Tras escuchar a su hijo declarando sus intenciones con su asistente, el duque de Elliot le miró asombrado.Mía era hermosa, sí, y muy inteligente, pero era una simple plebeya; y los nobles no se casaban con plebeyos porque estos últimos no podían darles beneficios ni políticos, ni económicos.Aún así, esa joven genio, aún sin apellido, sin familia y sin conexiones, le estaban dando suficiente a ese joven hombre y a su familia, así que no es como que repudiara la idea del todo, aunque no podía darle el visto bueno sabiendo que ella difícilmente sería bien vista en la sociedad, por eso el actual duque dudó un poco antes de decirle algo a su hijo.—¿Estás seguro de ello? —preguntó el hombre de cabello cano y, tras ver asentir a su hijo sin vacilar, respiró profundo—. Supongo que has considerado lo difícil que será para esa joven ser aceptada en nuestra sociedad, y también todas las dificultades que te podría traer, a ti, un matrimonio con ella, ¿no?Corono no respondió, y no porque no hu
—¿Eres feliz? —preguntó un hombre de casi sesenta años, de cabello gris claro y de piel muy clara.Por esa pregunta, Samia sintió una intrigante sensación de deja vú que le tiró en el desasosiego en cuestión de segundos.—Lo soy —aseguró la joven, que tenía en la cabeza la clara sensación de que esa pregunta se la había hecho su tío ya, a pesar de que no era capaz de recordarlo haciéndola—. Al inicio fue difícil, porque me tocó aceptar que era un estorbó para mi hermano y mi reino, pero ahora, que he pasado por tanto, no solo soy feliz, estoy orgullosa de mí y de todo lo que he logrado gracias a Corono.—¿Lo amas? —preguntó Saulo Dunant, tomando la mano de su amada sobrina antes de entregarle su nueva identidad y su nuevo nombre: su hija Mía Dunant.—Como nunca he amado en la vida —aseguró la azabache, sonriendo plenamente feliz—. Él me hace sentir segura, me impulsa a hacer cosas nuevas y me apoya siempre que algo surge. Estoy completamente segura de que no podría ser feliz al lado d
—La fiebre es muy alta —declaró el joven Corono que, tras ver desfallecer a su futura esposa, no la había visto recuperar la conciencia en casi diez horas, y su fiebre no cedía por más que le aplicaban compresas frías en la frente y cuello. Corono escuchó a la joven Mía quejarse de nuevo, como si algo le doliera demasiado o como si estuviera encerrada en un mal sueño y su ansiedad creció un poco más. —¿Será alguna enfermedad? —preguntó Carlo y su hijo alzó los hombros en señal de no saber, negando incluso con la cabeza—, creo que lo mejor será que llamemos a un médico. El joven futuro duque de Elliot asintió y aceptó el ofrecimiento de su padre para hacerlo, entonces lo vio salir de la habitación de su amada y la miró de nuevo a ella, tomando su mano para darle un poco de consuelo sin que ella se enterara. Mía no sabía qué ocurría a su alrededor, al menos no en la realidad, porque en la pesadilla en que estaba atrapada estaba un hombre rubio de ojos verdes asesinándola una y otra v
Abrió los ojos sintiéndose vacío, y el rostro de la joven que dormía en su lecho le resultó desagradable a pesar de lo hermosa que ella era. Recordando lo que le había hecho la noche anterior, Leone pensó que se había pasado con ella, y culpó al alcohol luego de que una aguda punzada aguda atravesara su cabeza, obligándole a cerrar los ojos para intentar aminorar su dolor sin lograrlo, por eso gruñó un poco poniéndose de pie. Dejó su habitación y se metió en la tina de agua caliente que antes, cuando despertó, sus sirvientes le hubieran anunciado estaba lista, y ahí se notó algo de sangre en el tobillo. Eso le dio algo de curiosidad, pero, al revisarse y notar que su pie no tenía ninguna herida, decidió no darle importancia y disfrutar del agua caliente tanto como fuera posible. Salió del baño directo a la habitación donde sus atuendos eran guardados, y ahí, tras ser ayudado a vestirse, pidió a sus damas que llevaran a la reina al palacio Anémonas, donde se hospedaría en lo delante,
“Todos fueron ejecutados.” leyó Mía y se quedó sin respiración. Aunque ya se lo esperaba, por ofender al emperador, saber que los que mucho tiempo consideró como su familia ya no estaban le daba tremendo dolor de cabeza y le oprimía el corazón. “Hay una brigada de búsqueda para encontrar a Samia, pero, al parecer, todos los registros del palacio sobre ella desaparecieron, y también sobre sus trabajadores, así que nadie sabe cómo es que ella luce.” Las palabras de su falso padre intentaban transmitirle un poco de paz, pero ni saber que era casi imposible dar con ella desaparecía el desasosiego que la joven de cabello negro y de ojos azules estaba sintiendo. Mía respiró profundo y luego volvió a llorar sin control. Estaba aterrada de lo que iba a pasar con ella y, sobre todo, estaba aterrada de lo que pasaría con su futuro esposo y su gente si el emperador descubriera su verdadera identidad y diera con ella. «¿Debería irme?» se preguntó y negó con la cabeza insistentemente. Ese era
Tal vez fue volver a dormir bien lo que hizo que los nervios de la joven se tranquilizaran y le permitieran volver a ser racional, porque, tras una semana compartiendo cama con el hombre que amaba, ella volvió a despertar sin tanto miedo. Pero no, no todas sus inquietudes desaparecieron de la noche a la mañana; era imposible dejar todos sus miedos de lado del todo porque, de ser descubierta, que ahora le sonaba improbable aunque no imposible, las consecuencias a enfrentar serían terribles, prueba de ello era que su hermano menor y todos sus más leales súbditos estaban muertos ahora. Pero era verdad, tal como su ahora padre le había dicho en una de las cartas, su parentesco con Salomo era nula, así que eso no la ponía en riesgo alguno. —¿En qué piensas? —preguntó Corono, viendo a su futura esposa sentada, recargada a la cabecera de madera y mirando a la nada mientras abrazaba la cobija que le había cubierto el frío de la noche anterior. —En nada —aseguró Mía luego de mirar al hombre
Sin saber cómo, con las piernas temblando cual gelatina y los nervios de punta, la joven azabache de ojos azules tomó mucho aire para contener las náuseas y caminó hasta su esposo, a quién se aferró con fuerza una vez que lo tuvo a su alcance.Mía necesitaba sentirse segura y él era al único a quien podía acudir para refugiarse, pues estaba segura de que él podía protegerla incluso de sí misma, que quizá era uno de sus peores enemigos cuando la inseguridad y el miedo le ganaban.Corono la sintió tan mal que le abrazó con fuerza a pesar de estar en público y de que no sería bien visto, pero la suplica implícita en el tembloroso andar de su esposa era algo que le preocupaba, y mucho.Mía, comenzando a lagrimear, se escondió en el pecho de su amado mientras una dulce melodía les permitía respirar profundo y tranquilizar sus corazones bailando uno al lado del otro, entonces, mientras la pista se llenaba de parejas luego de que ellos inauguraran el baile, el matrimonio de Corono y Mía Elli
—¿Cómo era tu mamá? —preguntó Corono, curioso por saber mucho más de la mujer de su vida. —Mamá era perfecta —declaró la joven en un tono apagado, estirando la mano para que su esposo la tomara y así jalarlo a sentarse a su lado en ese lugar en que ella estaba—, siempre dijo que yo debía ser feliz, y pensé que sería feliz siendo la princesa de Lutenia, por eso me esforcé demasiado, pero, sabes, ahora que no soy la princesa sé que soy mucho más feliz ahora de lo que pude haber llegado a ser como Samia Lutze. Corono sonrió. Él también estaba muy feliz de que esa joven hubiera tenido la oportunidad de dejar de ser la princesa de Lutenia, de otra manera sería la esposa del emperador en lugar de la suya, y esa podría ser una historia que no terminara feliz para ninguno de los tres. » Lamento haberte dejado solo hoy —dijo la chica, recargando su cabeza en el hombro de su esposo—, pero tenía tantos recuerdos y sentimientos por recoger y acomodar, que no tenía cabeza para otra cosa. —No te