Sofía.
—Andando… —la mujer le ordenó a su conductor y observé el hospital, y como nos alejábamos de él.
—Creo que debería hablar con mi padre… para decirle que…
—No te preocupes… volverás por la tarde, justo en el momento cuando lo ingresen a la sala de operaciones.
Esa noticia me dio esperanzas, y sobre todo un recordatorio de que tenía que hacer lo que esta mujer quería.
Durante el recorrido hubo un silencio, y tuve que recostarme cuando mi cuerpo entró en relajación. No había dormido bien en días, y fue un hecho que me quedara dormida, hasta que sus manos volvieron a sacudirme.
Llegamos al sector de Santa fe, había edificios altísimos, y todo era bellísimo a la mira.
La mujer me indicó una entrada, y luego llegamos a un lujoso apartamento, que era evidente, había sido modificado.
Había algunas perchas de ropa, una zona con espejo enorme de maquillaje, y personas que se quedaron mirándome nada más llegué.
—Aséate… y luego te arreglarán…
—¿Qué? —la mujer estaba a punto de irse, pero se frenó con mi pregunta.
Creo que estaba algo exasperada, pero soltó el aire.
—Sofía… no pierdo el tiempo… en unas horas veremos al cliente… —y mirándome de arriba abajo, negó—. Y por supuesto que no irás así…
Pasé un trago mirando mi propia ropa, y apreté mis puños.
Me pasaron a una habitación dándome champú, cremas corporales y todo tipo de cosas, que incluso olían demasiado para mí.
Nadie respetó mi privacidad cuando estuve en toalla, y se apresuraron a hacerme el cabello, mientras titilaba con un poco de frío. Mirándome al espejo sentí que estaba perdida, y no pude evitar que una u otra lágrima se derramara por mi rostro ante la preocupación.
Me pusieron un vestido, sandalias altas, y un maquillaje suave en el rostro.
Mi cabello era castaño oscuro, como la mayoría de las mexicanas. Tenía la piel blanca y mi estatura era promedio de 1.67.
A pesar de mi condición, era difícil ignorar lo que querían hacer.
Literalmente estaba siendo vendida a un hombre, del cual no sabía absolutamente nada.
Además, ¿Qué clase de hombre podía ser para comprar una mujer?
Por orden de Rosa negra, me dieron de comer, y solo picoteé algunas cosas sin dejar de pensar en mi padre.
—Estarás bien papá… —susurré mirando mi plato, y volví a limpiar mi mejilla.
—No puedes hacer esto, Sofía… —casi pegué un brinco ante su grito.
Alcé el rostro para verla, y ella estaba de pie frente a mí.
—¿Qué hice?
—¿Aún lloras? ¿Cómo le presentaré a alguien a mi cliente con tus ojos rojos…?
Mis labios temblaron. Esta mujer tenía sentimientos de acero, o no los tenía en lo absoluto.
—Lo siento… estoy preocupada…
—Pues ya está… estamos resolviendo tus problemas, ¿no es así? Ahora debes tomar esto como un trabajo…
Apreté mi mandíbula, y me levanté para asentir.
—Vuelve a limpiarte… debes estar lista en diez minutos.
Tomé una aspiración cansina e hice lo que me ordenó.
Cuando bajamos del edificio, ella ordenó a su chofer ir hacia las lomas de Chapultepec, que era definitivamente la zona millonaria de ciudad de México.
Al menos nos tomó cuarenta minutos, a pesar de que no era hora pico, y cuando llegamos detrás de las rejas de una mansión que ni siquiera se podía describir, Rosa negra se enunció y la dejaron pasar de inmediato, como si la estuvieran esperando.
—Compórtate, y solo responde lo necesario… ya tendremos tiempo para ensayar mejor las cosas…
La miré con horror, aunque ella no me dirigía la mirada.
Nos bajamos del auto, y un hombre nos ordenó pasar de inmediato, casi como si nos estuvieran apresurando a entrar a un lugar, y luego me quedé estática, cuando una enorme biblioteca y despacho, apareció en mi vista.
—Don Rafael… —mi cabeza se giró al instante y se me secó la boca.
Un hombre mayor, de estatura mediana, con canas en su sien y robusto, más bien pasado de peso, sonrió caminando hacia nosotras. Su cara es más bien como roja, y se detuvo con una mirada muy incómoda hacia mí.
Me apuntó maravillado, y luego miró a Rosa negra.
—¿Es ella? —mi corazón latió con fuerza contra mi pecho.
La mujer sonrió y asintió.
—Sí… perfecta para ti.
¡Que!, mi mente gritó todo el tiempo, mientras mi cuerpo se paralizó.
—Lo es… es perfecta… —el hombre dio un paso hacia mí diciendo, y sin preguntar, tomó mi mano para besarla.
La forma en como lo hizo solo me creo una repulsión impresionante, mientras mi cuerpo se contrajo. Intenté echarme para atrás, pero una mano dura en mi hombro de parte de Rosa negra, me recordó que no podía hacer nada.
Ni siquiera chistar.
—¿Cuántos años tienes?
Hubo un silencio, y la miré a ella.
—Habla con confianza, pequeña… —ella me instó como si fuese mi mejor amiga.
—23… señor…
El hombre sonrió con vehemencia, y no soltó mi mano que quería retirar prontamente.
—Eres tan hermosa… todo lo que necesito, sin ninguna complicación… ¿De dónde la has sacado? —él se giró hacia Rosa negra, y ella carraspeó.
—Es hija de una amiga… buena educación, buenos modales, y quiere surgir en la vida…
Casi se me salen los ojos cuando sus mentiras no cesaban.
—No te faltará nada conmigo… y la pasaremos muy… muy bien… —el tipo viejo acarició el dorso de mi mano, y quise gritar.
¿Cómo podía hacer esto?
—Entonces… ¿Qué dices? —Rosa negra le preguntó al hombre con insistencia, mientras él negó.
—Mereces una compensación por esto… es más de lo que imaginé… —ella sonrió complacida, asistiendo, y haciéndole como una especie de reverencia, y luego dijo:
—Sabía que la cita no era para hoy, pero no podía esperar, los dos nos sorprendimos con el regalo que nos dio el cielo por la mañana…
Miré a Rosa negra mientras mi mirada se nublaba.
—Na se diga más… prepararé todo. En una semana, esta chica y yo, seremos legamente marido y mujer…
—Cuenta conmigo para eso… —ella culminó.
Tomé una copa por inercia cuando estos dos desalmados brindaron, y tuve lagunas temporales por cierto tiempo, hasta que el auto que nos llevaba salió otra vez de la mansión.
La mujer solo me hablaba de normas y cosas que debía hacer durante el recorrido, pero yo solo quería una cosa ahora…
Llegar hacia papá y abrazarlo, y saber que iban a operarlo enseguida.
Y tal y como dijo la mujer, todo se cumplió. Yo me cambié de ropa, quité el maquillaje y casi corrí al cubículo, cuando me informaron que llevarían a papá a la sala de operación por la tarde.
Cuando llegué al cubículo estaba en su bata quirúrgica, y su rostro se veía bastante pálido, pero, aun así, sonreí para él.
—¿Asustado? —su frente se arrugó en una sonrisa y negó.
—Na… ¿Tú estás preocupada? —también negué con una sonrisa.
—Na…
Ambos sonreímos, y luego su mano acarició mi rostro.
—Perdóname, Sofí… —parpadeé varias veces y mi ceño se arrugó.
—¿Perdonarte? ¿Por qué, pá?
—Por no darte la vida que merecías… era mi responsabilidad… pero no pude…
Mis ojos se cristalizaron enseguida y tomé su mano para besarla.
—Estoy feliz con lo que tengo… ¿Cuántas personas están solas en este mundo? Yo te tengo a ti, y somos demasiado fuertes, pá… solo quiero que salgas de ahí, y luego de eso, nos vamos a comer unos tacos al pastor…
Papá sonrió negando y con la misma mano que lo tenía agarrado, besó la mía.
—Eres la mejor, mi niña… que Dios me la bendiga mucho…
Una enfermera entró anunciando que ya era la hora, y besando el rostro de papá, lo despedí, hasta que desapareció de mi vista…
Y no me arrepentía un segundo, aunque mi vida se jodiera, en definitiva, no me arrepentía…
Sofía. La espera en el hospital se volvió interminable. Las horas pasaron lentamente mientras mis pensamientos iban y venían entre la ansiedad por la operación y lo que acababa de vivir.Tenía que casarme con ese señor, y aún ni siquiera sabía de qué se trataba. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, tenía una certeza, había hecho lo que consideraba correcto y no me arrepentía.Mi papá lo valía todo.Finalmente, el momento llegó. El médico salió de la sala de operaciones y se acercó con una expresión seria en el rostro. Así que apreté mis manos, y contuve la respiración, esperando la noticia.—Señorita Martínez… su padre ya salió de la operación, está en recuperación… su condición amerita observación… —negué varias veces.—Pero… ¿Él está bien?—Sí… solo que debemos mantenerlo en el hospital por un tiempo… —no me convenció su rostro—. Toda su atención, está cubierta… y estará en una habitación de UCI privada.Sentía el palpitar en mi cuello.—Gracias… ¿Cuándo puedo verlo?—En un
Sofía. —Señor Koch… —el hombre se separó de mí en un instante y me levanté de inmediato—. Ya puede entrar… Una enfermera le indicó, mientras él asintió sin decir una palabra, y dando pasos hacia atrás, no me quedé para otra cosa. Me fui del pasillo, y literalmente hui de la situación. Pero cuando llegué hacia la habitación de mi padre, había un revuelo de médicos y enfermeras por todas partes, máquinas sonando y muchas respiraciones agitadas. Y me quedé estática cuando un médico se apartó de la camilla diciendo: —Hora de deceso… 11:30 am… —mis ojos se abrieron y mi boca tembló. —¿Que…? —intenté acercarme, pero el doctor ya estaba saliendo y se sorprendió viéndome de pies a cabeza. —Señorita Martínez… —él apretó su mandíbula—. Lo siento… Hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió. Su padre ha fallecido —dijo con voz compasiva. El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mi corazón se partió en mil pedazos en ese mismo instante. La angustia, la desesperación y el dolor
Gael Koch. La enfermera atendió a esa chica desconocida mientras caminé por la habitación. Llevé los ojos a la camilla donde mi amigo Héctor, aun en coma, y luego volví a verla a ella. Mi entre ceño se pronunció y luego me puse firme cuando volvió en sí. Su rostro estaba bañado en lágrimas, el vestido de novia ceñido a su figura le quedaba perfecto, y aun con el desastre de maquillaje regado por su rostro, podía ver claramente lo bella que era. —Mi papá… —dijo, y la enfermera me observó de inmediato. —Ella es la misma chica a la que su padre acaba de fallecer… —pasé un trago y asentí. —No diga nada de que está aquí… yo me encargaré… ahora salga, la llamaré si necesito algo. —Sí, señor Koch… —esperé que la enfermera saliera mientras, aquella mujer se sentaba, y me miraba con miedo. Ella echó un vistazo nuevamente a la camilla, y luego volvió a mis ojos. —Yo… gracias por ocultarme… Arrimé una silla que estaba a mi alcance y me senté delante de ella sin ninguna premura. —¿De
Sofía. Estaba aterrada y con una tristeza que me invadía el alma, constándome respirar, pero tuve que ponerme delante de este hombre, para hacerme la fuerte.No tener a mi padre, hacía que las cosas no tuvieran sentido ahora, pero volver a esa boda y destinar mi vida a la esclavitud, era perder totalmente las ganas de vivir.Sentí cómo los ojos de ese hombre penetraban mi alma después que le agradecí, esa era la misma mirada que me dio cuando choqué con él, como si por dentro estuviera maquinando alguna cosa.Por supuesto que estaba agradecida que me hubiera ayudado a ocultarme, pero también sabía que ahora estaba implicado en algo que no le correspondía. Sin embargo, su presencia me proporcionaba cierta seguridad en medio de todo el caos.De todas formas, no tenía otra opción.—¿Cómo te llamas? —me intimidaba mucho su tono, pero me puse firme.—Sofía Martínez…—¿Eres de ciudad de México?—Nací en Guadalajara… pero mis padres nos trajeron desde muy niños a ciudad de México…Él asint
Gael Koch. “Sofía… Sofía Martínez… Mi papá… él ha muerto… me han vendido a un hombre… quieren que me case con él… Don Rafael”Masajeé, mi sien todo el tiempo, mientras el auto iba en la dirección de la mansión.No sé por qué me sentía sofocado, desde esta mañana cuando recibí la noticia de que mi amigo había tenido el accidente, el día se había arruinado, y es como si volviera a vivir todo de nuevo.No esperé que me abrieran la puerta cuando me bajé, caminé hacia la entrada mientras el ama de llaves me recibió para decirme que la abuela estaba en el jardín.Caminé apresuradamente hacia ella, y luego vi cómo su mirada se levantó con mi llegada.—Dame buenas noticias… ¿Cómo se encuentra? —Apreté mis dientes y negué.—Van a donar sus órganos… me llamaron solo para ser una firma legal…Ella quitó toda la expresión del rostro y bajó la mirada.—Entiendo… por cierto… la boda de tu padre… parece que la cancelaron.—¿A sí? —la abuela volvió la mirada a mí.—¿Estás bien? —sacudí mi cabeza y
Sofía. Sentí unas manos que sacudieron mis hombros con suavidad, y traté de abrir mis ojos. Lo primero que sentí fue un dolor de cabeza, y luego, de forma borrosa, vi la cara de ese hombre. “Gael”, recordé cuando me dijo su nombre, y luego me senté de golpe. —Me quedé dormida… —dije mientras mi corazón volvió a latir fuertemente, mientras él profundizó su ceño. —No es un delito dormir… Asentí, pero mi mente solo repetía su última frase. “La mujer que será mi esposa” Tuve que unir mis manos. —Yo… —Debes prepararte… tenemos que irnos… —había perdido la noción del tiempo, porque ayer por noche, incluso no me quedaron lágrimas para seguir. —¿Dónde iremos? —Sofía… tu padre… —y lo sabía, solo esperaba que me encontrara en una pesadilla—. He hecho los arreglos, enterrarás a tu padre en unas horas… —él se levantó de estar agachado y luego tomó unas bolsas—. Usa esta ropa… luego iremos al entierro… Mi boca se apretó, y pasé un trago. —Muchas gracias… me gustaría, hablar con usted,
Sofía. El silencio se cernía sobre la habitación después de mi respuesta afirmativa. La tensión en el aire era palpable, como si el destino mismo se estuviera escribiendo en esos instantes. Gael me miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera evaluando mi sinceridad y mi determinación. Luego, asintió soltando el aire. —Vas a quedarte aquí hasta el día de la boda, alguien más preparará todo… y mientras estemos en esto, ninguno hablará del tema con otra persona… —¿Otra persona? —tuve que preguntar. —Conocerás a mi abuela, y algunos familiares el día de la boda… se supone que ambos queremos esto. ¿Cuál era su motivo real? Un hombre como él, podría tener cualquier mujer… entonces… Asentí nuevamente sin refutar con una mente confusa, pero el nudo en mi estómago no desapareció por completo. La idea de casarme con un hombre que apenas conocía y cuyos motivos no entendía del todo, me generaba un torrente de emociones encontradas. A pesar de que hace unos días iba a casarme c
Sofía. El corazón latía con fuerza en mi pecho mientras observaba la escena frente a mí. Don Rafael, ¿Gael era su hijo? ¿De qué se trataba todo esto? El hombre mayor había perdido todo su color, incluso le temblaba la boca, y ahora solo miraba a Gael como si este le hubiese clavado una puñalada muy profunda. Mientras mi mente luchaba por procesar la revelación. ¿Qué tipo de juego estaba jugando? Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar de manera vertiginosa, revelando una trama mucho más compleja de lo que jamás habría imaginado. Gael parecía tranquilo, incluso sonrió ante la sorpresa de su padre. Parecía haber esperado esta reacción. Mi mente estaba llena de preguntas, pero no podía articular ninguna palabra. Los invitados continuaron aplaudiendo, ajenos a la tensión que se había apoderado de mí. Don Rafael se acercó lentamente, con una expresión de incredulidad en su rostro. Miró a Gael y luego a mí, sus ojos escudriñándome como aquella vez cuando estuve frente a él,