— Duque, yo la ubiqué donde usted me dijo, pero esa mujer… — Carlotta, ese es su nombre, así que ahórrese las palabras despectivas – Stefano la interrumpió sin dejarla de mirar fríamente. — Sí, sí, perdón, la Srta. Rinaldi, ella no quiso quedarse en esa habitación, me dijo que prefería estar con la servidumbre – le respondió y el sudor le corría por la espalda, sus manos sujetas delante con fuerza para que no notase su temblor. — Bien, digamos que Carlotta le dijo eso, ¿también te pidió que la pusieras en el trastero de la mansión? – Stefano no le creía ni media palabra. Sabía muy bien del carácter fuerte de su “esposa”. Estaba seguro de que sacó de quicio al ama de llaves y esta se vengó, pero ¿al punto de encerrarla en la cabaña donde casi muere? — No, no, la verdad es que también me asombré al enterarme de que dormía ahí. — Le pedí a una de las doncellas que le diera una habitación y pensé que la había ubicado bien. Puedo llamarle a la doncella… ¡BAM! Un fuerte golpe sonó
Sus ojos pestañearon incómodos por la luz. ¿Qué había sucedido? — ¿Carlotta? ¿Carlotta? – una voz masculina la hizo girar la cabeza con algo de molestias y ver el apuesto rostro de un hombre. — ¿Guarda… guardaespaldas? – le preguntó con la voz ronca y reseca. — No te esfuerces, llamaré al doctor – Fabio enseguida pulsó el botón rojo de emergencias. Carlotta se vio siendo examinada y revisada por todos lados. Respondió lo mejor que pudo a las preguntas que le hacían y poco a poco, los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente. — ¿El Duque está bien? – le preguntó a Fabio cuando se quedaron de nuevo a solas. — Sí, él está bien. Carlotta, ¿qué hacías encerrada en la casona vieja? Ella comenzó a relatarle los hechos y el hombre fruncía más y más el ceño. Era obvio que alguien se la había jugado, si tenía alguna duda, se le despejó. — Espera un momento— le dijo de un momento a otro, viendo como ella se pasaba la lengua por los labios agrietados y resecos. Agarró un pa
— ¡No, no le haga nada a la Sra. Fabbri, déjeme hablar con ella, por favor! Carlotta se incorporó de una en la cama, llena de pánico. — ¡Carlotta, Carlotta, tienes que ayudarme, estas personas son peligrosas, tuve que pedirles dinero para sobrevivir!, ¡por tu culpa mi Luca no me puede ayudar! — ¡Tienes que hacerte responsable, págales o me matarán! — ¡Sra. Fabbri…! – Carlotta quería pedirle más información — ¡¡Dame acá idiota!! – el teléfono le fue arrebatado por la mujer que había llamado — ¡Ya la escuchaste y esto no es un juego nuerita! ¡O me pagas lo que me debe esta vieja o te la dejo aquí hecha trocitos! — ¡No, no la maltraten, por favor, dígame, dígame cuánto les debe, se los llevaré enseguida a su casa! Carlotta escuchó la cifra y su corazón tembló. Tanto dinero, ¿por qué?, si ella le había dado otra ayudita a la madre de Luca y era la que pagaba todos los gastos del abogado. Pero como fuera, se sentía responsable de esa mujer y tenía que cuidarla por su amigo. S
Pero enseguida fue retenida brutalmente de rodillas en el suelo por las dos mujeres.— Que mierd4, pensé que tendría más valor - miró la prenda con desprecio, sin embargo, al ver la desesperación de la chica, una idea surgió en su mente.— Así que esta baratija en muy importante para ti. «Para C. de mamá» Leyó la inscripción en la medallita.— ¿Chicas, creen que esta porquería valdría 3000 euros?— Si te dan 10 sería demasiado…— ¿Verdad? Pero parece que para la nuerita es muy importante, ¿y si la tiro al río de la ciudad?— ¡No te atrevas, dámela, te juro que sí que si le haces algo te voy a…!¡PAF!Una fuerte bofetada cayó en la cara de Carlotta y luego un aliento vicioso, con un tufo fuerte a cigarrillos, le dio de frente en el rostro.— A mí no me estés amenazando. Te doy 2 horas para llevarme el dinero al casino Royal o adiós a la cadena de mamita La agarró con fuerza de la barbilla y Carlotta la miró con odio infinito.— ¿Sabes qué? No me gusta para nada la miradita en tu cara
Estaba reacia a darle participación de sus problemas a otra persona y menos a ese hombre, pero algo era indiscutible, necesitaba ayuda. — Duquesa, ¿Dónde está? – la voz seria de Fabio se escuchó. — Guardaespaldas, yo… yo, necesito tu ayuda – le dijo con voz entrecortada y sorbiendo los mocos. — ¡Carlotta dime inmediatamente dónde estás! ¡Voy enseguida! Fabio le dijo desesperado y ella le dio la dirección. ***** El Duque Oscuro manejaba el porche negro a máxima velocidad, su ceño fruncido en todo momento. El guardaespaldas que le asignó lo llamó pidiendo perdón porque la Duquesa había salido de la mansión y no le avisó. Él no creía necesario el estarla vigilando en la casa también. Fabio insultó al hombre y lo despidió en el acto, pero el hecho era que ella estaba sola por ahí y con peligros acechándola. ¿A dónde había ido en su estado? Estaba llorando por teléfono y Fabio salió como un loco a buscarla. Cuando llegó al sitio de la dirección, dejó el auto en un estacionam
— Y también envía a dos hombres que vigilen discretamente el Porche negro que está estacionado en la esquina con una mujer adentro.Agregó metiéndose en el elegante elevador dorado y las paredes de espejos — Si le pasa algo a ella, lo pagarán con su vida.— Sí, sí, jefe enseguida – el hombre ya agarraba el móvil.— Discreto ¿escuchaste? Que ella no se vaya a asustar - y con la misma, sacó una llavecita y activó el seguro de su oficina privada.El elevador comenzó a cerrar sus puertas.Su aura mortal presagiaba cosas siniestras y el hombre de seguridad, sabía que hoy alguna cabeza rodaría.Para mantener la suya, él personalmente cuidaría de esa misteriosa mujer.Cuando la puerta del elevador se abrió, Fabio entró a su despacho personal en la última planta, de uno de los casinos más famosos de la ciudad, por supuesto, otra tapadera para sus negocios turbios.Caminó a su escritorio y agarró una máscara en negro y dorado que se puso sobre el rostro.Salió, quitando el seguro desde adentr
— Mejor quedarme tranquila, no buscar más problemas – pensó suspirando y en eso, ¡lo vio que venía saliendo del casino! — Hay por Diosito, gracias que está bien – murmuró dejando caer un peso de su pecho. Fabio caminó hacia su auto, con su percha de hombre de seguridad decente, dándole una mirada de reojo a los hombres que “bebían” cerca del auto. Desbloqueó la cerradura electrónica y se metió en la puerta del chofer. — ¿Estás bien? – se sorprendió al tener las manitos sudadas y temblorosas de la Duquesa, toqueteándole todo el cuerpo y examinándole el rostro. Fabio se quedó por un segundo sin hablar ¿Cuándo fue la última vez que alguien de verdad se preocupaba genuinamente por su seguridad? ¿Sin tener algún interés oculto o querer sacarle algo? — Estoy muy bien, ¿tenías miedo por mí? ¿Tú, la Duquesita de hierro temeraria? Le respondió agregando una broma para aligerar el ambiente demasiado íntimo que se había formado de repente. — Pft ¿Quién se preocupa por un insoportabl
Cuando Fabio llegó al complejo de edificios residenciales de alta alcurnia, pasó directo al estacionamiento subterráneo. Apagó el auto, miró hacia el lado del copiloto donde la Duquesa estaba dormitando, babeándole la tapicería y hasta con ronquidos bajos incluidos. No pudo evitar negar con la cabeza divertido, de fina y estilizada, no tenía ni uno de sus cabellos, que se enroscaban en su nuca. Se quitó el cinturón de seguridad, agarró atrás las muletas y dio la vuelta hasta su puerta, que abrió suavemente. Le estaba quitando su seguro para cargarla, cuando ella se despertó. — ¿Fabio, ya llegamos? – preguntó con la voz ronca y adormilada — Sí, ven, te cargo en mi espalda que ya has desandado mucho hoy, te debe doler el pie – le explicó agachándose de espaldas a ella. — No, no, cómo crees, yo puedo sol… — Me puedo pasar todo el tiempo que desees así, no tengo apuro —la interrumpió y Carlotta suspiró derrotada. — Bien, tú ganas, guardaespaldas gruñón – y se acomodó lo mejor que