41. Un beso de muerte disfrazado de vida

Angelina se siente desamparada en cualquier sentido.

Por más que intente hacerlo, la libertad y la verdad se ven cada día más lejanas. Al menos ahora tiene la libertad de andar por donde quiera, pero si hay alguien allá afuera que quiere hacerle daño y que está más cerca de ella de lo que imaginó, no puede estar en paz.

Vito se adentra al coche y al verla con unos ojos de preocupación y de tristeza mezclados entre sí, pregunta:

—¿Quiere que la devuelva a la casa de los De Santis, señora?

Angelina queda mirando un rincón por un par de momentos cuando mueve la cabeza.

—No, Vito. Quiero que me lleves al centro médico —todavía puede recordar un par de palabras intercambiada entre Isabella y Magdalena en una de las últimas de las cenas—, por favor.

Vito suspira con resignación.

Las calles de Florencia son hermosas y ahora son sus únicas acompañantes. Incluso el dolor, aunque está ahí, ya no es su centro de atención debido al embrollo que ahora es su cabeza. Y ni siquiera tiene la oportun
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