— ¡Me dijo que era solo subirlo, pero esto no es tan fácil!, mejor pido ayuda, pero ¿a quién? ¡Aggr Maldici0n! Se rindió con temor de tocar algo incorrecto. Ni modo, dormiría con frío porque a esta hora dudaba de que alguien le hiciera el favor de venir hasta aquí. Iba a cerrar de nuevo el panel, cuando un trasteo en la puerta de entrada la hizo alertarse. — ¡Espera!, ¡Hay alguien aquí! – corrió gritando porque le pareció que estaban cerrando la puerta — ¡Oye, abre, hay una persona aquí adentro! ¡BAM, BAM, BAM! Golpeó la puerta de madera y la haló por la rústica manilla, sin embargo, estaba cerrada, alguien había puesto un candado desde afuera. — ¡Abre, abre, estoy aquí, hay una persona aquí! El ama de llaves escuchaba los gritos desesperados de Carlotta y sonreía de medio lado. Lo único que había encerrado era a un animal salvaje y por eso, la dejaría ahí hasta la mañana, para que mínimo se le congelara la lengua. Dio la espalda y se alejó satisfecha por habérsela desqui
Su vista se dirigió de golpe a la rendija debajo de la puerta de madera, de donde salía una fina estela de humo. ¡Algo se estaba quemando allá dentro y eso era muy peligroso! — ¡Carlotta, Carlotta! – comenzó a llamarla, entrando un poco en pánico, corriendo de nuevo a la puerta e intentando forzarla. ¡BAM, BAM, BAM! Traqueaba la vieja madera, pero la manija oxidada con el candado no cedía. — ¿Quién mierd4 cerró esto con candado?, ¡Maldici0n! Stefano le dio la vuelta a esta casona grande y miró hacia arriba a las tres ventanitas en lo alto de donde salía algo de humo por las rendijas. Una máquina de podar el césped tipo carrito, bien grande y cómoda, estaba cerca, debajo de unos pinos. Stefano corrió hacia ella y la accionó acercándola a la pared de madera. No llegaba a los ventanales y necesitaba algo donde subirse. Trepó por el carrito y se paró en el techo de metal verde para observar por las ventanas. Todo adentro se veía muy mal, sobre todo por el humo en el ambiente.
— ¿Por qué estabas durmiendo en ese cuarto? ¿Quién te puso ahí? – Stefano le preguntó. — Fue ese hombre insufrible del Duque, es tan arrogante, pero está tan bueno, ¿será bipolar? – le respondió y Stefano bufó, solo que luego se dio cuenta de sus incoherencias. ¿Tendrá algún traumatismo en la cabeza? — Ya te cuento, el mejor orgasmo de mi vida y ni siquiera hicimos el amor, pero al otro día, uf, como lo odio y ¡esa mujer fue quien tiró a propósito la sopa! — ¡Me dijo ramera!, desde que llegué a esta casa todos me humillan, sé que parezco una interesada, pero necesito dinero, necesito mucho dinero para salvar a Luca… ¿Luca? ¿Quién era Luca? ¿Carlotta le pidió el dinero para un hombre? El Duque no sabía si creer en esa retahíla de palabras descoordinadas de Carlotta. Luego volvió a llorar empapándole el cuello y Stefano cada vez se encontraba más preocupado por ella. — ¡Señor, señor, qué sucedió! – el ama de llaves venía corriendo con otros sirvientes. Su cara de pánico y no
— Duque, yo la ubiqué donde usted me dijo, pero esa mujer… — Carlotta, ese es su nombre, así que ahórrese las palabras despectivas – Stefano la interrumpió sin dejarla de mirar fríamente. — Sí, sí, perdón, la Srta. Rinaldi, ella no quiso quedarse en esa habitación, me dijo que prefería estar con la servidumbre – le respondió y el sudor le corría por la espalda, sus manos sujetas delante con fuerza para que no notase su temblor. — Bien, digamos que Carlotta le dijo eso, ¿también te pidió que la pusieras en el trastero de la mansión? – Stefano no le creía ni media palabra. Sabía muy bien del carácter fuerte de su “esposa”. Estaba seguro de que sacó de quicio al ama de llaves y esta se vengó, pero ¿al punto de encerrarla en la cabaña donde casi muere? — No, no, la verdad es que también me asombré al enterarme de que dormía ahí. — Le pedí a una de las doncellas que le diera una habitación y pensé que la había ubicado bien. Puedo llamarle a la doncella… ¡BAM! Un fuerte golpe sonó
Sus ojos pestañearon incómodos por la luz. ¿Qué había sucedido? — ¿Carlotta? ¿Carlotta? – una voz masculina la hizo girar la cabeza con algo de molestias y ver el apuesto rostro de un hombre. — ¿Guarda… guardaespaldas? – le preguntó con la voz ronca y reseca. — No te esfuerces, llamaré al doctor – Fabio enseguida pulsó el botón rojo de emergencias. Carlotta se vio siendo examinada y revisada por todos lados. Respondió lo mejor que pudo a las preguntas que le hacían y poco a poco, los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente. — ¿El Duque está bien? – le preguntó a Fabio cuando se quedaron de nuevo a solas. — Sí, él está bien. Carlotta, ¿qué hacías encerrada en la casona vieja? Ella comenzó a relatarle los hechos y el hombre fruncía más y más el ceño. Era obvio que alguien se la había jugado, si tenía alguna duda, se le despejó. — Espera un momento— le dijo de un momento a otro, viendo como ella se pasaba la lengua por los labios agrietados y resecos. Agarró un pa
— ¡No, no le haga nada a la Sra. Fabbri, déjeme hablar con ella, por favor! Carlotta se incorporó de una en la cama, llena de pánico. — ¡Carlotta, Carlotta, tienes que ayudarme, estas personas son peligrosas, tuve que pedirles dinero para sobrevivir!, ¡por tu culpa mi Luca no me puede ayudar! — ¡Tienes que hacerte responsable, págales o me matarán! — ¡Sra. Fabbri…! – Carlotta quería pedirle más información — ¡¡Dame acá idiota!! – el teléfono le fue arrebatado por la mujer que había llamado — ¡Ya la escuchaste y esto no es un juego nuerita! ¡O me pagas lo que me debe esta vieja o te la dejo aquí hecha trocitos! — ¡No, no la maltraten, por favor, dígame, dígame cuánto les debe, se los llevaré enseguida a su casa! Carlotta escuchó la cifra y su corazón tembló. Tanto dinero, ¿por qué?, si ella le había dado otra ayudita a la madre de Luca y era la que pagaba todos los gastos del abogado. Pero como fuera, se sentía responsable de esa mujer y tenía que cuidarla por su amigo. S
Pero enseguida fue retenida brutalmente de rodillas en el suelo por las dos mujeres.— Que mierd4, pensé que tendría más valor - miró la prenda con desprecio, sin embargo, al ver la desesperación de la chica, una idea surgió en su mente.— Así que esta baratija en muy importante para ti. «Para C. de mamá» Leyó la inscripción en la medallita.— ¿Chicas, creen que esta porquería valdría 3000 euros?— Si te dan 10 sería demasiado…— ¿Verdad? Pero parece que para la nuerita es muy importante, ¿y si la tiro al río de la ciudad?— ¡No te atrevas, dámela, te juro que sí que si le haces algo te voy a…!¡PAF!Una fuerte bofetada cayó en la cara de Carlotta y luego un aliento vicioso, con un tufo fuerte a cigarrillos, le dio de frente en el rostro.— A mí no me estés amenazando. Te doy 2 horas para llevarme el dinero al casino Royal o adiós a la cadena de mamita La agarró con fuerza de la barbilla y Carlotta la miró con odio infinito.— ¿Sabes qué? No me gusta para nada la miradita en tu cara
Estaba reacia a darle participación de sus problemas a otra persona y menos a ese hombre, pero algo era indiscutible, necesitaba ayuda. — Duquesa, ¿Dónde está? – la voz seria de Fabio se escuchó. — Guardaespaldas, yo… yo, necesito tu ayuda – le dijo con voz entrecortada y sorbiendo los mocos. — ¡Carlotta dime inmediatamente dónde estás! ¡Voy enseguida! Fabio le dijo desesperado y ella le dio la dirección. ***** El Duque Oscuro manejaba el porche negro a máxima velocidad, su ceño fruncido en todo momento. El guardaespaldas que le asignó lo llamó pidiendo perdón porque la Duquesa había salido de la mansión y no le avisó. Él no creía necesario el estarla vigilando en la casa también. Fabio insultó al hombre y lo despidió en el acto, pero el hecho era que ella estaba sola por ahí y con peligros acechándola. ¿A dónde había ido en su estado? Estaba llorando por teléfono y Fabio salió como un loco a buscarla. Cuando llegó al sitio de la dirección, dejó el auto en un estacionam