—¿Es necesario? —preguntó Efrén.
—Creo que es importante —contestó el doctor—. Quiero que tengáis claro cómo es a lo que tendréis que enfrentaros durante el resto de vuestras vidas una noche al mes. Quiero que toméis conciencia de lo importante que es que no os dejéis llevar por vuestros instintos, y creo que verlo antes de que os toque a vosotros, puede resultaros de mucha ayuda.
Efrén asintió. El resto estaba apoyado en el cristal blindado que les separaba de la habitación contigua, en la que Jandro hacía unos minutos que había comenzado a sudar en frío.
Yarina, su novia, no estaba presente, ella ya había tenido el “privilegio” de contemplar una de aquellas transformaciones sin ningún cristal de por medio.
La habitación estaba vacía y Jandro se había acuclillado. Él t
Pablo sujetaba a Angélica de los hombros, con su rostro muy cerca al de la muchacha, como si quisiera evitar que pudiera irse antes de que él la pudiese contar todo lo que necesitaba contar.—Escucha Angélica, he sido muy injusto durante todos estos años después del ataque aquella noche. Sobretodo he sido muy injusto con Raúl, porque le he hecho creer que era quien no es y ahora no me queda otro remedio que contar la verdad y temo sobre cómo va a reaccionar.Angélica movía la cabeza confundida.—No te entiendo, ¿qué quiere decir que le has hecho creer que era quien no es?Sin saber nada aún, Angélica sospechaba que aquello también tenía que ver con ella, con quién era ella.Pablo desvió la mirada a un lado y tomó aire con fuerza, llenando los pulmones. Luego, volvió a mirarla.—Aquella noche,
El pequeño de Nadín se revolvió un poco y luego se acomodó de forma inmediata junto a la niña de la pareja.—¿Cómo se llama?—Daniel.La mujer sonrió un poco mientras le miraba.—El hijo de Ezequiel.—¿Lo sabes?Nadín cerró los ojos. La imagen de Santos acudió a su cabeza. ¿Qué pasaría con él?—Digamos que Santos es familiar mío —dijo la mujer dando a entender que no quería hablar de más—. Es un lobo extraño, siempre al servicio de Ezequiel, pero, al mismo tiempo, integrado y piadoso con los humanos.Nadín observó cómo la mujer recogía su pelo en una cola dejando sus orejas a la vista. A una de ellas le faltaba un trozo de lóbulo.—¿Eres una transformada?Ella negó con la cabeza.
Así que Estela recorrió de forma precipitada el camino desde su cabaña hasta el colegio, donde yo me había reunido con unos cuantos hombres más para hablar acerca de aquel gen que necesitábamos conseguir de forma desesperada. Cada año analizaba a los seis niños de la colonia, en espera de que alguno de ellos hubiera comenzado a desarrollar el gen, pero de momento no era así.Investigaba a todas horas tratando de fabricarlo de forma sintética en mi pequeño laboratorio, pero no era capaz de conseguirlo y muchos de los transformados comenzaban a cansarse de vivir aislados en aquella colonia y a desesperarse pensando en el futuro que les esperaba.Estela abrió la puerta del aula y Angélica inmediatamente rompió a llorar. El lugar estaba atestado de humo de tabaco y los hombres voceaban acalorados. El llanto de la niña se perdió entre sus voces r
Apenas tardé unos segundos en reaccionar. Cargué contigo y salí a la calle. Había movimiento, pero aún no era demasiado evidente, el ataque se centraba en la entrada. Seguramente, trataban de retener allí a los atacantes, pero, si eran muchos, no tardarían en conseguir adentrarse en la colonia. Mi cabeza comenzó a funcionar con rapidez. Avancé hacia la avenida central y golpeé en la puerta de la segunda casa. Una mujer apareció cargando a un pequeño.—Tengo que sacarlos de aquí —dije mientras miraba al niño.La mujer empujó al pequeño hacia mí. Éste se resistió y lo cogí del cuello del pijama y tiré de él sin miramientos. La mujer nos observó marchar desde la puerta.Era Efrén.Repentinamente, vi a un grupo de los transformados avanzando hacia nosotros. Tiré d
Angélica dejaba rodar las lágrimas de forma mansa sobre sus mejillas.Ahora movía la cabeza confundida.—Pero Raúl está aquí, estaba aquí contigo…—Sí, deja que siga, aún queda lo más importante. Al salir Estela para avisarme de la llegada de Nadín, ésta abrió la puerta de la habitación y observó a los dos niños que ahora dormían juntos en aquella cama. Comenzó a pensar que quizá hubiese sido mejor y más seguro para ella y su hijo haber vivido allí, en la colonia, desde un principio. Recordó turbada cómo había llegado a pensar que no le costaría nada entregar a su hijo, una vez naciera, a aquel hombre. Que ella se lograría convencer a sí misma de que no era más que un contenedor, un horno necesario para la fabricación de aquel ser.
Angélica apenas podía hablar.—¿Y él lo sabe? ¿Sabe que ese no es su nombre real?Pablo negó con la cabeza.—Él piensa que se llama Raúl, y además piensa que es tu hermano.Pablo cogió a Angélica por el antebrazo, pero ella le rechazó.Raúl vio soltarse a Angélica del doctor de forma brusca. Su espalda golpeó contra la pared del pasillo al tiempo que Milita se desmoronaba en el suelo entre convulsiones.Angélica salió corriendo y Raúl adelantó al doctor, que tenía la mirada fija en Milita, mientras el muchacho salía tras la que creía su melliza.—¡Raúl! —le escuchó gritar.Escuchó su nombre pero no se detuvo. Nada podía detenerlo, solo que Angélica lo hiciera.La muchacha avanzó por el p
Jandro golpeó su rostro contra el cristal blindado, pero ninguno de los muchachos le prestaba atención ya. Él podía verlos a todos aglomerados alrededor del cuerpo pequeño y frágil de Milita, pero no tenía ni el más mínimo interés en saber lo que sucedía. Su mente sólo le gritaba una orden “Matar”.—¡Atrás!Pablo llegó raudo hasta los chicos. No tenía tiempo para ocuparse de Raúl y Angélica, ahora Milita era mucho más importante.—¡Aah!Martín, que estaba de cuclillas frente a la chica, salió disparado hacia atrás como dos metros cuando ella soltó un zarpazo sobre su rostro. La cicatriz que atravesaba su mejilla volvió a abrirse y se cubrió de sangre.Efrén hiperventilaba mientras turnaba la mirada entre Milita y sus ojos vacíos
Raúl seguía esperando que Angélica le dijera qué significaba aquello de que el doctor no sólo le había ocultado información a ella. Estaban tan cerca que sentía el aliento caliente de la muchacha y la excitación se mezclaba con la rabia de tener que contenerse y reconocer que aquello que sentía no debería sentirlo. Ella parecía tan furiosa, tan rabiosa con él, tan llena de pasión, que Raúl la veía increíblemente hermosa y, al tiempo que deseaba apartarse, no era capaz de separar sus ojos de ella.—Te lo ha dicho ¿verdad? Te ha contado que somos mellizos.Angélica estiró los labios en una sonrisa, pero sus ojos estaban brillantes por las lágrimas.—No, Raúl, no me ha contado eso.Raúl elevó las cejas interrogante. Angélica le enganchó por la solapa de la camiseta y