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CAPÍTULO 2 — Contratada.

Anastasia.

Cuando las Puertas del ascensor se abrieron, pude visualizar a muchos hombres con cables en sus orejas, la mayoría me observó cuando hice acto de presencia, y uno de ellos me extendió la palma a un lado ara indicarme.

—Pase allí… —para mi sorpresa había un detector de metales, que se activó cuando llegaron a mi cuello—. ¿Qué tiene allí…?

Mi suéter era cuello alto, así que tuve que mostrarle una cadenita de oro que colgaba, y tenía una cruz diminuta.

—Bien… espere aquí… le avisaremos cuando pueda pasar.

Asentí rápidamente con el corazón en la garganta, y por un momento tuve ganas de llorar.

Papá nunca me perdonaría si supiera que vine aquí en medio de mi desesperación, pero estaba segura de que lo hacía por un bien, aunque eso me condenara.

En un punto tenía mi boca comida por dentro ante la ansiedad de la espera, pero cuando alguien abrió una amplia oficina que era tres veces mi casa, yo me puse de pie con mi maletín y me acomodé las gafas.

—Pase… —caminé rápido ante la indicación, la gente dentro del lugar se movió y tuve que pasar un trago cuando un hombre muy grande, musculoso e imponente, se giró cruzándose de brazos.

Había visto su rostro anteriormente, pero en la vida real era más intimidante, mucho más.

—Jefe… estas son sus acciones con el señor Vasíliev… —hasta ese entonces me di cuenta de una mujer que dejó una carpeta en su escritorio, y que me dio una larga mirada antes de irse.

—Siéntate… —asentí como una mansa paloma y me senté en el sillón cuando esa voz gruesa llegó a mis oídos.

Él no me miró en ningún momento, pero me apresuré a sacar otra carpeta llena de toda mi información, y me pregunté que habían hecho con la otra.

—Soy economista… mi amigo… quiero decir… el señor Maxim, me ha recomendado a este puesto de trabajo y… —El hombre frunció el ceño cortando con mis palabras, y luego torció su boca.

—No sé quién es Maxim… —y tomando la carpeta la abrió.

Solo pasó un minuto cuando un silbido salió de su boca, y en ese preciso momento, él me miró por primera vez.

Sus ojos eran algo claros. Entre amarillos, marrones, y verdes. Su piel era bronceada, pero era un hombre blanco porque su cabello castaño y barba muy bien arreglada, lo delataban.

—Eres un cerebrito… incluso tienes una carta de la jodida universidad que te recomienda…

Parpadeé varias veces, hasta ahora, nadie lo había notado.

—Sí… —me pregunté por qué estaba lenta, pero podía excusarme de que la presencia de este hombre malo, era realmente inquietante.

Y todo estaba mal aquí, desde sus adquisiciones, su forma de trabajo, y el hecho de que yo misma me estuviese involucrando.

Toda su oficina olía a un perfume caro, además del olor a cuero, y a lujos.

Tenía anillos en los dedos, y un reloj que se veía a leguas que era muy costoso.

—¿Un empleado mío te dijo que estaba necesitando a una economista? —Asentí rápido ante su pregunta, pero aun miraba mi carpeta con detenimiento.

—Sí señor…

Él sonrió de oreja a oreja, y no entendí él por qué lo hizo.

—¿Sabes quién soy?

Por supuesto, pensé en mi mente rápida; un corrupto, un asesino, un mafioso, un hombre que vivía para romper la ley.

Sin embargo, no podía contestar de forma sincera.

—No… —mentí, e incluso mi alma se estaba desestabilizando.

Me condenaría con todo lo que había hecho hoy, y no tendría cara ni siquiera para orar esta misma noche junto a mi familia.

El hombre cerró la carpeta, y luego detalló mi suéter, pero cuando bajé a ver, estaba viendo mi cadenita.

La guardé de inmediato.

—Necesito a alguien eficiente, no solo que maneje mi dinero y lo cuide, sino que sea estratégico a la hora de generar más… ¿puedes entender mi lenguaje? —él preguntó interesado y yo sentí.

—Lo entiendo… yo… puedo hacerlo. Tal vez me vea como…

—¿Sin experiencia? —reprimí mis ojos cuando él completó, aunque sus palabras se veían un poco doble sentido.

—Sí… pero tengo muchas capacidades… —este hombre sonrió, y definitivamente su sonrisa burlona me estaba agriando el humor.

Me pregunto si se burlaba de mí, o qué, pero cuando toqueteó varias veces la madera con sus dedos, pude escuchar algo que nunca pensé escuchar en la vida.

—Contratada… —abrí mis ojos incrédulos y me quedé mirándolo.

—¿Qué?

El hombre se recostó en el asiento y asintió, esta vez de forma seria.

—¿Cuánto gana normalmente un economista exitoso? —abrí mi boca y negué.

—Creería unos… 150.000 rubros al año.

El hombre chasqueó la lengua como si no le gustara mi respuesta.

—En dólares… sería unos ¿100.000 al año no es así?

Asentí, aunque quise explicarle algo.

—Si… aunque… si ponemos las cifras exactas, sería… —pero él asomó su mano deteniéndome.

—La precisión, la usas después… ¿ok?

—Ok…

—Te pagaré 30.000 dólares al mes… sin contar regalos, y premios… —la sonrisa del hombre me heló los huesos.

¿30.000 dólares al mes? Era mucho dinero, incluso demasiado.

Yo pude sentir algo que no me dejaba pasar la saliva. Por primera vez mi mente se confundió toda, y antes de que diera una respuesta, escuché cuando dijo.

—Puedes comenzar mañana, no aquí… pero si arreglando unos asuntos, y puedes venir en una semana a la oficina, aquí hay un lio con los documentos legales, y cosas así… te pondré a alguien para que te adelante, además de mis abogados… y… algo más… —Alexey Kozlov se acercó de forma intimidante, y con un rostro pétreo me lo dijo—. La lealtad, es más que esa inteligencia para mi… mucho más… así que debes saber que firmarás un pacto con el diablo, y que nunca podrás salir de ello…

Me eché hacia atrás ante el significado de sus palabras, porque eran perfectas para querer huir cuanto antes.

—¿Un pacto con el diablo? —incluso mis labios temblaron, y allí, rápidamente se asomó su sonrisa que generó una gran confusión en mi sistema.

—Ya sabes… con lo malo… lo retorcido… lo pervertido… —mis ojos se abrieron, pero él corrigió rápido—. En los asuntos de dinero…

Mi respiración era demasiado, pero lo vi levantarse, y extender sus manos.

—Puedes quedarte aquí… revisa mi computadora, conoce el lugar, y has planes…

Tuve que levantarme también con prontitud, y tampoco pude evitar ser inoportuna.

—Señor Kozlov… yo… quisiera saber cuál será mi oficina… o si hay un lugar que pueda ocupar…

Sin embargo, su dedo moviéndose de un lado a otro, más su boca haciendo un sonido de negación, me dejó en el sitio.

—No tendrás ninguna oficina… yo seré tu oficina…

El hombre que, supuestamente iba a ser mi jefe sonrió ampliamente, y luego salió de su oficina, dando una orden diciendo.

—Háganle un contrato a… ella… será la nueva economista Kozlov.

Y eso, es porque él, ni siquiera preguntó mi nombre…

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