Tal cual lo había prometido Astrid volvió para que Giancarlo se colocara en su silla. En realidad, Giancarlo es un hombre bastante fuerte, musculoso y con la ayuda de sus brazos puede hacer cualquier cosa. Sin embargo, siguió negando que se le ayudase para sentarse en su silla y Angelina sólo le sostuvo la silla para que él mismo, sin mostrar signos de dolencia o algo más, se sentara en ella.—Eres un gruñón —le murmuró Angelina cuando ya Giancarlo, vestido en su traje negro de oficina, arreglaba sus piernas en el reposapies.—Ya hiciste demasiado —fue lo único que respondió Giancarlo, arreglándose su corbata. Angelina le tocó negar con la cabeza, y como su silla era eléctrica, no necesitaba de su empuje. Astrid quedó convencida de que haría un gran trabajo porque tiende a aprender rápido, y de cualquier forma ella iría a la mansión de los Mancini para ver que todo ande bien. Se despidieron de ella a la salida y Angelina vio a Vito esperándola, pero también esperaban los escoltas y e
Angelina siente una confusión de esas contrariadas en la rabia, muy en el fondo incomodidas también. Tener a Marcelo de ésta forma y diciéndole éste tipo de cosas acerca de quién es su jefe no es algo que aprueba, y mucho menos si está tan cerca, de ésta forma.—Marcelo, te ordeno soltarme. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué dices algo así? —se remueve Angelina de su agarre mirando a todos lados buscando algo que pueda usar para ayudar a zafarse de él—, no puedes hacer esto.—¿No entiende que si esto ocurrió fue luego de que me fui? Él estaba ahí y no hizo nada para impedir que usted sufriera algún daño, no hizo nada para detenerla. Lo que le digo es que no está protegida aquí, porque le es indiferente. Es mejor que esté en la casa de su madre. Mi deber es protegerla y le digo, señora, que aquí usted no está a salvo.—Bueno basta —Angelina gruñe con impaciencia mientras lo oye y su descontento incrementa porque esta clase de palabras y de reacción que tiene Marcelo despctivamente contra Gi
Ha pasado apenas un segundo antes de que Angelina retroceda debido a la descarga repentina de fuerza que tuvo que emplear. Aurora sostiene enervada a su abuela, y más aún cuando posa sus ojos en Angelina quien trata de no aparentar dolencia, ni siquiera en el rostro donde roza el tono colorete de su mejilla. —¿Quién te crees que eres, sabandija? —la voz de Nina retumba y hace eco por los lados del pasillo abierto. Si alguien más se ha parado a observarlas queda totalmente en el olvido porque Nina deja a un lado a su nieta para dar pasos hacia Angelina—, ¿Quién te crees? —No tienes ningún derecho en acusarme de algo que no tiene sentido, mucho menos abusar de tu puesto como madre de Giancarlo para tocarme un sólo cabello. La pregunta aquí es ¿Quién eres tú? —Angelina no se mueve de dónde está, con la mirada altiva y reuniendo la paz que necesita para no titubear delante de cualquiera y no dejar que pasen por encima de ella—, ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡A levantarme una mano! Has
Angelina se coloca las manos en la cintura y alza el rostro al cielo. Señal de frustracción. —No tengo nada qué explicar —Angelina musita. Ya ha pasado mucha rabia con Nina y sus acusasiones—, pero si algo tengo que decirte, Giancarlo, es que Marcelo es un hombre que me importa muy poco para que tanto tú como Nina piensen algo que no es. Algo que me pone a mí en una posición que no toleraré porque si algo no tolero en esta vida —Angelina está dispuesta a dejarselo en claro a como de lugar—, es la infidelidad. No hay peor traición que aquella y no lidiaré con ninguna persona que me tache de semejante acusación. Giancarlo ha terminado de fumar. Y lo que tiene en sus manos son los papeles que va pasando de forma pausada. Esta actitud desinteresada no sabe cómo tomarla. Angelina está algo resentida de que este tema salga a flote una vez más. —Ya discutimos una vez por esto —Angelina no quiere sonar molesta pero es el único tono que le sale—, ¿Quieres saber de él? Bueno, él trabaja para
Giancarlo no está muy lejos. Llegar a él le toma menos de un segundo y por supuesto que se encuentra totalmente nerviosa, más allá de sentirse extraña, nerviosa. Giancarlo emana lo que ella no conoce de éste mundo. No es tonta, por supuesto, pero conocer esto en un hombre como él se siente como un sueño. Pero es la realidad ahora cuando Angelina hace lo que él le ha pedido, y de rodillas vuelve a estar frente a él, mirándolo a los ojos, con una curiosidad que se mezcla con infinitas nuevas sensaciones: deseo y excitación por lo desconocido. Giancarlo es quien tiene el poder ahora en ella y Angelina, por muy temerosa que se sienta, le agrada ésta sensación. Siente los primeros dedos de su esposo en su mejilla, y luego rozando en sus labios, acariciándolos. —Desde que entraste por esa puerta, desde ésta mañana he estado pensando en cómo podrías volver a tenerme dentro de tu boca —todo el deseo se dispara cuando Angelina lo oye, y coloca sus dos manos en su muslo, sabiendo con exa
Las palabras de Giancarlo son captadas al instante por Benedetto, quien se marcha con “como ordene, señor.” Pero esto apenas está comenzando.Si hace algunos minutos no estaba completamente extasiada, ahora mismo el único punto que toca Giancarlo la hace sentir en una especie de tortura clavado con el placer. Giancarlo sigue tapando sus gemidos con el fuerte agarre de su mano y el poder que ejerce en su cuerpo y en cómo se introduce en ella la hace delirar por lo menos más que hace un par de segundos. Angelina se sostiene fuerte de sus hombros y al igual que Benedetto lo más probable es que haya más personas afuera en la espera de su esposo. Pero aquí están, totalmente ajenos al mundo y entregándose a lo que una vez fue prohibido. El temor de ser su esposa ha traído incontables problemas a su vida, la mentira que los consume y que acaba con ella cada día no tiene la más remota idea de que esto está desencadena una pasión desenfrenada, sin vuelta atrás. En estos momentos no piensa
¿Cómo controlar todas esas potentes sensaciones al dar un paso afuera de aquel salón? Las cosas han cambiado.Han cambiado por completo y las contradicciones caen como gotas de lluvia, por doquier y sin poder detenerlas. Angelina se queda un momento tras la puerta porque es casi imposible no recordar. No es casi. Es imposible en toda la extensión de la palabra. Comienza a caminar lejos del salón eligiendo el pasillo más cercano al comedor y son momentos cruciales a la hora de pensar. Si pudiera regresar el tiempo…no. ¿Se arrepiente de entregarse a Giancarlo? Por supuesto que no. ¿Cómo podría pensar siquiera si un hombre como Giancarlo es la viva imagen de la tentación y adoración al mismo tiempo? Un hombre como él recordandole que es su esposa y que es suya es como si viviera en ese mundo donde todo es válido, incluso ésta pasión. Las ganas de volver a verlo han incrementado y sólo han pasado minutos desde que lo vio. Es el paraíso donde lo encontró, pero el infierno también hace
Angelina tiene que alzar la mano, cerrar los ojos y fruncir el ceño hasta que no puede más en señal de confusión.¿Qué acaba de escuchar?Pero es Vittoria quien, con sus cejas perfectamente alineadas, las alza y se echa a reír otra vez.—¡Vaya! La belleza de las De Santis ha cautivado a un centenar, pero jamás podría decir que no. Sus mujeres son hermosas —expresa Vittoria de forma sincera y coloca la mano en el hombro de Vicente—, felicidades. Pero Angelina ya ha abierto los ojos encontrándose con una imagen que no podría creer ni en mil años. Vicente y…¿Cecilia?—¿Estás saliendo con mi prima? —A más de estar a gusto por éste quizás nuevo matrimonio siente que la punzada de incredulidad azota su estómago y su rostro.—Es bastante obvio, ¿No es así? —Vicente bebe de su copa sin quitarle la mirada de Angelina—, espero podamos llevarnos bien.—¿Dónde está Cecilia? ¿En qué momento ocurrió esto? —Angelina le dispara las preguntas una tras otra con las cejas juntas. No está para nada a gu