Capítulo 40

Gedeon y Ariadne llegaron a la entrada de Corinto, donde Gedeon ordenó que abrieran el portón. A medida que avanzaban, los habitantes de la manada los observaban con curiosidad y desconfianza, susurrando entre ellos sobre los extraños que acompañaban a su rey. No se atrevían a preguntar, por temor a ofender al Alfa.

Gedeon dirigió a su grupo hacia su mansión, y al llegar, el primero en recibirlos fue Jonas.

—Su Majestad, qué bueno tenerlo de vuelta en la manada —dijo Jonás, con una reverencia.

Gedeón, sin perder tiempo, entró por la puerta principal de la mansión.

—¿Cómo están las cosas por aquí? —preguntó mientras cruzaba el umbral. Sin embargo, al notar que nadie lo seguía, se detuvo y giró sobre sus zapatos, mirando a Ariadne expresó.

—¿Por qué no entras? Esta será tu residencia ahora.

Ariadne, con su hijo dormido en brazos, observó cómo los demás esperaban en silencio, esperando las órdenes de su líder.

—Antes de entrar, necesito que pongas al tanto a tu gente de quiénes somos. No
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