodeaban parte de la casona en que vivían.

Sintió un fuerte pinchazo en un hombro, que le dejó sin aire, pero no podía dejar que el dolor la detuviera, porque si ese hombre la alcanzaba sería el final para su libertad.

Mía se puso en pie sin darse cuenta de que estaba sangrando, y comenzó a correr con fuerza por uno de los jardines que conectaban al bosque, pensando que era la única manera de salir porque, en su camino, aunque no vio muchos guardias del emperador, no vio a absolutamente ninguno de sus empleados.

El camino era horrible, Mía no solo estaba descalza, también estaba muy herida, y le dolía cada paso q
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