Angelina se siente desamparada en cualquier sentido. Por más que intente hacerlo, la libertad y la verdad se ven cada día más lejanas. Al menos ahora tiene la libertad de andar por donde quiera, pero si hay alguien allá afuera que quiere hacerle daño y que está más cerca de ella de lo que imaginó, no puede estar en paz.Vito se adentra al coche y al verla con unos ojos de preocupación y de tristeza mezclados entre sí, pregunta:—¿Quiere que la devuelva a la casa de los De Santis, señora?Angelina queda mirando un rincón por un par de momentos cuando mueve la cabeza.—No, Vito. Quiero que me lleves al centro médico —todavía puede recordar un par de palabras intercambiada entre Isabella y Magdalena en una de las últimas de las cenas—, por favor.Vito suspira con resignación. Las calles de Florencia son hermosas y ahora son sus únicas acompañantes. Incluso el dolor, aunque está ahí, ya no es su centro de atención debido al embrollo que ahora es su cabeza. Y ni siquiera tiene la oportun
No hay límites en estos instantes. Por más que se diga a sí misma que debe ocultar lo que Giancarlo le hace sentir, cada vez que es su aliento quien choca contra su piel y sus manos la toman de forma posesiva cualquier pensamiento de negación pierde valor. Por más que intente alejarse, la atracción innata con su enemigo es voraz, y devora lo que había creído que era lo correcto: no desearlo como hombre.Qué fatal mentira, y una mentira así lo único que hace es restregarle en la cara que Giancarlo tiene un poder en ella que no sabe cómo o cuándo surgió, pero puede convertirla en una mujer sumisa si así lo quiere. Hasta ese punto ha llegado Angelina.Y mientras lo besa, tampoco piensa con claridad. Sus labios son un antojo a sus deseos, y a lo que han venido aumentando desde que ambos se proclamaron como la pertenencia del otro. Esa posesividad que no calla y aumenta sus más profundos deseos. Con ansias aumenta el desesperado movimiento de su boca contra la suya, una especie de remo
Tal cual lo había prometido Astrid volvió para que Giancarlo se colocara en su silla. En realidad, Giancarlo es un hombre bastante fuerte, musculoso y con la ayuda de sus brazos puede hacer cualquier cosa. Sin embargo, siguió negando que se le ayudase para sentarse en su silla y Angelina sólo le sostuvo la silla para que él mismo, sin mostrar signos de dolencia o algo más, se sentara en ella.—Eres un gruñón —le murmuró Angelina cuando ya Giancarlo, vestido en su traje negro de oficina, arreglaba sus piernas en el reposapies.—Ya hiciste demasiado —fue lo único que respondió Giancarlo, arreglándose su corbata. Angelina le tocó negar con la cabeza, y como su silla era eléctrica, no necesitaba de su empuje. Astrid quedó convencida de que haría un gran trabajo porque tiende a aprender rápido, y de cualquier forma ella iría a la mansión de los Mancini para ver que todo ande bien. Se despidieron de ella a la salida y Angelina vio a Vito esperándola, pero también esperaban los escoltas y e
Angelina siente una confusión de esas contrariadas en la rabia, muy en el fondo incomodidas también. Tener a Marcelo de ésta forma y diciéndole éste tipo de cosas acerca de quién es su jefe no es algo que aprueba, y mucho menos si está tan cerca, de ésta forma.—Marcelo, te ordeno soltarme. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué dices algo así? —se remueve Angelina de su agarre mirando a todos lados buscando algo que pueda usar para ayudar a zafarse de él—, no puedes hacer esto.—¿No entiende que si esto ocurrió fue luego de que me fui? Él estaba ahí y no hizo nada para impedir que usted sufriera algún daño, no hizo nada para detenerla. Lo que le digo es que no está protegida aquí, porque le es indiferente. Es mejor que esté en la casa de su madre. Mi deber es protegerla y le digo, señora, que aquí usted no está a salvo.—Bueno basta —Angelina gruñe con impaciencia mientras lo oye y su descontento incrementa porque esta clase de palabras y de reacción que tiene Marcelo despctivamente contra Gi
Ha pasado apenas un segundo antes de que Angelina retroceda debido a la descarga repentina de fuerza que tuvo que emplear. Aurora sostiene enervada a su abuela, y más aún cuando posa sus ojos en Angelina quien trata de no aparentar dolencia, ni siquiera en el rostro donde roza el tono colorete de su mejilla. —¿Quién te crees que eres, sabandija? —la voz de Nina retumba y hace eco por los lados del pasillo abierto. Si alguien más se ha parado a observarlas queda totalmente en el olvido porque Nina deja a un lado a su nieta para dar pasos hacia Angelina—, ¿Quién te crees? —No tienes ningún derecho en acusarme de algo que no tiene sentido, mucho menos abusar de tu puesto como madre de Giancarlo para tocarme un sólo cabello. La pregunta aquí es ¿Quién eres tú? —Angelina no se mueve de dónde está, con la mirada altiva y reuniendo la paz que necesita para no titubear delante de cualquiera y no dejar que pasen por encima de ella—, ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡A levantarme una mano! Has
Angelina se coloca las manos en la cintura y alza el rostro al cielo. Señal de frustracción. —No tengo nada qué explicar —Angelina musita. Ya ha pasado mucha rabia con Nina y sus acusasiones—, pero si algo tengo que decirte, Giancarlo, es que Marcelo es un hombre que me importa muy poco para que tanto tú como Nina piensen algo que no es. Algo que me pone a mí en una posición que no toleraré porque si algo no tolero en esta vida —Angelina está dispuesta a dejarselo en claro a como de lugar—, es la infidelidad. No hay peor traición que aquella y no lidiaré con ninguna persona que me tache de semejante acusación. Giancarlo ha terminado de fumar. Y lo que tiene en sus manos son los papeles que va pasando de forma pausada. Esta actitud desinteresada no sabe cómo tomarla. Angelina está algo resentida de que este tema salga a flote una vez más. —Ya discutimos una vez por esto —Angelina no quiere sonar molesta pero es el único tono que le sale—, ¿Quieres saber de él? Bueno, él trabaja para
Giancarlo no está muy lejos. Llegar a él le toma menos de un segundo y por supuesto que se encuentra totalmente nerviosa, más allá de sentirse extraña, nerviosa. Giancarlo emana lo que ella no conoce de éste mundo. No es tonta, por supuesto, pero conocer esto en un hombre como él se siente como un sueño. Pero es la realidad ahora cuando Angelina hace lo que él le ha pedido, y de rodillas vuelve a estar frente a él, mirándolo a los ojos, con una curiosidad que se mezcla con infinitas nuevas sensaciones: deseo y excitación por lo desconocido. Giancarlo es quien tiene el poder ahora en ella y Angelina, por muy temerosa que se sienta, le agrada ésta sensación. Siente los primeros dedos de su esposo en su mejilla, y luego rozando en sus labios, acariciándolos. —Desde que entraste por esa puerta, desde ésta mañana he estado pensando en cómo podrías volver a tenerme dentro de tu boca —todo el deseo se dispara cuando Angelina lo oye, y coloca sus dos manos en su muslo, sabiendo con exa
Las palabras de Giancarlo son captadas al instante por Benedetto, quien se marcha con “como ordene, señor.” Pero esto apenas está comenzando.Si hace algunos minutos no estaba completamente extasiada, ahora mismo el único punto que toca Giancarlo la hace sentir en una especie de tortura clavado con el placer. Giancarlo sigue tapando sus gemidos con el fuerte agarre de su mano y el poder que ejerce en su cuerpo y en cómo se introduce en ella la hace delirar por lo menos más que hace un par de segundos. Angelina se sostiene fuerte de sus hombros y al igual que Benedetto lo más probable es que haya más personas afuera en la espera de su esposo. Pero aquí están, totalmente ajenos al mundo y entregándose a lo que una vez fue prohibido. El temor de ser su esposa ha traído incontables problemas a su vida, la mentira que los consume y que acaba con ella cada día no tiene la más remota idea de que esto está desencadena una pasión desenfrenada, sin vuelta atrás. En estos momentos no piensa