—La fiebre es muy alta —declaró el joven Corono que, tras ver desfallecer a su futura esposa, no la había visto recuperar la conciencia en casi diez horas, y su fiebre no cedía por más que le aplicaban compresas frías en la frente y cuello. Corono escuchó a la joven Mía quejarse de nuevo, como si algo le doliera demasiado o como si estuviera encerrada en un mal sueño y su ansiedad creció un poco más. —¿Será alguna enfermedad? —preguntó Carlo y su hijo alzó los hombros en señal de no saber, negando incluso con la cabeza—, creo que lo mejor será que llamemos a un médico. El joven futuro duque de Elliot asintió y aceptó el ofrecimiento de su padre para hacerlo, entonces lo vio salir de la habitación de su amada y la miró de nuevo a ella, tomando su mano para darle un poco de consuelo sin que ella se enterara. Mía no sabía qué ocurría a su alrededor, al menos no en la realidad, porque en la pesadilla en que estaba atrapada estaba un hombre rubio de ojos verdes asesinándola una y otra v
Abrió los ojos sintiéndose vacío, y el rostro de la joven que dormía en su lecho le resultó desagradable a pesar de lo hermosa que ella era. Recordando lo que le había hecho la noche anterior, Leone pensó que se había pasado con ella, y culpó al alcohol luego de que una aguda punzada aguda atravesara su cabeza, obligándole a cerrar los ojos para intentar aminorar su dolor sin lograrlo, por eso gruñó un poco poniéndose de pie. Dejó su habitación y se metió en la tina de agua caliente que antes, cuando despertó, sus sirvientes le hubieran anunciado estaba lista, y ahí se notó algo de sangre en el tobillo. Eso le dio algo de curiosidad, pero, al revisarse y notar que su pie no tenía ninguna herida, decidió no darle importancia y disfrutar del agua caliente tanto como fuera posible. Salió del baño directo a la habitación donde sus atuendos eran guardados, y ahí, tras ser ayudado a vestirse, pidió a sus damas que llevaran a la reina al palacio Anémonas, donde se hospedaría en lo delante,
“Todos fueron ejecutados.” leyó Mía y se quedó sin respiración. Aunque ya se lo esperaba, por ofender al emperador, saber que los que mucho tiempo consideró como su familia ya no estaban le daba tremendo dolor de cabeza y le oprimía el corazón. “Hay una brigada de búsqueda para encontrar a Samia, pero, al parecer, todos los registros del palacio sobre ella desaparecieron, y también sobre sus trabajadores, así que nadie sabe cómo es que ella luce.” Las palabras de su falso padre intentaban transmitirle un poco de paz, pero ni saber que era casi imposible dar con ella desaparecía el desasosiego que la joven de cabello negro y de ojos azules estaba sintiendo. Mía respiró profundo y luego volvió a llorar sin control. Estaba aterrada de lo que iba a pasar con ella y, sobre todo, estaba aterrada de lo que pasaría con su futuro esposo y su gente si el emperador descubriera su verdadera identidad y diera con ella. «¿Debería irme?» se preguntó y negó con la cabeza insistentemente. Ese era
Tal vez fue volver a dormir bien lo que hizo que los nervios de la joven se tranquilizaran y le permitieran volver a ser racional, porque, tras una semana compartiendo cama con el hombre que amaba, ella volvió a despertar sin tanto miedo. Pero no, no todas sus inquietudes desaparecieron de la noche a la mañana; era imposible dejar todos sus miedos de lado del todo porque, de ser descubierta, que ahora le sonaba improbable aunque no imposible, las consecuencias a enfrentar serían terribles, prueba de ello era que su hermano menor y todos sus más leales súbditos estaban muertos ahora. Pero era verdad, tal como su ahora padre le había dicho en una de las cartas, su parentesco con Salomo era nula, así que eso no la ponía en riesgo alguno. —¿En qué piensas? —preguntó Corono, viendo a su futura esposa sentada, recargada a la cabecera de madera y mirando a la nada mientras abrazaba la cobija que le había cubierto el frío de la noche anterior. —En nada —aseguró Mía luego de mirar al hombre
Sin saber cómo, con las piernas temblando cual gelatina y los nervios de punta, la joven azabache de ojos azules tomó mucho aire para contener las náuseas y caminó hasta su esposo, a quién se aferró con fuerza una vez que lo tuvo a su alcance.Mía necesitaba sentirse segura y él era al único a quien podía acudir para refugiarse, pues estaba segura de que él podía protegerla incluso de sí misma, que quizá era uno de sus peores enemigos cuando la inseguridad y el miedo le ganaban.Corono la sintió tan mal que le abrazó con fuerza a pesar de estar en público y de que no sería bien visto, pero la suplica implícita en el tembloroso andar de su esposa era algo que le preocupaba, y mucho.Mía, comenzando a lagrimear, se escondió en el pecho de su amado mientras una dulce melodía les permitía respirar profundo y tranquilizar sus corazones bailando uno al lado del otro, entonces, mientras la pista se llenaba de parejas luego de que ellos inauguraran el baile, el matrimonio de Corono y Mía Elli
—¿Cómo era tu mamá? —preguntó Corono, curioso por saber mucho más de la mujer de su vida. —Mamá era perfecta —declaró la joven en un tono apagado, estirando la mano para que su esposo la tomara y así jalarlo a sentarse a su lado en ese lugar en que ella estaba—, siempre dijo que yo debía ser feliz, y pensé que sería feliz siendo la princesa de Lutenia, por eso me esforcé demasiado, pero, sabes, ahora que no soy la princesa sé que soy mucho más feliz ahora de lo que pude haber llegado a ser como Samia Lutze. Corono sonrió. Él también estaba muy feliz de que esa joven hubiera tenido la oportunidad de dejar de ser la princesa de Lutenia, de otra manera sería la esposa del emperador en lugar de la suya, y esa podría ser una historia que no terminara feliz para ninguno de los tres. » Lamento haberte dejado solo hoy —dijo la chica, recargando su cabeza en el hombro de su esposo—, pero tenía tantos recuerdos y sentimientos por recoger y acomodar, que no tenía cabeza para otra cosa. —No te
—¿Será que no se va a ir jamás? —preguntó Mía, desesperada, y Corono sonrió entre preocupado y divertido. Ver a su esposa molesta, pero ya no tan nerviosa, le gustaba un montón. Y es que, con el paso de los días, y ver que el otro no hacía mucho más que saludarla a la hora de la comida, había ayudado a la joven a entender que nada malo pasaría. De todas formas, legalmente ella ya ni siquiera tenía un apellido de Lutenia, además, no había nadie en ese lugar, exceptuando su esposo, que supiera su realidad, y seguro era que él no diría nada al emperador. Aun así, Mía seguía evitando encontrárselo, porque algo dentro de ella seguía sugiriendo que él era peligroso, sobre todo esas pesadillas que se intensificaron recién él llegó al nuevo ducado de Elliot, ayudando a que su estado nervioso fuera más bien alterado. —Tal vez son sus vacaciones —declaró el castaño de ojos miel, terminando de vestirse para dormir mientras su esposa le esperaba ya en la cama. —Pues qué mala elección hizo —re
—La llevaré conmigo —dijo Leone y Mía, que sentía que no podía mover ni un musculo, ganó el valor para ponerse en pie.Necesitaba salir de ese lugar, porque seguro del palacio no podría huir, y no quería tener que pasar por lo que había pasado recién por el resto de su vida.Se puso su vestido roto y saltó por la ventana procurando caer en la frondosidad de los matorrales que rodeaban parte de la casona en que vivían.Sintió un fuerte pinchazo en un hombro, que le dejó sin aire, pero no podía dejar que el dolor la detuviera, porque si ese hombre la alcanzaba sería el final para su libertad.Mía se puso en pie sin darse cuenta de que estaba sangrando, y comenzó a correr con fuerza por uno de los jardines que conectaban al bosque, pensando que era la única manera de salir porque, en su camino, aunque no vio muchos guardias del emperador, no vio a absolutamente ninguno de sus empleados.El camino era horrible, Mía no solo estaba descalza, también estaba muy herida, y le dolía cada paso q