Mía abrió los ojos y se sintió terrible, su cuerpo dolía completo, sobre todo su cabeza y hombro, y no tenía energía ni para pedir un vaso de agua, que sentía necesitaba para no morir. Sus lágrimas recorrieron sus sienes, desde la comisura externa de sus ojos hasta el nacimiento del cabello sobre sus orejas, y ahí se perdieron mientras miraba un techo que ni siquiera conocía, aunque no se dio cuenta de eso en un primer momento. —¡Mía! —exclamó con sorpresa el conde Saulo Dunant, que alrededor de doce veces al día la visitaba para confirmar su estado—. Gracias al cielo que, por fin, despiertas. ¿Cómo te sientes? ¿te duele algo? ¿tienes hambre? Necesitas saber que tienes poco más de una semana dormida, luchando con la fiebre. Tu herida del hombro era severa. —A... gua —alcanzó a vociferar la joven y luego volvió a llorar, porque todo lo que había vivido seguía agolpándose en su cabeza. No entendía por qué era su supuesto padre, y no su esposo, quien estaba a su lado, pero, ya que no
—Es lo mejor —aseguró el conde Acreano y todos los presentes se miraron entre sí. También lo sabían, sabían que lo mejor era quitar del poder a un hombre que estaba utilizando su poder para encontrar a una mujer que ni siquiera era suya, porque la mayoría habían sido invitados a la boda del joven Corono, y esa era, sin duda alguna, su difunta mujer. Corono también asintió. Aunque pareciera ser que su participación en eso era personal, la verdad era que no podía seguir bajo el yugo de una persona que había perdido la cordura porque, se mirara desde donde se mirara, arrebatarle la esposa a un amigo no era algo que haría una persona cuerda. —El problema será conseguir armas y ejército —dijo alguien más, pues era claro que la fuerza bélica de la capital del imperio estaba bajo el mando del hombre más poderoso de ese lugar. —Considero que sería prudente investigar qué personas, de otros reinos, se encuentran inconformes con el desempeño del emperador, sobre todo personas nobles y de la
Aunque sonaba ilógico, Cale Solero decidió poner atención a lo que a su alrededor se rumoraba, además de a las acciones y gestos del emperador, y pudo darse cuenta de algo que no habría logrado ver si no hubiera estado paranoico gracias a los sueños de esa joven que ahora protegía. Pero no, no es que creyera en cosas como sueños premonitorios, simplemente había algo que no le permitía dudar de ella, y eso era que su corazón seguía gritando que ella era importante para él, a pesar de que nunca antes la había visto. Cale decidió tomar precauciones, y la única manera de sobrevivir a la ira infundada del emperador era haciendo justo lo que él temía: formando su propia facción para tener quien le protegiera las espaldas y lo alertara del peligro que ese hombre pudiera planear para él en algún momento dado. Mía, por su parte, continuaba con las pesadillas, cada vez más reales, si alguien se lo preguntaba, y también mucho más ilógicas cada vez, también. En sus nuevos sueños aparecía el hom
—Soy una mujer casada —declaró la joven en un tono casi defensivo, incluso se puso de pie al decirlo, dando un par de pasos lejos de ese hombre que la había puesto tan nerviosa con tan solo unas palabras. —Sí —concordó el archiduque de Solero—, Mía Elliot es una mujer casada, pero la mujer en que necesitamos te conviertas para seguirte protegiendo no lo será, y necesitarás un vínculo fuerte conmigo para poderte proteger de todos, incluyendo a la reina y el emperador de este imperio. Mía le miró casi aterrada, pero lo que el hombre decía tenía tanta lógica que no sabía cómo refutarlo. » Mía —habló Cale, dejando también el sofá en que había estado sentado y caminando hacia una joven que, al sentirlo demasiado cerca, retrocedió un poco más, provocando que Cale suspirara y se rindiera de alcanzarla—, sé que es complicado, pero esa la mejor manera; además, tienes que tener en cuenta que en Cenzalino has sido declarada muerta, por eso, justo ahora, no eres nadie, y necesitas una identidad
Los inconformes eran muchos, pero el poder bélico de Leone II era demasiado como para solo tirarse a pelear contra él, sobre todo si tenían en cuenta que ese hombre parecía dispuesto a cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos, él estaba incluso dispuesto a infringir su propia ley. Necesitaban un plan totalmente efectivo y otros cuántos de respaldo, por si acaso. Al grupo de nobles inconformes no les fue difícil encontrar ese respaldo, porque Leone estaba tan concentrado en su m*****a obsesión que había dejado de lado al imperio, ya todos lo comenzaban a notar y a preocuparse por ello, pues les comenzaba a afectar. Las solicitudes y peticiones no estaban siendo atendidas, los apoyos imperiales se habían detenido y, sobre todo, los acuerdos comerciales se estaban retrasando con riesgo a incumplirse. Todo sería un caos pronto, y todos lo sabían. Lo más efectivo, según todos, era destituir al emperador; pero, mientras él fuera el emperador, sus acciones, aunque para ellos fuer
Pasaron un par de semanas, semanas en que esa joven de ahora nombre Messina Solero comenzó a ganar aliento, incluso fue capaz de comenzar a ayudar con la administración de la casa, porque aún no tenía las fuerzas suficientes de encargarse de todo lo que le correspondía. No era raro que lo quisiera intentar, pues, en todas sus identidades pasadas, ella siempre había trabajado por el bien de muchos, y había sido administradora de sus hogares, también. Sabía hacerlo y, mientras mejor se sentía física y emocionalmente, más quería la joven hacer algo de provecho, pues le resultaba aburrido estar sin hacer nada. Sus inicios se notaron, la casa, que había estado siendo administrada por el viejo mayordomo de Solero y su esposa, ama de llaves y también bastante mayor, había estado funcionando más por costumbre que por su diligencia, que ya no era la misma de años atrás. Messina inició con la evaluación de los empleados de la casa, incluso los entrevistó a todos, e hizo un eficaz reacomodo de
—No quiero ir —declaró Cale y Messina alzó las cejas tras suspirar—, y mucho menos quiero llevarte conmigo. Es claro lo que pretenden hacer, lo más probable es que ni tú ni yo, y mucho menos nuestro hijo, regresemos vivos del palacio imperial. La azabache tragó saliva, intentando deshacerse de la angustia que tenía anudada en la garganta. No es como que ella no tuviera conocimiento del tipo de situaciones que ocurrían a los que estaban cerca o en el poder; es decir, siendo princesa, desde muy niña siempre estuvo en la mira de alguien, y la habían intentado sacar del mundo en más de una ocasión. —Pues no parece que podamos negarnos —señaló la joven haciendo alusión al carácter de obligatorio que señalaba la carta y que, aunque había pretendido ser un tipo de juego, la verdad era que esa orden era una amenaza para ellos si es que se atrevían a osar faltar. Cale asintió y, tras dar por enterada a su esposa, fue él mismo a prepararse para salir mientras las doncellas de su esposa la pre
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Cale que, no sabía si era por rabia o por adrenalina, no podía dejar de temblar luego de lo vivido—. ¿Cómo supiste que esa taza estaba envenenada? —Pues porque hicieron muy evidente que esa taza era la mía, y eso era raro teniendo en cuenta que todas las tazas parecían iguales —respondió Messina, que en realidad no se sintió en peligro en ningún momento. —No, pero antes —señaló el hombre—. ¿Por qué cambiaste de asiento antes? ¿De verdad en Cenzalino se sientan diferentes? —No —confesó la chica—, pero el rostro de la reina era tan insidioso que me molesté y pensé en sentarme a la derecha de su esposo para molestarla. Cale, que primero se sintió confundido por la respuesta, terminó riendo a carcajadas por la ocurrencia de esa joven. Definitivamente eso era algo que molestaría a la tercera reina, que se sentía amenazada por cuanta mujer pasaba frente al emperador, y su esposa era demasiado bella como para que la monarca no lo notara. —De todas formas —hab