Capítulo 60

Clemente, pálido y derrotado bajo la cabeza, sabía que no tenía escapatoria. Con un suspiro ahogado, se rindió.

—Su majestad, piedad con estos ancianos, ahora sin autoridad. ¿Qué podemos hacer unos viejos lobos contra la reina? Solo le pedimos que nos deje vivir, juramos que no escuchara de nosotros.

Aradne soltó una carcajada que resonó en el aire, haciendo que los ancianos se encogieran aún más de miedo.

—Ahora sí soy su reina. Para que vean que tengo corazón, los dejaré vivir como simples lobos en sus manadas de origen. Pero si hacen algo en mi contra o de mi familia, Evolet no será tan amable como yo.

Los ancianos sintieron que el alma les volvía al cuerpo, aún temblando de miedo ante la mirada asesina de la gran loba blanca. Aradne giró su mirada hacia la multitud, mientras Gedeón se colocaba a su lado y, con suavidad, tomaba su mano, entrelazando sus dedos con los de ella con ternura.

—Señores, como han visto, desde hoy seré la gobernante de los tres reinos. Junto a mí estará mi
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