Asher se sentía inquieto. No podía dejar de pensar en la chica que había rescatado durante la batalla. Después de descansar un poco, decidió ir a verla; necesitaba asegurarse de que estuviera bien. Salió de su cabaña, montó su caballo y se dirigió al bosque sin avisar a nadie.Mientras galopaba entre los árboles, un grupo de mercenarios apareció de repente en el camino, bloqueando su paso. Asher se tensó al reconocer a uno de ellos.—Miren a quién tenemos aquí, uno de los malhechores que tanto buscábamos —expresó Simón con una sonrisa sarcástica, sus ojos llenos de burla.Asher, manteniendo la calma, se aferró a las riendas de su caballo, aunque una sensación de arrepentimiento lo invadió. Había sido imprudente salir solo.—No sé de qué hablan —respondió, tratando de sonar indiferente—. Están confundidos, déjenme pasar.Pero antes de que pudiera hacer algo, Margus, el líder del grupo, dio la orden.—¡Agárrenlo, no lo dejen escapar!Dos hombres se acercaron rápidamente al caballo de As
—Gedeon, encontré a tu mate —soltó Lucio, casi sin aliento.—¡Vamos, llévame con ella! —expresó Gedeón, poniéndose de pie apresuradamente, sin perder un segundo.—No es tan fácil —continuó Lucio—. La aldea donde está ha sido tomada por mercenarios, y eso no es todo…—¿Qué? Dime que está bien —interrumpió Gedeón, con la ansiedad reflejada en sus ojos.—Aradne está bien, pero junto a otras mujeres lideran la manada Renacer. ¿Sabías que ellas mismas son las que han estado atacando a bandidos y contrabandistas en el bosque Esmer?—¿Qué? ¿No eran hombres? —Intervino Odín, levantándose de su asiento de golpe—. Entonces, ¿no fue un hombre el que me besó?—Odín, no intervengas —replicó Gedeón, impaciente—. Continúa, Lucio.—En resumen, los mercenarios entraron a la manada con la ayuda de unos magos. Aradne se presentó como la líder y se rindió porque capturaron a uno de sus hombres. Por cómo se rindió ella deben ser muy cercanos.Gedeon sintió una mezcla de celos y rabia. "¿Se rindió por un h
Los guardianes del enemigo estaban de mal humor, observaban a las siete mujeres que preparaban la comida. Entre ellas estaban Emma y Marie, quienes lideraban al grupo, compuesto por cinco mujeres que no lograron escapar al refugio y quedaron atrapadas en medio del conflicto. La tensión se palpaba en el aire, acentuada por la presencia intimidante de tres hombres armados que las apuraban, revisando cada ingrediente que utilizaban.Aradne entró en la cabaña con calma. Dirigiéndose a Emma, preguntó.—¿Cómo va la comida? Es hora de servirla a nuestros invitados.—Ya está lista, Aradne. Voy a empezar a servir —respondió Emma, acomodando los platos sobre la mesa. Luego, añadió en voz rígida—. Necesito ayuda para contar cuántos hombres hay.Uno de los hombres interrumpió la conversación y con un tono amenazante habló.—Aproximadamente somos 30. ¡Apúrense que los líderes tienen hambre! Si no agilizan las manos serán ejecutadas por incompetentes.—Inténtenlo —la voz de Aradne resonó con firmez
Gedeon y Lucio lograron rescatar a Asher, pero este estaba gravemente herido. Gedeon lo dejó al cuidado de Lucio y salió en busca de Aradne. En el camino, se detuvo al escuchar desde la distancia lo que ella decía y observó cómo la gente la miraba como a su líder. Pensó en cómo, en solo cinco años, Aradne había pasado de ser una niña frágil y menuda a convertirse en una mujer empoderada y valiente que no le temía a nada. Solo pudo observar cómo se alejaba, y entonces decidió seguir a la multitud.Aradne se detuvo ante una gran roca que tenía una ranura por la que se deslizó, entrando en lo que parecía ser una cueva. Ella ingresó sola con Marie, mientras los demás esperaban al pie de la roca. Al entrar, corrió hacia su hijo.—Mi amor, ¿estás bien? Debes de estar asustado y hambriento —balbuceó preocupada, abrazándolo con ternura.El niño se separó de ella con suavidad, con una enorme sonrisa murmuró.—No, mami, no soy miedoso y comimos pan con leche.—Hija, ¿estás bien? ¿Y los demás?
Ariadne sentía cómo la sangre le hervía, respiraba largamente para calmar cada fibra de su ser, sabía que no podía hacer nada frente a su hijo.—Evolet —se conectó con su loba—, no haremos nada imprudente frente a nuestro cachorro. Ya encontraremos una forma de vengarnos de este lobo rastrero —un suspiro profundo, cargado de resignación, se escapó de sus labios—. Además, hay un vínculo que los une, y ya no podemos evitar que vea a su hijo.Evolet retrocedió, aún gruñendo, pero obediente se desvaneció regresando a su ecosistema.Ariadne se acercó a su hijo y se inclinó, suavizando su expresión y con voz calmada musitó.—Cachorro, Evolet solo nos estaba protegiendo de lobos extraños. Es mejor que vayas con la tía Trysa ver si la medicina funcionó.El niño, asintió con una sonrisa. Le dedicó una última mirada tierna al lobo antes de tomar la mano de Trysa, quien lo guió fuera de allí.Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, la expresión de Ariadne cambió. Sus ojos se volvieron duros
Gedeon y Ariadne llegaron a la entrada de Corinto, donde Gedeon ordenó que abrieran el portón. A medida que avanzaban, los habitantes de la manada los observaban con curiosidad y desconfianza, susurrando entre ellos sobre los extraños que acompañaban a su rey. No se atrevían a preguntar, por temor a ofender al Alfa.Gedeon dirigió a su grupo hacia su mansión, y al llegar, el primero en recibirlos fue Jonas.—Su Majestad, qué bueno tenerlo de vuelta en la manada —dijo Jonás, con una reverencia.Gedeón, sin perder tiempo, entró por la puerta principal de la mansión.—¿Cómo están las cosas por aquí? —preguntó mientras cruzaba el umbral. Sin embargo, al notar que nadie lo seguía, se detuvo y giró sobre sus zapatos, mirando a Ariadne expresó.—¿Por qué no entras? Esta será tu residencia ahora.Ariadne, con su hijo dormido en brazos, observó cómo los demás esperaban en silencio, esperando las órdenes de su líder.—Antes de entrar, necesito que pongas al tanto a tu gente de quiénes somos. No
Después de dejar a Eiden dormido en la habitación principal, bajo el cuidado de su abuela, Gedeón salió con la preocupación dibujada en su rostro. Al cruzarse con Aradne en el pasillo, su corazón se aceleró por un instante. Ella pasó junto a él sin mirarlo, ignorando su presencia como si fuera solo una sombra, y entró en la habitación, cerrando la puerta tras de sí.El gesto de Aradne dejó a Gedeón con una sensación de disgusto y frustración. Inspiró profundamente varias veces para no entrar en la habitación, sacarla de allí y darle unas nalgadas por su falta de respeto al rey. Finalmente, descendió las escaleras y se dirigió a la mansión real. Al llegar, lo esperaba su beta en la entrada, visiblemente preocupado.—Por fin te dignas a venir —expulsó Horus en cuanto lo vio cerca—. Han llegado rumores de que llegaste con un grupo de personas. ¿Puedes explicarme qué está pasando? Hace cuatro días mandaste a unas personas a Corinto sin explicaciones y ahora llegas con otras y las instalas
Al día siguiente, los alfas y los ancianos se congregaron en una sala de conferencias. El ambiente estaba cargado de preocupación tras las alarmantes noticias que Horus les había transmitido. Los rostros de los lobos ancianos reflejaban desconfianza. Cuando Mara entró en la habitación sin tocar, Gedeón frunció el ceño y gruñó con frialdad.—Mara, te has equivocado de salón. Deberías salir; estamos en una reunión importante.—Su majestad, ¿por qué le hablas así a la futura Luna de esta manada? Ella debería estar presente en esta conversación —replicó Clemente, haciendo un gesto para que Mara se sentara al lado del rey. Con la frente en alto, Mara cruzó la sala y se sentó junto a Gedeón.—¿Por qué no comenzamos la reunión? —protestó Marcos, algo impaciente.La puerta se abrió de nuevo, y Aradne apareció en la entrada, seguida de cerca por Marie y Trysa. El grupo reunido en la sala desvió la mirada hacia ellas.—Hola, señores. Disculpen la tardanza —dijo Aradne con aire de desdén, su ros