Capítulo 56

Eiden, al verse liberado, corrió hacia Cleo llorando, se arrodilló y le colocó las manitos sobre el pecho. Pero ella no respondía; las patadas le habían causado daños graves a algunos órganos vitales.

Los otros tres hombres miraban temblando como se le apagaba la vida a su compañero, desesperados salieron corriendo, pero fue en vano. Una bandada de abejas los atacó, picándolos por todas partes, mientras unas raíces emergían del suelo, arrastrándolos y sujetándolos firmemente a un arbusto.

Aradne y Evolet atravesaban el bosque con una urgencia desesperada, cada segundo se alargaba como una agonía interminable. Cuando finalmente llegaron, la visión que se desplegó ante los ojos de Aradne le desgarró el alma: su hijo estaba abrazando el cuerpo ensangrentado de Cleo. Sin vacilar, corrió hacia Eiden, se agachó y estiro sus manos envolviéndolo con desesperación entre sus brazos.

—Hijo mío, ¿qué te han hecho? —su voz sonaba cargada de dolor, apenas era un susurro ahogado en la angustia.

Eid
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