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CAPÍTULO 4 — ¿Está huyendo?

Sofía.

—Señor Koch… —el hombre se separó de mí en un instante y me levanté de inmediato—. Ya puede entrar…

Una enfermera le indicó, mientras él asintió sin decir una palabra, y dando pasos hacia atrás, no me quedé para otra cosa.

Me fui del pasillo, y literalmente hui de la situación. Pero cuando llegué hacia la habitación de mi padre, había un revuelo de médicos y enfermeras por todas partes, máquinas sonando y muchas respiraciones agitadas.

Y me quedé estática cuando un médico se apartó de la camilla diciendo:

—Hora de deceso… 11:30 am… —mis ojos se abrieron y mi boca tembló.

—¿Que…? —intenté acercarme, pero el doctor ya estaba saliendo y se sorprendió viéndome de pies a cabeza.

—Señorita Martínez… —él apretó su mandíbula—. Lo siento… Hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió. Su padre ha fallecido —dijo con voz compasiva.

El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mi corazón se partió en mil pedazos en ese mismo instante. La angustia, la desesperación y el dolor me abrumaron por completo. No podía creer lo que estaba escuchando.

Un profundo dolor se apoderó de mí. Sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, y no pude contener las lágrimas, entretanto el nudo en mi estómago se apretó aún más.

—No puede ser…

No podía creerlo. Mi padre, mi único apoyo y mi mejor amigo, ya no estaría conmigo. Una sensación de vacío y desolación me invadió mientras intentaba asimilar la terrible noticia.

—Lo siento mucho, señorita… prepararemos a su padre cuanto antes… le dejaré unos minutos a solas…

Ellos se retiraron mientras mi cuerpo se sacudía con el sollozo.

¿Qué iba a hacer? Estaba totalmente perdida y destrozada.

No hubo una sola palabra que me saliera, me recosté en su camilla, en su pecho aun caliente, y lloré todo lo que pude. Incluso quería morir en este instante, junto a papá.

Pasaron minutos interminables mientras me aferraba al cuerpo de mi padre, como si eso pudiera traerlo de vuelta. Pero la realidad era implacable, y él ya no estaría aquí para abrazarme, aconsejarme y protegerme.

Una enfermera entró en silencio y me tocó suavemente el hombro.

—Lo siento mucho, señorita, pero necesitamos preparar el cuerpo de su padre…

Asentí sin poder hablar y me separé del cuerpo inerte de mi padre. Cada paso que di hacia la puerta de la habitación era una tortura. Sentía que dejaba parte de mí atrás, y que mi corazón se quedaba con él.

Salí al pasillo vacío y me senté en un rincón, abrazando mis rodillas mientras seguía llorando. No tenía fuerzas para moverme, ni siquiera para pensar en qué hacer a continuación.

Pero mi teléfono repicó, y cuando vi la pantalla, era el número de esa mujer.

Ella debía entender.

—Hola… yo…

—¿Cómo te fuiste? ¡¿Acaso quieres morir?! —mis sollozos se debilitaron.

—Señora… mi padre acaba de fallecer…

—¿Y qué se supone que haga? ¡Tienes que pagar tu deuda, maldit@ sea! La operación se realizó, y tu padre estuvo una semana corriendo con gastos en ese hospital…

Aunque las lágrimas seguían saliendo, me paralicé completamente.

—Aparece cuanto antes, Sofía… —después de su advertencia, la llamada finalizó, y me puse de pie en el instante.

La angustia, y el dolor se entremezclaron con el miedo, y corrí rápidamente hacia las escaleras, para ver que, abajo, subían dos hombres de traje, corriendo precipitadamente. Y supe que tenía que escapar.

«Tu padre está siendo preparado, ¿cómo lo dejas?»

Mi mente gritó con fuerzas y me sentí perdida. Corrí por los pasillos, pero cuando vi una puerta de todas las que estaban a mi alcance entre abierta, no dudé en ir hasta ella, abrirla y cerrarla de inmediato.

Mi cuerpo temblaba demasiado, y pegando la cabeza a la puerta cerré los ojos.

—Que no me encuentre… que no lo hagan…

—¿Qué es esto? —esa voz electrificó mi cuerpo de nuevo, y tuve que girarme de golpe.

Noté como detrás de él había una persona, pero no detallé mucho porque mis ojos se fueron a su mirada furiosa.

No podía haber tanta casualidad, era el mismo hombre con el que me estrellé al llegar al pasillo.

Sin embargo, no me dio tiempo de contestar, cuando unos fuertes golpes, resonar en la puerta.

Y no lo pensé, tomé su brazo con súplica y susurré.

—¡Por favor…! —él miró mis manos en su brazo—. No abra… ellos… vienen por mí, ¡por favor…1

Su ceño se pronunció mucho.

—¿Está huyendo? —asentí todas las veces limpiando mis lágrimas—. ¿De quién? —los golpes volvieron a captar su atención, y apreté más su brazo.

—Se lo suplico… —pero cuando el hombre quitó su brazo de mi agarre, no hice más que pegarme a la pared, mientras él abrió la puerta.

Y supe que estaba perdida.

—¿Qué es esto? —su pregunta llena de autoridad, incluso envió una oleada larga a mi cuerpo.

Pero en su expresión había algo de sorpresa cuando miró hacia afuera, y casi pude escuchar cómo los hombres le pidieron disculpas.

—Lo siento, señor, Koch… estamos buscando a alguien…

—¿Y se supone que entrarán aquí?

—No señor… por supuesto que no… pero… —uno de ellos titubeó—. Ha visto a una mujer… como de 23 años… está vestida de novia…

Mordí mi boca profundamente, incluso lastimándome, y luego le escuché responder:

—No… —sin esperar les cerró la puerta, mientras todas mis lágrimas, bajaron sin ninguna piedad.

No pude evitar que un sollozo se construyera en mi garganta, y aunque intenté taparlo, salió de mí con fuerza.

Ya era mucha la situación junta, los días sin comer, el estrés acumulado, y un dolor que ni siquiera podía describir, hicieron que todo se pusiera negro al instante, y que mi cuerpo se desvaneciera en ese preciso momento…

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