Sofía.
—Lo siento… él necesita esta cirugía con urgencia, pero no podemos hacer nada para ayudarla… su seguro gratuito, no cubre la cirugía… —mi boca tembló mientras el calor arropó mi pecho.
Sentía un pánico enorme dentro de mí, sin saber qué hacer.
—Por favor… se lo suplico… no sé qué hacer… ¡Dígame que hacer! No puedo… no puedo simplemente dejar morir a mi papá…
El doctor, delante de mí, apretó la mandíbula, e hice lo que tenía que hacer.
Me arrodillé.
—Haré cualquier cosa… lo que sea…
Él se angustió mucho y negó tratando de ayudarme a levantarme del suelo.
—Esto no es necesario, señorita Martínez… yo no tengo cómo ayudarla, solo soy el médico que puede operar a su padre, pero no está en mis manos diligenciar dicha operación. Por favor, entienda…
Las lágrimas cayeron por mis mejillas. Me temblaba el cuerpo, y sentía que en cualquier momento podía desmayarme.
La vida no podía ser tan hija de put@.
Mi madre había muerto de cáncer de mama hace dos años, y el único hermano que tenía, había pasado la frontera de México hacia Estado Unidos ilegalmente, y esto fue excusa para que se desapareciera de nuestras vidas, a pesar de que sabíamos que estaba bien.
Y era una pérdida de tiempo tratar de contactarlo. Él nunca se había llevado bien con mi padre, así que me tocaba hacerle sola.
Sentí cómo el médico escapó de mis manos, mientras mis sollozos se profundizaron. Las puntadas en mi estómago me recordaron como tenía días sin probar una comida decente, porque desde el día en que papá se desmayó, hoy había pasado una semana.
Ya ni siquiera sabía si tenía trabajo, había faltado todos estos días, pero era imposible que pudiera despegarme de papá.
Ni yo ni mi padre teníamos seguridad social, y la gratuita con la que contábamos, no cubría estas cirugías.
Papá tenía un marcapasos en el corazón, debía ser removido, y sustituido por otro prontamente.
—Dios mío… ¿Qué voy a hacer? —todas las personas a mi alrededor podían escuchar mis sollozos, me giré en todas las direcciones con miles de ojos puestos en mí, mientras mis sentidos se agudizaban.
Era como si todo estuviera perdiendo el sentido. Como si estuviera dejándome vencer.
Hasta que una mano, se posicionó en mi hombro.
Me giré de inmediato para ver a una mujer un poco misteriosa delante de mí. Mi ceño se frunció un poco porque creía haber visto su rostro en alguna parte.
—Hola… ¿Podemos hablar en privado?
Negué rápidamente.
—No puedo… mi papá…
—todo el mundo se enteró de que tu padre está enfermo, y es precisamente de lo que hablaremos… vamos… sube conmigo al auto allá afuera…
Limpié mi rostro, pero no me moví.
—Señora… yo…
—Tengo en mis manos el poder de hacer que esa cirugía sea posible… —y eso fue todo para que ella llamara mi atención.
Mis pies la siguieron rápidamente, y noté como había hombres que se movieron cuando salimos del hospital general Xoco.
Entré con ella en un auto lujoso, y el aire acondicionado me estremeció.
—¿Cómo te llamas? —la mujer preguntó, aún estaba hipando, pero me las arreglé.
—Sofía Martínez…
—¿Y cuántos años tienes? —sus preguntas eran algo extrañas, pero su mirada, me escaneaba en cada segundo.
—23… —apenas lo susurré.
Hubo un silencio corto, y luego la escuché decir.
—Escuché que le dijiste al médico que harías cualquier cosa para que operaran a tu padre…
Asentí de inmediato, pero ella preguntó de nuevo.
—¿Qué tan cierto es…?
—Haría cualquier cosa… —mi mentón se alzó hacia ella.
En este punto, no me importaba nada más que salvar la vida de la única persona con la que contaba.
—Incluso… ¿Algo que estuviera en contra de lo que deseas?
Mi agitación se disparó, pero en este momento, ya nada me importaba.
—Señora… —el nudo se formó en mi garganta—. Mi papá se está muriendo, y no sé si eso significa para usted lo mismo que para mí, pero ahora mismo, es lo único que importa para mí…
Su mirada negra se quedó en mí por varios segundos, y luego me extendió la mano, que observé con extrañeza.
—Soy Rosa negra, Sofía… —mi cuerpo se estremeció al instante.
Todos en ciudad de México, sabían quién era ella, y el mundo en el que se desenvolvía.
Incluso en mi barrio, muchas chicas habían logrado entrar en su red. Algunas se iban de México, pero otras, literalmente, desaparecían.
Ahora lo podía entender, el hospital era un punto clave para que ella pudiera encontrar gente necesitada. Porque Rosa negra, era literalmente la cara de la trata de personas aquí mi país.
Abrí mi boca para decir algo, pero luego la cirugía de mi padre retumbó en mis sentidos. Sin embargo, ante mi duda, ella se adelantó:
—Si estás dispuesta hacer el trabajo, yo pagaré todo lo que tu padre necesite…
Yo me quedé mirando sus ojos, y aunque ni siquiera entendía qué debía hacer, asentí rápidamente.
Mi papá debía ser operado ahora mismo… las consecuencias, después lidiaría con ellas…
—¿Qué debo hacer? —esta fue mi pregunta directa, como si a la vez le confirmara.
—Tengo un cliente millonario… él quiere una chica como tú… una chica que se vea decente, y quiere casarse con ella, de inmediato…
Sentí cómo un vacío, recorrió mi estómago, y el pánico me envolvió entera.
—¿Casarse?
—No daré explicaciones… solo te diré que además de cubrir la cirugía, te daré dinero… y como vez, no sufrirás por lo mismo, nunca más en tu vida…
La agitación fue demasiado para mí, pero ¿qué podía hacer?
No había una solución en esta vida para mí, y aquí no estábamos probando suerte, se trataba de la única vida que me importaba.
—Se acaba el tiempo Sofía… —ella miró su reloj—. Espero tu respuesta en… dos minutos más… ¿Aceptas, o lo dejas? Incluso si aceptas ahora mismo, tu padre entrará al quirófano en menos de una hora.
Mi saliva se volvió espesa, y vi cómo ella extendió una mano para mí.
Sentí como el calor de las lágrimas mojaban mis mejillas, y comprimí mi boca cuando el nudo en la garganta se hizo intenso.
Mi mano casi gritó de rechazo cuando se la extendí hacia ella, y cuando sus dedos arroparon los míos, pude notar que mientras yo lloraba, ella sonreía…
Sofía. —Andando… —la mujer le ordenó a su conductor y observé el hospital, y como nos alejábamos de él.—Creo que debería hablar con mi padre… para decirle que…—No te preocupes… volverás por la tarde, justo en el momento cuando lo ingresen a la sala de operaciones.Esa noticia me dio esperanzas, y sobre todo un recordatorio de que tenía que hacer lo que esta mujer quería.Durante el recorrido hubo un silencio, y tuve que recostarme cuando mi cuerpo entró en relajación. No había dormido bien en días, y fue un hecho que me quedara dormida, hasta que sus manos volvieron a sacudirme.Llegamos al sector de Santa fe, había edificios altísimos, y todo era bellísimo a la mira.La mujer me indicó una entrada, y luego llegamos a un lujoso apartamento, que era evidente, había sido modificado.Había algunas perchas de ropa, una zona con espejo enorme de maquillaje, y personas que se quedaron mirándome nada más llegué.—Aséate… y luego te arreglarán…—¿Qué? —la mujer estaba a punto de irse, pero
Sofía. La espera en el hospital se volvió interminable. Las horas pasaron lentamente mientras mis pensamientos iban y venían entre la ansiedad por la operación y lo que acababa de vivir.Tenía que casarme con ese señor, y aún ni siquiera sabía de qué se trataba. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, tenía una certeza, había hecho lo que consideraba correcto y no me arrepentía.Mi papá lo valía todo.Finalmente, el momento llegó. El médico salió de la sala de operaciones y se acercó con una expresión seria en el rostro. Así que apreté mis manos, y contuve la respiración, esperando la noticia.—Señorita Martínez… su padre ya salió de la operación, está en recuperación… su condición amerita observación… —negué varias veces.—Pero… ¿Él está bien?—Sí… solo que debemos mantenerlo en el hospital por un tiempo… —no me convenció su rostro—. Toda su atención, está cubierta… y estará en una habitación de UCI privada.Sentía el palpitar en mi cuello.—Gracias… ¿Cuándo puedo verlo?—En un
Sofía. —Señor Koch… —el hombre se separó de mí en un instante y me levanté de inmediato—. Ya puede entrar… Una enfermera le indicó, mientras él asintió sin decir una palabra, y dando pasos hacia atrás, no me quedé para otra cosa. Me fui del pasillo, y literalmente hui de la situación. Pero cuando llegué hacia la habitación de mi padre, había un revuelo de médicos y enfermeras por todas partes, máquinas sonando y muchas respiraciones agitadas. Y me quedé estática cuando un médico se apartó de la camilla diciendo: —Hora de deceso… 11:30 am… —mis ojos se abrieron y mi boca tembló. —¿Que…? —intenté acercarme, pero el doctor ya estaba saliendo y se sorprendió viéndome de pies a cabeza. —Señorita Martínez… —él apretó su mandíbula—. Lo siento… Hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió. Su padre ha fallecido —dijo con voz compasiva. El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mi corazón se partió en mil pedazos en ese mismo instante. La angustia, la desesperación y el dolor
Gael Koch. La enfermera atendió a esa chica desconocida mientras caminé por la habitación. Llevé los ojos a la camilla donde mi amigo Héctor, aun en coma, y luego volví a verla a ella. Mi entre ceño se pronunció y luego me puse firme cuando volvió en sí. Su rostro estaba bañado en lágrimas, el vestido de novia ceñido a su figura le quedaba perfecto, y aun con el desastre de maquillaje regado por su rostro, podía ver claramente lo bella que era. —Mi papá… —dijo, y la enfermera me observó de inmediato. —Ella es la misma chica a la que su padre acaba de fallecer… —pasé un trago y asentí. —No diga nada de que está aquí… yo me encargaré… ahora salga, la llamaré si necesito algo. —Sí, señor Koch… —esperé que la enfermera saliera mientras, aquella mujer se sentaba, y me miraba con miedo. Ella echó un vistazo nuevamente a la camilla, y luego volvió a mis ojos. —Yo… gracias por ocultarme… Arrimé una silla que estaba a mi alcance y me senté delante de ella sin ninguna premura. —¿De
Sofía. Estaba aterrada y con una tristeza que me invadía el alma, constándome respirar, pero tuve que ponerme delante de este hombre, para hacerme la fuerte.No tener a mi padre, hacía que las cosas no tuvieran sentido ahora, pero volver a esa boda y destinar mi vida a la esclavitud, era perder totalmente las ganas de vivir.Sentí cómo los ojos de ese hombre penetraban mi alma después que le agradecí, esa era la misma mirada que me dio cuando choqué con él, como si por dentro estuviera maquinando alguna cosa.Por supuesto que estaba agradecida que me hubiera ayudado a ocultarme, pero también sabía que ahora estaba implicado en algo que no le correspondía. Sin embargo, su presencia me proporcionaba cierta seguridad en medio de todo el caos.De todas formas, no tenía otra opción.—¿Cómo te llamas? —me intimidaba mucho su tono, pero me puse firme.—Sofía Martínez…—¿Eres de ciudad de México?—Nací en Guadalajara… pero mis padres nos trajeron desde muy niños a ciudad de México…Él asint
Gael Koch. “Sofía… Sofía Martínez… Mi papá… él ha muerto… me han vendido a un hombre… quieren que me case con él… Don Rafael”Masajeé, mi sien todo el tiempo, mientras el auto iba en la dirección de la mansión.No sé por qué me sentía sofocado, desde esta mañana cuando recibí la noticia de que mi amigo había tenido el accidente, el día se había arruinado, y es como si volviera a vivir todo de nuevo.No esperé que me abrieran la puerta cuando me bajé, caminé hacia la entrada mientras el ama de llaves me recibió para decirme que la abuela estaba en el jardín.Caminé apresuradamente hacia ella, y luego vi cómo su mirada se levantó con mi llegada.—Dame buenas noticias… ¿Cómo se encuentra? —Apreté mis dientes y negué.—Van a donar sus órganos… me llamaron solo para ser una firma legal…Ella quitó toda la expresión del rostro y bajó la mirada.—Entiendo… por cierto… la boda de tu padre… parece que la cancelaron.—¿A sí? —la abuela volvió la mirada a mí.—¿Estás bien? —sacudí mi cabeza y
Sofía. Sentí unas manos que sacudieron mis hombros con suavidad, y traté de abrir mis ojos. Lo primero que sentí fue un dolor de cabeza, y luego, de forma borrosa, vi la cara de ese hombre. “Gael”, recordé cuando me dijo su nombre, y luego me senté de golpe. —Me quedé dormida… —dije mientras mi corazón volvió a latir fuertemente, mientras él profundizó su ceño. —No es un delito dormir… Asentí, pero mi mente solo repetía su última frase. “La mujer que será mi esposa” Tuve que unir mis manos. —Yo… —Debes prepararte… tenemos que irnos… —había perdido la noción del tiempo, porque ayer por noche, incluso no me quedaron lágrimas para seguir. —¿Dónde iremos? —Sofía… tu padre… —y lo sabía, solo esperaba que me encontrara en una pesadilla—. He hecho los arreglos, enterrarás a tu padre en unas horas… —él se levantó de estar agachado y luego tomó unas bolsas—. Usa esta ropa… luego iremos al entierro… Mi boca se apretó, y pasé un trago. —Muchas gracias… me gustaría, hablar con usted,
Sofía. El silencio se cernía sobre la habitación después de mi respuesta afirmativa. La tensión en el aire era palpable, como si el destino mismo se estuviera escribiendo en esos instantes. Gael me miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera evaluando mi sinceridad y mi determinación. Luego, asintió soltando el aire. —Vas a quedarte aquí hasta el día de la boda, alguien más preparará todo… y mientras estemos en esto, ninguno hablará del tema con otra persona… —¿Otra persona? —tuve que preguntar. —Conocerás a mi abuela, y algunos familiares el día de la boda… se supone que ambos queremos esto. ¿Cuál era su motivo real? Un hombre como él, podría tener cualquier mujer… entonces… Asentí nuevamente sin refutar con una mente confusa, pero el nudo en mi estómago no desapareció por completo. La idea de casarme con un hombre que apenas conocía y cuyos motivos no entendía del todo, me generaba un torrente de emociones encontradas. A pesar de que hace unos días iba a casarme c