Carlo está lo bastante disgustado por la clase de órden que le está dejando bastante en claro Giancarlo Mancini, y aunque quiere responderle con el mismo tono que él consideró altanero, una segunda voz se oye entre ellos y Angelina, pese a estar demasiado dolorida, no puede evitar sentir un gran alivio.—¡Angelina!Es Genoveva quien aparece en el cuarto con desesperación. Al ver a su hija, se abalanza hacia ella sin importarle que haya pasado ciento de años desde que vio a Carlo. Su razón primordial es Angelina y su hija abre los brazos para recibirla.Siente la desesperación en el llamado de Genoveva y en su fuerte abrazo, demostrando que sigue siendo su madre a pesar de todo.En las facciones de Genoveva corre la preocupación y pregunta una y mil veces cómo está, qué es lo que siente tocando su rostro.—Estoy bien, mamá…—Por Dios —Genoveva vuelve a abrazarla—, vine corriendo desde el momento en que Giancarlo me avisó. Hija mía, oh, hija —Genoveva acurruca su rostro en sus dos manos
Los segundos son un infierno, tanto para Angelina, como para Giancarlo.Él, por su lado, tiene una mirada contrariada entre la indignación y el enojo. Y Angelina por fuera frágil pero por dentro más decidida que nunca, intenta no echarse para atrás ni desistir de sus convicciones: donde ha comenzando a velar por ella misma.—Vivir lejos el uno del otro…Si algo en este mundo es cierto es que no ha visto la verdadera cara de Giancarlo Mancini. Un ser que apenas recibe alguna sugerencia porque todo en su vida tiene que ser como él dice y como ordena, de lo contrario, el mundo arderá. Y ella con ese mundo.Angelina da un paso hacia atrás porque sólo su voz ha hecho lo que en suma hace sus ojos y su cercanía: destruir sus pensamientos.—¿Y qué te hace creer que permitiré algo así?Le aparta la mirada de golpe porque no puede seguir lidiando con estos encuentros que lo único que hacen es arruinar su paz. Las ansias de poder en ambas familias hacen de las suyas ahora mismo y Angelina lo má
Angelina se aparta de Damiana todavía con el dolor de las costillas. Otro segundo más a su lado y perderá el equilibrio. —Hija mía, no quiero que tengas más estrés. Debes recuperarte. ¿Qué sucedió con el niño que esperas? Lo que le faltaba; una mentira más. Angelina sigue aparentando normalidad, y se da la vuelta para encararla. —Bien, todo bien —es lo único que responde—, ya tienes lo que deseas. Quiero quedarme sola, si no te molesta. Damiana aprieta los papeles cerca de su cintura y no le observa la sonrisa, sino esa expresión que no está muy lejos de estar teñida en la seriedad, algo muy poco visto en ella. —Le diré a tu madre que no subirás a cenar, pero mañana si desayunarás con nosotros —Damiana comienza a deslizarse por su cuarto hasta la puerta. —¿Qué más sigue? ¿Qué más quieres? —Angelina la detiene justo cuando toma la manilla en su mano. Damiana tantea la manilla, como pensativa, y se gira. —Tu matrimonio con ese Mancini cae muy bien, nos funciona. Otro par de es
Por su torrente sanguíneo corre un desconcierto que la enmudece por un par de instantes, y observa la mano de Eron. Puede no recordar con certeza el camino a donde llegó a parar, pero sin duda alguna el tono de ésta voz la reconocería incluso cuando no fuese el caso porque es la única prueba que tiene para buscar a ese hombre y a esa anciana.Angelina se toma un momento para responder.—Eh —comienza desconcertada—, ¿Nos hemos visto antes, señor Eron? —y estrecha la mano como último recurso para comprobar sus ideas.El rostro de Eron se congela unos instantes pero luego de unos momentos ve en su rostro lo que buscaba para decirse a sí misma que no debe estar loca: una sorpresa que disimula con un parpadeo.—No, señora. No lo creo.Giancarlo está en silencio mirándolos a ambos, como si estuviese a punto de atacar. Angelina se aproxima a su lado él pero procura no mirarla tanto como desea.—De seguro lo confundí con alguien más, perdónenme. Pero no tengo problema con el proceso si es el
Su estómago se contrae cuando ya se queda sola, y Angelina tiene que hacerse la pregunta si realmente está equivocada acerca de haberle dicho a Giancarlo. Ni siquiera sabe lo que le hizo a Gabriel. Aunque todavía siente los dolores de su cuerpo, es algo increíble que Giancarlo esté haciendo exactamente lo que pidió. No es que le agrade volver a estar en estas gigantes paredes donde la acechan cada vez que se da la vuelta pero estar en el mismo sitio que un Mancini resulta peor.De vuelta en la sala para recibir el medicamento que Letizia le ofrece, Genoveva entra con unas de sus empleadas mientras señala lo que tiene que hacer con las cortinas y un par de cosas más acerca del tapiz.Cuando Angelina se acomoda débilmente en su sitio debido a la constante molestia de su cuerpo, Letizia sale del salón para dejarla a solas.—Sabes que éste matrimonio tuyo me ha dado jaquecas, y la sola idea de que ese hombre sea tu marido me enfurece porque aunque no te casaste con Gabriel, como habíam
Angelina se siente desamparada en cualquier sentido. Por más que intente hacerlo, la libertad y la verdad se ven cada día más lejanas. Al menos ahora tiene la libertad de andar por donde quiera, pero si hay alguien allá afuera que quiere hacerle daño y que está más cerca de ella de lo que imaginó, no puede estar en paz.Vito se adentra al coche y al verla con unos ojos de preocupación y de tristeza mezclados entre sí, pregunta:—¿Quiere que la devuelva a la casa de los De Santis, señora?Angelina queda mirando un rincón por un par de momentos cuando mueve la cabeza.—No, Vito. Quiero que me lleves al centro médico —todavía puede recordar un par de palabras intercambiada entre Isabella y Magdalena en una de las últimas de las cenas—, por favor.Vito suspira con resignación. Las calles de Florencia son hermosas y ahora son sus únicas acompañantes. Incluso el dolor, aunque está ahí, ya no es su centro de atención debido al embrollo que ahora es su cabeza. Y ni siquiera tiene la oportun
No hay límites en estos instantes. Por más que se diga a sí misma que debe ocultar lo que Giancarlo le hace sentir, cada vez que es su aliento quien choca contra su piel y sus manos la toman de forma posesiva cualquier pensamiento de negación pierde valor. Por más que intente alejarse, la atracción innata con su enemigo es voraz, y devora lo que había creído que era lo correcto: no desearlo como hombre.Qué fatal mentira, y una mentira así lo único que hace es restregarle en la cara que Giancarlo tiene un poder en ella que no sabe cómo o cuándo surgió, pero puede convertirla en una mujer sumisa si así lo quiere. Hasta ese punto ha llegado Angelina.Y mientras lo besa, tampoco piensa con claridad. Sus labios son un antojo a sus deseos, y a lo que han venido aumentando desde que ambos se proclamaron como la pertenencia del otro. Esa posesividad que no calla y aumenta sus más profundos deseos. Con ansias aumenta el desesperado movimiento de su boca contra la suya, una especie de remo
Tal cual lo había prometido Astrid volvió para que Giancarlo se colocara en su silla. En realidad, Giancarlo es un hombre bastante fuerte, musculoso y con la ayuda de sus brazos puede hacer cualquier cosa. Sin embargo, siguió negando que se le ayudase para sentarse en su silla y Angelina sólo le sostuvo la silla para que él mismo, sin mostrar signos de dolencia o algo más, se sentara en ella.—Eres un gruñón —le murmuró Angelina cuando ya Giancarlo, vestido en su traje negro de oficina, arreglaba sus piernas en el reposapies.—Ya hiciste demasiado —fue lo único que respondió Giancarlo, arreglándose su corbata. Angelina le tocó negar con la cabeza, y como su silla era eléctrica, no necesitaba de su empuje. Astrid quedó convencida de que haría un gran trabajo porque tiende a aprender rápido, y de cualquier forma ella iría a la mansión de los Mancini para ver que todo ande bien. Se despidieron de ella a la salida y Angelina vio a Vito esperándola, pero también esperaban los escoltas y e