Anastasia.
Cuando las Puertas del ascensor se abrieron, pude visualizar a muchos hombres con cables en sus orejas, la mayoría me observó cuando hice acto de presencia, y uno de ellos me extendió la palma a un lado ara indicarme.
—Pase allí… —para mi sorpresa había un detector de metales, que se activó cuando llegaron a mi cuello—. ¿Qué tiene allí…?
Mi suéter era cuello alto, así que tuve que mostrarle una cadenita de oro que colgaba, y tenía una cruz diminuta.
—Bien… espere aquí… le avisaremos cuando pueda pasar.
Asentí rápidamente con el corazón en la garganta, y por un momento tuve ganas de llorar.
Papá nunca me perdonaría si supiera que vine aquí en medio de mi desesperación, pero estaba segura de que lo hacía por un bien, aunque eso me condenara.
En un punto tenía mi boca comida por dentro ante la ansiedad de la espera, pero cuando alguien abrió una amplia oficina que era tres veces mi casa, yo me puse de pie con mi maletín y me acomodé las gafas.
—Pase… —caminé rápido ante la indicación, la gente dentro del lugar se movió y tuve que pasar un trago cuando un hombre muy grande, musculoso e imponente, se giró cruzándose de brazos.
Había visto su rostro anteriormente, pero en la vida real era más intimidante, mucho más.
—Jefe… estas son sus acciones con el señor Vasíliev… —hasta ese entonces me di cuenta de una mujer que dejó una carpeta en su escritorio, y que me dio una larga mirada antes de irse.
—Siéntate… —asentí como una mansa paloma y me senté en el sillón cuando esa voz gruesa llegó a mis oídos.
Él no me miró en ningún momento, pero me apresuré a sacar otra carpeta llena de toda mi información, y me pregunté que habían hecho con la otra.
—Soy economista… mi amigo… quiero decir… el señor Maxim, me ha recomendado a este puesto de trabajo y… —El hombre frunció el ceño cortando con mis palabras, y luego torció su boca.
—No sé quién es Maxim… —y tomando la carpeta la abrió.
Solo pasó un minuto cuando un silbido salió de su boca, y en ese preciso momento, él me miró por primera vez.
Sus ojos eran algo claros. Entre amarillos, marrones, y verdes. Su piel era bronceada, pero era un hombre blanco porque su cabello castaño y barba muy bien arreglada, lo delataban.
—Eres un cerebrito… incluso tienes una carta de la jodida universidad que te recomienda…
Parpadeé varias veces, hasta ahora, nadie lo había notado.
—Sí… —me pregunté por qué estaba lenta, pero podía excusarme de que la presencia de este hombre malo, era realmente inquietante.
Y todo estaba mal aquí, desde sus adquisiciones, su forma de trabajo, y el hecho de que yo misma me estuviese involucrando.
Toda su oficina olía a un perfume caro, además del olor a cuero, y a lujos.
Tenía anillos en los dedos, y un reloj que se veía a leguas que era muy costoso.
—¿Un empleado mío te dijo que estaba necesitando a una economista? —Asentí rápido ante su pregunta, pero aun miraba mi carpeta con detenimiento.
—Sí señor…
Él sonrió de oreja a oreja, y no entendí él por qué lo hizo.
—¿Sabes quién soy?
Por supuesto, pensé en mi mente rápida; un corrupto, un asesino, un mafioso, un hombre que vivía para romper la ley.
Sin embargo, no podía contestar de forma sincera.
—No… —mentí, e incluso mi alma se estaba desestabilizando.
Me condenaría con todo lo que había hecho hoy, y no tendría cara ni siquiera para orar esta misma noche junto a mi familia.
El hombre cerró la carpeta, y luego detalló mi suéter, pero cuando bajé a ver, estaba viendo mi cadenita.
La guardé de inmediato.
—Necesito a alguien eficiente, no solo que maneje mi dinero y lo cuide, sino que sea estratégico a la hora de generar más… ¿puedes entender mi lenguaje? —él preguntó interesado y yo sentí.
—Lo entiendo… yo… puedo hacerlo. Tal vez me vea como…
—¿Sin experiencia? —reprimí mis ojos cuando él completó, aunque sus palabras se veían un poco doble sentido.
—Sí… pero tengo muchas capacidades… —este hombre sonrió, y definitivamente su sonrisa burlona me estaba agriando el humor.
Me pregunto si se burlaba de mí, o qué, pero cuando toqueteó varias veces la madera con sus dedos, pude escuchar algo que nunca pensé escuchar en la vida.
—Contratada… —abrí mis ojos incrédulos y me quedé mirándolo.
—¿Qué?
El hombre se recostó en el asiento y asintió, esta vez de forma seria.
—¿Cuánto gana normalmente un economista exitoso? —abrí mi boca y negué.
—Creería unos… 150.000 rubros al año.
El hombre chasqueó la lengua como si no le gustara mi respuesta.
—En dólares… sería unos ¿100.000 al año no es así?
Asentí, aunque quise explicarle algo.
—Si… aunque… si ponemos las cifras exactas, sería… —pero él asomó su mano deteniéndome.
—La precisión, la usas después… ¿ok?
—Ok…
—Te pagaré 30.000 dólares al mes… sin contar regalos, y premios… —la sonrisa del hombre me heló los huesos.
¿30.000 dólares al mes? Era mucho dinero, incluso demasiado.
Yo pude sentir algo que no me dejaba pasar la saliva. Por primera vez mi mente se confundió toda, y antes de que diera una respuesta, escuché cuando dijo.
—Puedes comenzar mañana, no aquí… pero si arreglando unos asuntos, y puedes venir en una semana a la oficina, aquí hay un lio con los documentos legales, y cosas así… te pondré a alguien para que te adelante, además de mis abogados… y… algo más… —Alexey Kozlov se acercó de forma intimidante, y con un rostro pétreo me lo dijo—. La lealtad, es más que esa inteligencia para mi… mucho más… así que debes saber que firmarás un pacto con el diablo, y que nunca podrás salir de ello…
Me eché hacia atrás ante el significado de sus palabras, porque eran perfectas para querer huir cuanto antes.
—¿Un pacto con el diablo? —incluso mis labios temblaron, y allí, rápidamente se asomó su sonrisa que generó una gran confusión en mi sistema.
—Ya sabes… con lo malo… lo retorcido… lo pervertido… —mis ojos se abrieron, pero él corrigió rápido—. En los asuntos de dinero…
Mi respiración era demasiado, pero lo vi levantarse, y extender sus manos.
—Puedes quedarte aquí… revisa mi computadora, conoce el lugar, y has planes…
Tuve que levantarme también con prontitud, y tampoco pude evitar ser inoportuna.
—Señor Kozlov… yo… quisiera saber cuál será mi oficina… o si hay un lugar que pueda ocupar…
Sin embargo, su dedo moviéndose de un lado a otro, más su boca haciendo un sonido de negación, me dejó en el sitio.
—No tendrás ninguna oficina… yo seré tu oficina…
El hombre que, supuestamente iba a ser mi jefe sonrió ampliamente, y luego salió de su oficina, dando una orden diciendo.
—Háganle un contrato a… ella… será la nueva economista Kozlov.
Y eso, es porque él, ni siquiera preguntó mi nombre…
Anastasia. —¿Entonces? ¿Contratada, contratada? ¿O solo te pondrán a prueba?Yo tuve que pasar el trago varias veces, los ojos de mis papás estaban sobre mí, mientras mis manos apretaban la carpeta de una forma exagerada contra mi pecho.Y sí, tenía un contrato, uno que me ponía a prueba por tres meses, pero que el pago era escandaloso y no había forma de que ahora declinara.—Ya saben… —finalmente dije—. Son tres meses de prueba y luego ellos decidirán… pero me pagarán muy bien…Igor fue el primero en sonreír, y luego miró al techo y cerró los ojos.—Hemos orado mucho y… Dios ha oído nuestras peticiones… te lo dije… había que confiar.Por supuesto, me sentí en la inmunda ante sus palabras.Mamá se levantó enseguida, y dejé que me rodeara en sus brazos. Aproveché el momento para también cerrar los ojos y pedir perdón. Pero esperaba que esto fuese transitorio, aunque las palabras de ese hombre aún rondaban en mi cabeza.“Un pacto con el diablo, y nunca podrás salir de ello…”—Tenemos
Anastasia. Los días siguientes fueron caóticos, la alarma se encendió en mi cabeza todo el tiempo, porque sí, todos los asuntos de este hombre eran muy ilegales y yo me la pasé toda la semana intentando rezar por cada fraude que hacía.El lunes por la mañana por primera vez estuve en la empresa del señor Kozlov, y estaba hecha un lío hasta cuando llegó una pareja a verlo. Este era el mismo hombre que vi salir aquella vez del edificio, pero esta vez estaba acompañado por una mujer muy hermosa, que me envió una sonrisa y a la vez calmó mi ansiedad.Y para cuando me di cuenta, en medio de la semana estaba metida en un lío de secuestro, ya que a la señorita Sibel la habían raptado en mi compañía.—¿Cómo estuvo tu día? —Miré a mi madre por la noche después de todo el suceso y quise arrojarme en sus brazos para ponerme a llorar, pero le mostré mi rostro más relajado.—He tenido mucho trabajo… pero estoy bien… —ella apretó mis hombros.—¿Sabes? Le prepararé a tu jefe una de mis pierogis… —A
Anastasia. —¿Te quedarás con alguna chica aparte…? ¿O cómo es eso? —Tomé todo de mí para mentirles a mis padres.—No papá… mira… esta es una empresa muy prestigiosa… y estos viajes son necesarios…—¿Y cómo se llama? —apreté los dientes, y pensé rápido.—Rostec Inc. —Me atreví a decir.Se trataba de una empresa reconocida, de prestigio, pero los ojos de papá, me hicieron sentir como la peor persona.—Anastasia… no… ¡Mi hija trabaja en Rostec! —mi cuerpo se puso frío, incluso sentí cómo las gotas se acumulaban en mi nuca.Yo ardería en el infierno por esto.—Debo hacer un trabajo en San Petersburgo… no sé cuánto tarde…—No me gusta mucho… pero sé que puedes cuidarte. Eres una chica con valores Ana, y confiamos en ti… —eso que dijo mamá, terminó por secarme la boca.Mi jefe había instalado en mi teléfono alguna tecnología, podían llamarme incluso desde otro país por el sistema de Roaming, y eso, de alguna forma, me había tranquilizado más.Después de unos días, hice mi maleta. Me fue in
Anastasia. Pasaron algunos días, pero prontamente me quedé sola, mientras el jefe estaba en Italia con su compañero. Así que Sibel y yo planificamos ir al bar, después de una exitosa compra del hotel que el jefe quería.Sin embargo, esta noche estaba volviendo a la suite con muy poca información, ya que lo planeado, había sido en vano por la aparición de Iván Vasíliev en el bar.Y por supuesto, solo pude anotar las referencias del dueño.—Iré a ver a Iván al hospital… tú quédate aquí… no entiendo cómo pudiste seguirle la cuerda a Sibel… —El jefe había llegado de su viaje a Italia y no quería mostrarle esta compra en blanco, así que me apresuré hacer una llamada al número que había encontrado, a pesar de la hora.—¿Sí?—Buenas noches…—Casi madrugadas… —Apreté mis ojos y pasé la saliva.—Señor, soy Anastasia Ivanova… mi jefe y yo, estamos interesados en su bar…—Yo soy el asistente del señor Dimitri… pero él está ocupado ahora.—Si… no hay problema… hoy lo busqué en el lugar, pero…—
Alexey Kozlov. —Fue una cirugía complicada… pero quedé como quería… —Sonreí cuando Karla se pasó la mano por sus pechos—. ¿Quieres tocar? Se sienten muy naturales…¿Y qué más daba?Fruncí mi boca y alargué la mano, pero el tacto en forma de globos, no me excitó para nada como lo había planeado.—Lindas… —expresé con una sonrisa, mientras en mi teléfono llegaban las notificaciones de algunos negocios.Karla Morris era modelo de ropa interior, y a decir verdad quería follármela desde hace meses, aunque de cerca, sentía que perdía el encanto.—¿Y qué proyectos tienes ahora? —Pregunté encendiendo un puro exquisito en mis manos, pero cuando solté el humo, ella rio como si le hubiese hecho cosquillas.Era algo tonta.—¿Proyectos? —dijo levantando la ceja—. Ya soy famosa… ahora solo firmo contratos… y salgo con chicos guapos como tú…En el instante el puro me supo a agrio, y mi sonrisa se borró.—¿Chicos, dices? —Karla apretó su boca, relamiendo sus labios y asintió. Entonces tiré el puro
Anastasia. Mi cuerpo estaba temblando, y el sudor frío recorría mi piel.Tenía náuseas, ganas de morir, pero, sobre todo, la vergüenza era la emoción más poderosa que ahora dominaba mi cuerpo.Recibí un vaso de agua, pero mi vibración era tanta que no pude con ello.—Me siento… muy mal… —el jefe se sentó en mi frente quitando el vaso de mi vista. Podía reconocer la suite, y a Luka, el hombre que siempre estaba al lado del señor Kozlov.La cabeza me daba vueltas y solo quería quitarme la sensación en mi estómago, y esta pérdida de lucidez tan impresionante.—Solo puedo hacer una cosa por ti Anastasia, pero debes confiar en mí…Intenté llevar mis ojos a él, se veía tan borroso que apreté mis ojos.Apreté su chaqueta contra mi cuerpo, quería meter hasta los pies dentro de ella, y solo podía derramar las lágrimas ante la impotencia.¿Cómo pude ser tan estúpida?—Quiero… —intenté decir—. Aliviarme…—Te aliviaré… —lo escuché, y luego vi de forma no muy clara como Luka le pasó algo—. Vamos…
Anastasia. Me sentía muy culpable.Muchas personas habían muerto en ese incendio. Literalmente el señor Kozlov había acabado con ellos, y solo porque quise pasarme de lista y mostrar algo, que realmente yo no era.Me tiré de rodillas, y mis lágrimas salieron.—Dios, por favor… perdóname… ni siquiera sé lo que estoy haciendo.Además, estaba esta sensación extraña cuando el jefe aprecia delante de mí, y solo pude negar todas las veces, pensando en qué podría pensar mis padres si solo estuvieran en mi cabeza y supieran el rumbo de mis pensamientos.Cuando estuve con la ropa adecuada, hice una trenza en mi cabello húmedo, y luego me puse una chaqueta.El jefe quería hablar, pero también estaba preparado para salir, aunque mi informe estuviera a la mitad y no podía hacerlo esperar.Cuando llegué a la sala principal, él estaba sentado en una gran mesa, mientras apreté mi maletín.—Le debo una disculpa… —él no alzó la mirada, pero apuntó a un asiento.—Come… saldremos en una hora.No dije n
Anastasia. Sacudí mi cabeza, no podía esconderme, así que me puse delante del jefe, pero cuando lo miré, él ya tenía su mirada puesta en mí. Como si me estuviera esperando, como si… —Señor, buenas noches… —tuve que saludar.La mujer que tenía a su lado, sonrió y luego bajó la mirada para hacer un escrutinio en mí como si no pudiera creerlo. No podía negar que me sentí muy incómoda y sobre todo, fuera de lugar ante su mirada mezquina. —Parece que te has equivocado de fiesta… Abrí mi boca rápidamente para responderle, pero no pude decir una sola palabra.—Es mi asistente Kozlov… —el jefe intervino soltándose de ella de alguna forma. Él tenía una sonrisa algo enigmática y luego sin más, también me miró de pies a cabeza y se dirigió a mí—. ¿Estás lista? ¿Para qué? Me pregunté todas las veces, pero afirmé como una tonta, no trabajaba para él para refutarle todo el tiempo.Todo lo que concierne a mi jefe, debía tratarse de trabajo.—Nos vemos al rato, Jessica… —el señor Kozlov le di