Sofía.
La espera en el hospital se volvió interminable. Las horas pasaron lentamente mientras mis pensamientos iban y venían entre la ansiedad por la operación y lo que acababa de vivir.
Tenía que casarme con ese señor, y aún ni siquiera sabía de qué se trataba. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, tenía una certeza, había hecho lo que consideraba correcto y no me arrepentía.
Mi papá lo valía todo.
Finalmente, el momento llegó. El médico salió de la sala de operaciones y se acercó con una expresión seria en el rostro. Así que apreté mis manos, y contuve la respiración, esperando la noticia.
—Señorita Martínez… su padre ya salió de la operación, está en recuperación… su condición amerita observación… —negué varias veces.
—Pero… ¿Él está bien?
—Sí… solo que debemos mantenerlo en el hospital por un tiempo… —no me convenció su rostro—. Toda su atención, está cubierta… y estará en una habitación de UCI privada.
Sentía el palpitar en mi cuello.
—Gracias… ¿Cuándo puedo verlo?
—En unas horas…
El hombre se fue mientras solté el aire. No importaba nada ahora, sino su recuperación, pero antes de que incluso me pudiera sentar, mi teléfono vibró en mi bolsillo.
—¿Sí?
—Sofía… soy yo… —podía reconocer su voz.
—Hola…
—Dijeron que tu padre salió de la operación… —asentí y me senté.
—Sí… parece que está bien.
—Bien… mañana deberás venir conmigo… la preparación comienza para tu boda…
Mi cuerpo se heló enseguida, pero solo pude responder una sola cosa.
—De acuerdo…
La llamada finalizó, y luego sostuve la mirada hacia la nada, dejando que mi cuerpo se recostara a la pared.
La vida de mi padre ahora estaba segura, mientras la mía, se iba de picada.
La mañana siguiente llegó pronto, y me vi obligada a prepararme para enfrentar lo que vendría. Me dirigí al lugar acordado, sin siquiera saber a qué tipo de preparación me refería. Al llegar, me encontré con un hombre que me condujo a un salón lujoso, donde fui recibida por una mujer elegante y fría que se presentó como la asistente del hombre con el que me casaría.
Don Rafael.
—Sofía, me alegra que hayas llegado a tiempo. Mi nombre es Victoria y seré tu guía en todo este proceso.
Allí me explicó que, como futura esposa del señor Rafael, tenía que aprender las reglas de etiqueta, protocolo y comportamiento que se esperaban de una dama de su posición social en este tiempo corto. También tendría que familiarizarme con el círculo social al que pronto pertenecería.
Los días pasaron en un torbellino de lecciones y preparativos. Cada vez me sentía más atrapada en una vida que no había elegido. Intentaba ser una buena alumna y adaptarme a las expectativas que me imponían, sobre todo porque Rosa negra se hacía presente con una mirada de amenaza, como si me recordara todo el tiempo mi lugar.
Sin embargo, mi corazón seguía perturbado, papá estaba recuperándose muy lento, y yo lo notaba algo extraño.
Y en medio de ir al hospital por la noche, y los días previos a la boda, el día finalmente llegó.
—Después de que se digan el sí… tú ya no me conoces, y no tengo nada que ver contigo… Don Rafael será tu dueño —miré a la mujer, que ni siquiera sabía su nombre real, y luego me miré en el espejo.
El vestido era un sueño, pero mi rostro se veía arruinado con mi ánimo.
—Y es mejor que sonrías, Sofía, todos los invitados piensan que don Rafael ha encontrado el amor… —ella sonrió de forma extraña y sentí un frío en mi estómago.
Todos se fueron de una amplia habitación de un majestuoso hotel donde se realizaría la boda, después de haberme arreglado. Ni siquiera sabía cómo sería la decoración, nada de lo que había aquí lo había elegido yo, y cuando esta mujer llamada Victoria me dijo que era el momento, mis entrañas se retorcieron.
Era el momento.
—Gracias… iré enseguida… —ella cerró la puerta de nuevo, y las ganas de llorar me invadieron. Sentía un nudo enorme en la garganta, y cuando fui a la puerta, escuché que mi teléfono comenzó a sonar, y me devolví.
La llamada era del hospital.
—Hola…
—¿Señorita Martínez? —el tono fue como agitado.
—Sí… ¿Mi papá está bien?
—Señorita, debe venir con urgencia… su padre se complicó…
—¿Qué? —mi pregunta salió como un susurro, pero los tonos cayeron, y me quedé mirando el teléfono en mi mano cuando finalizaron la llamada.
No pensé en nada, tomé mi bolso, me quité el velo, y salí de aquella habitación con el aliento trancado en mi garganta.
Tuve la suerte de no toparme con nadie, tal vez todos me estaban esperando en la otra puerta, y solo esperé que mis piernas me alcanzaran para llegar a tiempo. Tomé un taxi que estaba estacionado, y entre cortadamente le dije:
—Al hospital Xoco… muy rápido por favor…
El hombre se quedó mirando mi atuendo, pero no pensó dos veces en andar con rapidez.
Me limpié una que otra lágrima, y apreté mis manos durante el trayecto.
—Por favor, Dios… por favor… no… no permitas nada malo…
Al llegar al hospital pagué al conductor y corrí con dificultad, tenía que agarrar la tela del vestido de las piernas, aun cuando se ceñía a mi cuerpo, además las sandalias altas, me impedían andar con rapidez.
Llegué a la sala y luego vi hacia ambos lados, la habitación especial que pagaban a mi padre, quedaba en otra parte más privilegiada, y corrí los pisos sin usar el ascensor llamando la atención de los ojos por donde pasaba.
Me metí en un pasillo con agitación, y cuando doble en la esquina, me fui de para atrás cuando me estrellé con una persona.
Incluso mi cuerpo cayó al suelo de forma ruda.
—¿Te encuentras bien? Era una voz fuerte, áspera, y estremecedora.
El hombre se agachó rápidamente, y sin preguntar sus dedos revisaron mi rostro como si tuviera permiso de tocarlo. Incluso su mano apartó mi cabello que habían dejado suelto y con la carrera estaba por toda mi cara.
Allí estaba él, un hombre de aspecto intrigante, tenía una mirada profunda y penetrante, con ojos del color negro como la noche, y una barba bien cuidada que acentuaba su mandíbula fuerte. Su cabello oscuro estaba hacia atrás, dándole un aire de misterio, y así como yo, estaba vestido en un traje elegante.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda cuando nuestras miradas se encontraron. Era como si el tiempo se detuviera por un instante.
A pesar de la situación en la que me encontraba, no pude dejar de verlo, en vez de levantarme e ir corriendo hacia mi padre, y no entendía por qué, pero algo se removió de forma instantánea cuando respondí:
—No… No estoy nada bien…
Su ceño se pronunció con evidencia, y su mirada bajó a mi boca, como si su mente, estuviese maquinando por un momento…
Sofía. —Señor Koch… —el hombre se separó de mí en un instante y me levanté de inmediato—. Ya puede entrar… Una enfermera le indicó, mientras él asintió sin decir una palabra, y dando pasos hacia atrás, no me quedé para otra cosa. Me fui del pasillo, y literalmente hui de la situación. Pero cuando llegué hacia la habitación de mi padre, había un revuelo de médicos y enfermeras por todas partes, máquinas sonando y muchas respiraciones agitadas. Y me quedé estática cuando un médico se apartó de la camilla diciendo: —Hora de deceso… 11:30 am… —mis ojos se abrieron y mi boca tembló. —¿Que…? —intenté acercarme, pero el doctor ya estaba saliendo y se sorprendió viéndome de pies a cabeza. —Señorita Martínez… —él apretó su mandíbula—. Lo siento… Hicimos todo lo posible, pero su corazón no resistió. Su padre ha fallecido —dijo con voz compasiva. El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mi corazón se partió en mil pedazos en ese mismo instante. La angustia, la desesperación y el dolor
Gael Koch. La enfermera atendió a esa chica desconocida mientras caminé por la habitación. Llevé los ojos a la camilla donde mi amigo Héctor, aun en coma, y luego volví a verla a ella. Mi entre ceño se pronunció y luego me puse firme cuando volvió en sí. Su rostro estaba bañado en lágrimas, el vestido de novia ceñido a su figura le quedaba perfecto, y aun con el desastre de maquillaje regado por su rostro, podía ver claramente lo bella que era. —Mi papá… —dijo, y la enfermera me observó de inmediato. —Ella es la misma chica a la que su padre acaba de fallecer… —pasé un trago y asentí. —No diga nada de que está aquí… yo me encargaré… ahora salga, la llamaré si necesito algo. —Sí, señor Koch… —esperé que la enfermera saliera mientras, aquella mujer se sentaba, y me miraba con miedo. Ella echó un vistazo nuevamente a la camilla, y luego volvió a mis ojos. —Yo… gracias por ocultarme… Arrimé una silla que estaba a mi alcance y me senté delante de ella sin ninguna premura. —¿De
Sofía. Estaba aterrada y con una tristeza que me invadía el alma, constándome respirar, pero tuve que ponerme delante de este hombre, para hacerme la fuerte.No tener a mi padre, hacía que las cosas no tuvieran sentido ahora, pero volver a esa boda y destinar mi vida a la esclavitud, era perder totalmente las ganas de vivir.Sentí cómo los ojos de ese hombre penetraban mi alma después que le agradecí, esa era la misma mirada que me dio cuando choqué con él, como si por dentro estuviera maquinando alguna cosa.Por supuesto que estaba agradecida que me hubiera ayudado a ocultarme, pero también sabía que ahora estaba implicado en algo que no le correspondía. Sin embargo, su presencia me proporcionaba cierta seguridad en medio de todo el caos.De todas formas, no tenía otra opción.—¿Cómo te llamas? —me intimidaba mucho su tono, pero me puse firme.—Sofía Martínez…—¿Eres de ciudad de México?—Nací en Guadalajara… pero mis padres nos trajeron desde muy niños a ciudad de México…Él asint
Gael Koch. “Sofía… Sofía Martínez… Mi papá… él ha muerto… me han vendido a un hombre… quieren que me case con él… Don Rafael”Masajeé, mi sien todo el tiempo, mientras el auto iba en la dirección de la mansión.No sé por qué me sentía sofocado, desde esta mañana cuando recibí la noticia de que mi amigo había tenido el accidente, el día se había arruinado, y es como si volviera a vivir todo de nuevo.No esperé que me abrieran la puerta cuando me bajé, caminé hacia la entrada mientras el ama de llaves me recibió para decirme que la abuela estaba en el jardín.Caminé apresuradamente hacia ella, y luego vi cómo su mirada se levantó con mi llegada.—Dame buenas noticias… ¿Cómo se encuentra? —Apreté mis dientes y negué.—Van a donar sus órganos… me llamaron solo para ser una firma legal…Ella quitó toda la expresión del rostro y bajó la mirada.—Entiendo… por cierto… la boda de tu padre… parece que la cancelaron.—¿A sí? —la abuela volvió la mirada a mí.—¿Estás bien? —sacudí mi cabeza y
Sofía. Sentí unas manos que sacudieron mis hombros con suavidad, y traté de abrir mis ojos. Lo primero que sentí fue un dolor de cabeza, y luego, de forma borrosa, vi la cara de ese hombre. “Gael”, recordé cuando me dijo su nombre, y luego me senté de golpe. —Me quedé dormida… —dije mientras mi corazón volvió a latir fuertemente, mientras él profundizó su ceño. —No es un delito dormir… Asentí, pero mi mente solo repetía su última frase. “La mujer que será mi esposa” Tuve que unir mis manos. —Yo… —Debes prepararte… tenemos que irnos… —había perdido la noción del tiempo, porque ayer por noche, incluso no me quedaron lágrimas para seguir. —¿Dónde iremos? —Sofía… tu padre… —y lo sabía, solo esperaba que me encontrara en una pesadilla—. He hecho los arreglos, enterrarás a tu padre en unas horas… —él se levantó de estar agachado y luego tomó unas bolsas—. Usa esta ropa… luego iremos al entierro… Mi boca se apretó, y pasé un trago. —Muchas gracias… me gustaría, hablar con usted,
Sofía. El silencio se cernía sobre la habitación después de mi respuesta afirmativa. La tensión en el aire era palpable, como si el destino mismo se estuviera escribiendo en esos instantes. Gael me miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera evaluando mi sinceridad y mi determinación. Luego, asintió soltando el aire. —Vas a quedarte aquí hasta el día de la boda, alguien más preparará todo… y mientras estemos en esto, ninguno hablará del tema con otra persona… —¿Otra persona? —tuve que preguntar. —Conocerás a mi abuela, y algunos familiares el día de la boda… se supone que ambos queremos esto. ¿Cuál era su motivo real? Un hombre como él, podría tener cualquier mujer… entonces… Asentí nuevamente sin refutar con una mente confusa, pero el nudo en mi estómago no desapareció por completo. La idea de casarme con un hombre que apenas conocía y cuyos motivos no entendía del todo, me generaba un torrente de emociones encontradas. A pesar de que hace unos días iba a casarme c
Sofía. El corazón latía con fuerza en mi pecho mientras observaba la escena frente a mí. Don Rafael, ¿Gael era su hijo? ¿De qué se trataba todo esto? El hombre mayor había perdido todo su color, incluso le temblaba la boca, y ahora solo miraba a Gael como si este le hubiese clavado una puñalada muy profunda. Mientras mi mente luchaba por procesar la revelación. ¿Qué tipo de juego estaba jugando? Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar de manera vertiginosa, revelando una trama mucho más compleja de lo que jamás habría imaginado. Gael parecía tranquilo, incluso sonrió ante la sorpresa de su padre. Parecía haber esperado esta reacción. Mi mente estaba llena de preguntas, pero no podía articular ninguna palabra. Los invitados continuaron aplaudiendo, ajenos a la tensión que se había apoderado de mí. Don Rafael se acercó lentamente, con una expresión de incredulidad en su rostro. Miró a Gael y luego a mí, sus ojos escudriñándome como aquella vez cuando estuve frente a él,
Sofía. La velada continuaba en medio de risas, música y brindis. Aunque intenté unirme a la festividad, la conversación con don Rafael me dejó un escalofrío persistente, y además, era ajena a todo esto. Además, parecía que había mucho más detrás de esta boda y de la relación entre Gael y su familia, de lo que yo había imaginado. Mientras trataba de disipar mis pensamientos, Gael regresó a mi lado con una sonrisa enigmática. Aunque intentaba ocultarlo, su mirada no podía engañarme; había algo más que él no estaba dispuesto a revelar. —¿Todo bien? —preguntó, rodeando con su brazo mi cintura, y esta cercanía, aunque fuese ensayada y solo una imagen externa, me abrumaba muchísimo. Entonces, asentí forzando una sonrisa. —Sí, todo está bien… —Ya tendría tiempo para descubrir de que se trataba, de todas formas, ¿Qué podía decir? Era el hombre al que le debía casi todo, incluso cuando no me dijera que don Rafael era su padre, me había sacado de las manos de esa mujer. Gael me estudió