Sofía. Nuestros días en Cancún transcurrieron entre la suave brisa del mar y el cálido abrazo del sol. Era un respiro que necesitábamos desesperadamente después de las turbulencias que habíamos vivido. Cada amanecer nos recordaba que estábamos dejando atrás un oscuro capítulo de nuestras vidas y abrazando un nuevo comienzo. Y finalmente, luego de una semana completa y de las más preciosas que habíamos vivido, hicimos algunas maletas, que estaban en la sala cuando Gael entró. —¿Listos? —Lucia se levantó de inmediato, y me preguntó: —Quiere que lo lleve… —negué varias veces. Estaba adoptando un instinto en mí. Estaba cansada de la espalda, de las horas de dar pecho, pero no quería que nadie cargara a Ian. Y no sé si estaba loca o qué, pero sentí que necesitaba tenerlo todo el tiempo a la vista. Tal vez las cosas que habían pasado me hacían sentir insegura, pero también amaba su olor, y su tacto, era la cosa más maravillosa de todas. —No… yo lo llevaré, no te preocupes… —Lucia asint
Sofía.Quería decir que todo fue muy feliz y que los días eran bellísimos, y sí, pero no podía negar que la vida real no era color de rosa.Aunque habíamos dejado atrás la pesadilla de nuestro pasado en México y estábamos disfrutando de nuestra nueva vida en Estados Unidos, no todo fue un camino de rosas. La realidad de adaptarse a un nuevo país, criar a un bebé demandante y estudiar mercadeo al mismo tiempo resultó ser un desafío abrumador.La maternidad me había transformado de muchas maneras, pero también me había dejado exhausta. Ian demandaba mi pecho cada veinte minutos, lo que me dejaba con pocas horas de sueño. Aunque Lucia estaba siempre ahí para ayudarme, no podía evitar sentirme agotada tanto física como emocionalmente.Comencé a estudiar mercadeo cuando Ian cumplió cuatro meses. A pesar de las dificultades, estaba decidida a continuar mi educación y aprender más sobre el mundo empresarial en el que Gael se desenvolvía con éxito. Aunque me encantaba formar parte de su grupo
Sofía.Sí, estaba tan sorprendida como todos los que conocen a Cristian, y cuando él se sentó en la sala, y le tomó la mano a Lucia y entrelazó sus dedos con ella, Gael y yo nos miramos, con una O muy grande en la boca.—Queremos casarnos… —quería decir muchas cosas, pero nada salía de mi garganta, y solo pensé, ¿en qué momento?Pero había una respuesta, era evidente que estaba ocupada en mi mundo en todo este tiempo y no había podido notar su romance, además, Ian siempre había sido la flecha de estos dos.—Yo… estoy impactada… —miré a Lucia, sus mejillas estaban rojas, y bajó la mirada—. Estoy muy feliz por ti… él sería demasiado ciego si no hubiese visto que eres la más hermosa de todas, y una chica maravillosa…Mis ojos se nublaron cuando a Lucia se le bajaron las lágrimas, y dejando la mano de Cristian, vino a darme un abrazo fuerte.—Nunca voy a dejarte, eres como mi familia… —la despegué de mi lado, y la tomé de las mejillas.—No, tú eres nuestra familia, eres la tía Luci de Ian
Gael.—¡Papá! ¡Papá! —Fruncí mi ceño y miré la cámara.—Espera, es Ian… —le dije a Cristian en la videollamada, y luego puse la cámara para que lo observara.—Dime, hijo… estoy en una llamada con tu tío… ¿Quieres saludarlo?Ian tenía cara de preocupado cuando se frenó.—Hola, tío… —saludó con su manita—. Papá… mamá hizo un reguero de agua allá afuera y me pidió que te avisara cuanto antes…—¿Un reguero de agua?—Si… —Ian se mordió el dedo—. Salió de sus piernas…Literalmente boté el celular de mis manos y corrí.Cuando llegué a la sala, Sofía tenía lágrimas en los ojos, y las piernas separadas.—Creo que… —el corazón me latió con fuerza, y la mujer que ahora nos estaba ayudando, que tenía unos cuarenta y cinco años, se apresuró a llegar.—Cuida a Ian…—Yo quiero ir con mamá…—Ian… —lo miré—. Mamá necesita ayuda, tu hermana está por nacer…—Pero yo tengo que ir…—Cariño… no puedo… —Sofí se estremeció y yo iba de aquí para allá sin saber qué hacer.Casi corrimos para los autos, y yo mis
Sofía. —Lo siento… él necesita esta cirugía con urgencia, pero no podemos hacer nada para ayudarla… su seguro gratuito, no cubre la cirugía… —mi boca tembló mientras el calor arropó mi pecho.Sentía un pánico enorme dentro de mí, sin saber qué hacer.—Por favor… se lo suplico… no sé qué hacer… ¡Dígame que hacer! No puedo… no puedo simplemente dejar morir a mi papá…El doctor, delante de mí, apretó la mandíbula, e hice lo que tenía que hacer.Me arrodillé.—Haré cualquier cosa… lo que sea…Él se angustió mucho y negó tratando de ayudarme a levantarme del suelo.—Esto no es necesario, señorita Martínez… yo no tengo cómo ayudarla, solo soy el médico que puede operar a su padre, pero no está en mis manos diligenciar dicha operación. Por favor, entienda…Las lágrimas cayeron por mis mejillas. Me temblaba el cuerpo, y sentía que en cualquier momento podía desmayarme.La vida no podía ser tan hija de put@.Mi madre había muerto de cáncer de mama hace dos años, y el único hermano que tenía,
Sofía. —Andando… —la mujer le ordenó a su conductor y observé el hospital, y como nos alejábamos de él.—Creo que debería hablar con mi padre… para decirle que…—No te preocupes… volverás por la tarde, justo en el momento cuando lo ingresen a la sala de operaciones.Esa noticia me dio esperanzas, y sobre todo un recordatorio de que tenía que hacer lo que esta mujer quería.Durante el recorrido hubo un silencio, y tuve que recostarme cuando mi cuerpo entró en relajación. No había dormido bien en días, y fue un hecho que me quedara dormida, hasta que sus manos volvieron a sacudirme.Llegamos al sector de Santa fe, había edificios altísimos, y todo era bellísimo a la mira.La mujer me indicó una entrada, y luego llegamos a un lujoso apartamento, que era evidente, había sido modificado.Había algunas perchas de ropa, una zona con espejo enorme de maquillaje, y personas que se quedaron mirándome nada más llegué.—Aséate… y luego te arreglarán…—¿Qué? —la mujer estaba a punto de irse, pero
Sofía. La espera en el hospital se volvió interminable. Las horas pasaron lentamente mientras mis pensamientos iban y venían entre la ansiedad por la operación y lo que acababa de vivir.Tenía que casarme con ese señor, y aún ni siquiera sabía de qué se trataba. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, tenía una certeza, había hecho lo que consideraba correcto y no me arrepentía.Mi papá lo valía todo.Finalmente, el momento llegó. El médico salió de la sala de operaciones y se acercó con una expresión seria en el rostro. Así que apreté mis manos, y contuve la respiración, esperando la noticia.—Señorita Martínez… su padre ya salió de la operación, está en recuperación… su condición amerita observación… —negué varias veces.—Pero… ¿Él está bien?—Sí… solo que debemos mantenerlo en el hospital por un tiempo… —no me convenció su rostro—. Toda su atención, está cubierta… y estará en una habitación de UCI privada.Sentía el palpitar en mi cuello.—Gracias… ¿Cuándo puedo verlo?—En un
Sofía. —Señor Koch… —el hombre se separó de mí en un instante y me levanté de inmediato—. Ya puede entrar… Una enfermera le indicó, mientras él asintió sin decir una palabra, y dando pasos hacia atrás, no me quedé para otra cosa. Me fui del pasillo, y literalmente hui de la situación. Pero cuando llegué hacia la habitación de mi padre, había un revuelo de médicos y enfermeras por todas partes, máquinas sonando y muchas respiraciones agitadas. Y me quedé estática cuando un médico se apartó de la camilla diciendo: —Hora de deceso… 11:30 am… —mis ojos se abrieron y mi boca tembló. —¿Que…? —intenté acercarme, pero el doctor ya estaba saliendo y se sorprendió viéndome de pies a cabeza. —Señorita Martínez… —él apretó su mandíbula—. Lo siento… Hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió. Su padre ha fallecido —dijo con voz compasiva. El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mi corazón se partió en mil pedazos en ese mismo instante. La angustia, la desesperación y el dolor