Anastasia.
—¿Te quedarás con alguna chica aparte…? ¿O cómo es eso? —Tomé todo de mí para mentirles a mis padres.
—No papá… mira… esta es una empresa muy prestigiosa… y estos viajes son necesarios…
—¿Y cómo se llama? —apreté los dientes, y pensé rápido.
—Rostec Inc. —Me atreví a decir.
Se trataba de una empresa reconocida, de prestigio, pero los ojos de papá, me hicieron sentir como la peor persona.
—Anastasia… no… ¡Mi hija trabaja en Rostec! —mi cuerpo se puso frío, incluso sentí cómo las gotas se acumulaban en mi nuca.
Yo ardería en el infierno por esto.
—Debo hacer un trabajo en San Petersburgo… no sé cuánto tarde…
—No me gusta mucho… pero sé que puedes cuidarte. Eres una chica con valores Ana, y confiamos en ti… —eso que dijo mamá, terminó por secarme la boca.
Mi jefe había instalado en mi teléfono alguna tecnología, podían llamarme incluso desde otro país por el sistema de Roaming, y eso, de alguna forma, me había tranquilizado más.
Después de unos días, hice mi maleta. Me fue inevitable no recordar las palabras del jefe cuando decía irónicamente sobre la ropa y me tuve que mirar en el espejo.
Parecía una mujer de unos cuarenta años. Siempre usaba la ropa holgada, trenzas que no dejaban que mi cabello se saliera a mi rostro, y estas enormes gafas, que de cierta forma cubrían mi cara.
Papá siempre decía que el cuerpo de una mujer no debía verlo nadie a excepción de su esposo, y me pregunté si encontraría uno, que se enamorara de mi esencia y no de mi apariencia.
No es que tuviera un mal cuerpo, me gustaba ejercitarme, correr por las noches, y alimentarme correctamente. Eso también estaba dentro de las reglas espirituales, sobre que debíamos cuidarnos a nosotros mismos y me gustaba seguir las reglas.
Despedirme de ellos no fue fácil, y con una maleta, como una loca en la estación, esperé el auto de siempre.
Y para mi sorpresa, Maxim estaba en el puesto delantero.
—Ana…
Sonreí, me dio alegría verlo.
—Estabas perdido…
—Trabajo sucio… —mi sonrisa se borró y él sonrió aún más.
—Tranquila… —tomó mi maleta y la puso en el auto, y luego me instó a que me subiera junto a él en el asiento trasero.
El chofer nos miró por el retrovisor en un momento, pero luego arrancó.
—¿A qué se debe tu aparición?
—Supe que el jefe viajaba con su asistente… me tomé el atrevimiento de venir… Lois es amigo… —señaló al chofer, y este asintió—. Pero me intriga… ¿Cómo conseguiste que el cuartel de tu familia te dejara salir?
Fruncí mi ceño.
—No son un cuartel… no sabes cómo es nuestra vida…
—Ok, ok… oye Ana… solo ten cuidado, ayer cuando escuché que el jefe se iba contigo, pensé que quizás te había metido en algo serio… pero mi intención es ayudarte. Solo quiero que tengas cuidado.
Asentí, y de cierta forma agradecí su preocupación.
Cuando llegamos al aeropuerto, esperé otro tipo de cosas, pero los autos se estacionaron frente a un jet privado.
Maxim llevó mis maletas y luego vino a sonreírme, estaba por decirle algo cuando escuchamos una voz gruesa que me erizó los vellos de la piel.
—Asistente Kozlov… —me indignaba a estas alturas que me llamara así, entonces me giré.
—Anastasia… —corregiría hasta el cansancio—. Buenos días, señor…
Él mal educado no respondió, pero observó a Maxim y lo señaló para preguntarme.
—¿Es tu referencia…?
—Sí, señor…
—¿Tu novio? —mis mejillas se pusieron rojas ante la nueva pregunta.
—No, señor… es mi amiga… vivimos en el mismo barrio —Maxim se apresuró a decir, y el jefe lo miró como a una cucaracha.
—No te pregunté a ti… vamos… —la última palabra me la dirigió a mí, así que le di una mirada a Maxim, gesticulando suavemente un “gracias”.
—Hay dos cosas que quiero comprar en Estados Unidos… bueno, por ahora…
Me senté firme en el puesto gigante cuando ya acomodé mi cinturón y el avión estaba por despegar.
—Permítame ir tomando nota, señor… —el jefe asintió y rápidamente me pasó su tableta.
—Tómala… es tuya… para que hagas tus notas…
La tomé de inmediato, siempre había querido tener una de estas, pero sonreí solo en mi mente.
—Gracias…
—Bien… quiero comprar un edificio… y un bar… —estaba escribiendo incluso las direcciones, cuando escuché—: Pero lo harás sola…
Mis ojos se abrieron y lo observé de inmediato.
Nuestros ojos permanecieron así por mucho tiempo, hasta que lo vi sonreír.
—No… no comprendo.
—¿Qué no entiendes?
—El hecho de hacer yo misma le negocio… quiero decir…
—Pondré toda mi confianza en ti… y a la vez me demostrarás de lo que estás hecha… Son 30.000 dólares al mes.
Sentí que me vibraba el alma.
—¿Y si fallo?
—No puedes fallar…
—¿Me despediría?
Esa sonrisa cruel se esparció por su perfecta cara, y luego se acercó a mí, para chasquear la lengua.
—Despedir es una simpleza, princesa Anastasia… en mi mundo se vive de otra forma.
Pegué mi espalda al respaldo, y solo pensé en una persona que podría acompañarme a un sitio como ese.
Jamás había pisado un bar en toda mi vida, y sin duda alguna debía confiar en Sibel para esto. No tenía otra salida.
El vuelo fue demasiado largo, algunas veces me despertaba cuando me ofrecieron un poco de comida chatarra, pero no comía ese tipo de cosas.
Entre mis despertares nocturnos, pude notar que había una mujer con el jefe, porque tenían una diversión y sus risas llegaban a mis oídos desde su salón privado.
Llegar a los Estados Unidos fue una sorpresa muy grande, me sentía eufórica, ni siquiera a los centros comerciales había salido, y cuando llegamos a una suite que el jefe había reservado, y contaba con varias habitaciones, tuve que soltar el aliento ante el lujo despilfarrado en cada cosa.
Aunque no me adaptaba a estar tan junta a él.
Mis padres se morirían si supieran que compartía un piso con mi mismo jefe.
Estaba buscando un vaso de agua, eran como las once de la noche cuando escuché la puerta, y allí vi que el jefe entró con una mujer rubia y se quedó perplejo al verme en mitad de la sala.
—¿Tú? ¡Oye…! —él se apresuró a tomar su billetera y sacó un montón de dólares—. Ve y compra algo de comida… distráete…
No pude evitar girar hacia la chica, que se reía escandalosamente.
—¿Quién es ella…? —preguntó, y fue evidente que no estaba en su conciencia.
—La asistente Kozlov… —dijo el jefe, los dos se rieron, y luego desaparecieron de mi vista.
Y mandato era mandato, así que me puse un abrigo, y me fui a las escaleras de emergencia a esperar que, al menos, esos dos se quedaran dormidos.
Sin embargo, algo iba rondando en mi cabeza, y por primera vez pensé algo que estaba fuera de mi forma, y de todo lo que yo era:
¿Qué se sentiría, ser una mujer admirada por un hombre como él?
Anastasia. Pasaron algunos días, pero prontamente me quedé sola, mientras el jefe estaba en Italia con su compañero. Así que Sibel y yo planificamos ir al bar, después de una exitosa compra del hotel que el jefe quería.Sin embargo, esta noche estaba volviendo a la suite con muy poca información, ya que lo planeado, había sido en vano por la aparición de Iván Vasíliev en el bar.Y por supuesto, solo pude anotar las referencias del dueño.—Iré a ver a Iván al hospital… tú quédate aquí… no entiendo cómo pudiste seguirle la cuerda a Sibel… —El jefe había llegado de su viaje a Italia y no quería mostrarle esta compra en blanco, así que me apresuré hacer una llamada al número que había encontrado, a pesar de la hora.—¿Sí?—Buenas noches…—Casi madrugadas… —Apreté mis ojos y pasé la saliva.—Señor, soy Anastasia Ivanova… mi jefe y yo, estamos interesados en su bar…—Yo soy el asistente del señor Dimitri… pero él está ocupado ahora.—Si… no hay problema… hoy lo busqué en el lugar, pero…—
Alexey Kozlov. —Fue una cirugía complicada… pero quedé como quería… —Sonreí cuando Karla se pasó la mano por sus pechos—. ¿Quieres tocar? Se sienten muy naturales…¿Y qué más daba?Fruncí mi boca y alargué la mano, pero el tacto en forma de globos, no me excitó para nada como lo había planeado.—Lindas… —expresé con una sonrisa, mientras en mi teléfono llegaban las notificaciones de algunos negocios.Karla Morris era modelo de ropa interior, y a decir verdad quería follármela desde hace meses, aunque de cerca, sentía que perdía el encanto.—¿Y qué proyectos tienes ahora? —Pregunté encendiendo un puro exquisito en mis manos, pero cuando solté el humo, ella rio como si le hubiese hecho cosquillas.Era algo tonta.—¿Proyectos? —dijo levantando la ceja—. Ya soy famosa… ahora solo firmo contratos… y salgo con chicos guapos como tú…En el instante el puro me supo a agrio, y mi sonrisa se borró.—¿Chicos, dices? —Karla apretó su boca, relamiendo sus labios y asintió. Entonces tiré el puro
Anastasia. Mi cuerpo estaba temblando, y el sudor frío recorría mi piel.Tenía náuseas, ganas de morir, pero, sobre todo, la vergüenza era la emoción más poderosa que ahora dominaba mi cuerpo.Recibí un vaso de agua, pero mi vibración era tanta que no pude con ello.—Me siento… muy mal… —el jefe se sentó en mi frente quitando el vaso de mi vista. Podía reconocer la suite, y a Luka, el hombre que siempre estaba al lado del señor Kozlov.La cabeza me daba vueltas y solo quería quitarme la sensación en mi estómago, y esta pérdida de lucidez tan impresionante.—Solo puedo hacer una cosa por ti Anastasia, pero debes confiar en mí…Intenté llevar mis ojos a él, se veía tan borroso que apreté mis ojos.Apreté su chaqueta contra mi cuerpo, quería meter hasta los pies dentro de ella, y solo podía derramar las lágrimas ante la impotencia.¿Cómo pude ser tan estúpida?—Quiero… —intenté decir—. Aliviarme…—Te aliviaré… —lo escuché, y luego vi de forma no muy clara como Luka le pasó algo—. Vamos…
Anastasia. Me sentía muy culpable.Muchas personas habían muerto en ese incendio. Literalmente el señor Kozlov había acabado con ellos, y solo porque quise pasarme de lista y mostrar algo, que realmente yo no era.Me tiré de rodillas, y mis lágrimas salieron.—Dios, por favor… perdóname… ni siquiera sé lo que estoy haciendo.Además, estaba esta sensación extraña cuando el jefe aprecia delante de mí, y solo pude negar todas las veces, pensando en qué podría pensar mis padres si solo estuvieran en mi cabeza y supieran el rumbo de mis pensamientos.Cuando estuve con la ropa adecuada, hice una trenza en mi cabello húmedo, y luego me puse una chaqueta.El jefe quería hablar, pero también estaba preparado para salir, aunque mi informe estuviera a la mitad y no podía hacerlo esperar.Cuando llegué a la sala principal, él estaba sentado en una gran mesa, mientras apreté mi maletín.—Le debo una disculpa… —él no alzó la mirada, pero apuntó a un asiento.—Come… saldremos en una hora.No dije n
Anastasia. Sacudí mi cabeza, no podía esconderme, así que me puse delante del jefe, pero cuando lo miré, él ya tenía su mirada puesta en mí. Como si me estuviera esperando, como si… —Señor, buenas noches… —tuve que saludar.La mujer que tenía a su lado, sonrió y luego bajó la mirada para hacer un escrutinio en mí como si no pudiera creerlo. No podía negar que me sentí muy incómoda y sobre todo, fuera de lugar ante su mirada mezquina. —Parece que te has equivocado de fiesta… Abrí mi boca rápidamente para responderle, pero no pude decir una sola palabra.—Es mi asistente Kozlov… —el jefe intervino soltándose de ella de alguna forma. Él tenía una sonrisa algo enigmática y luego sin más, también me miró de pies a cabeza y se dirigió a mí—. ¿Estás lista? ¿Para qué? Me pregunté todas las veces, pero afirmé como una tonta, no trabajaba para él para refutarle todo el tiempo.Todo lo que concierne a mi jefe, debía tratarse de trabajo.—Nos vemos al rato, Jessica… —el señor Kozlov le di
Anastasia. Fue casi imposible no dar dos pasos hacia atrás, parecía que el hombre fuese a atacarme, y para completar, escuché un montón de copas caerse, y al girarme me di cuenta de que yo había sido la causante cuando choqué con un mesero.Puse las manos en mi boca al ver la bandeja y las copas partidas en el suelo.—Lo siento mucho… —No pasa nada… —mi jefe intervino y el mesero asintió más bien como si él tuviera la culpa.—Yo puedo ayudar… —dije e intenté agacharme de inmediato, pero en el instante sentí cómo una mano rodeó mi brazo. —No… ya nos vamos… —tuve que mirar el agarre, sus dedos alrededor de mi brazo, por supuesto, cubiertos por mi chaqueta, estaban fijos, pero eso no pudo evitar mi agitación. —Señor… Mi jefe no se detuvo, caminó conmigo tomada del brazo, y luego salimos a la calle, mientras el aire golpeó en mi rostro.Allí todos lo esperaban, y luego escuché cómo él ordenó a “A la suite” y mis alarmas se activaron. Yo no podía echar todo lo que era solo por perder
Anastasia. Necesité levantarme con urgencia, me había comunicado con ellos por texto, pero imaginaba que necesitaban comprobar después de semanas, que yo no estaba mintiéndoles. A tal vez fuese mera preocupación. Me limpié el rostro, y me senté en un sofá cuando deslicé el dedo por la pantalla, y tanto mamá como papá, aparecieron en mi teléfono y me obligué a darles mi mejor cara. —Es ella… —sonreí al escuchar a Igor. —Pá… má… ¡Qué sorpresa! —noté como papá se acercó a la cámara y traté de que no se viera mucho el fondo. —¿No estás en la cama aún? ¿Por qué tienes el traje de tu graduación? Sonreí aún más. —Hoy teníamos una reunión de negocios. Terminó algo tarde y el evento era elegante. Mamá sonrió, pero papá era un poco escéptico. —¡Oye…! Eso es genial… —Lo es… —¿Estás disfrutando tu trabajo? —preguntó con una sonrisa, y me provocó contarles toda la verdad. —Ammm si… yo… —Nos alegra mucho cariño. Aquí en el barrio todos saben que trabajas para la mejor empresa de Rusia
Anastasia. Había planeado mil excusas, todas muy válidas para salirme de este embrollo, pero no sabía con qué valentía lo iba a enfrentar.A diferencia de ida, regresar pasó en minutos, y cuando mis pies estuvieron en Moscú sentía alivio y terror a la vez, pero ya vería qué podría hacer en los siguientes días para cambiar la idea de mi jefe, con respecto a mis padres.De ninguna manera se podían encontrar.Me senté a su lado en un auto negro, y luego vi cómo él se me quedó mirando.—Luka… vamos a la dirección donde siempre recogen a Anastasia… —parpadeé lentamente mirando a Luka delante y luego me giré hacia el jefe.—Señor, yo…—¿Necesitas decir algo?Me agité mucho, no solo por mis padres, tal vez ellos no habían visto el rostro de jefe, pero ¿mis vecinos?—¿Va a ir ya? Quiero decir… hoy mismo… ni siquiera he legado con ellos a saludar después de este viaje y…—Por supuesto… ¿Crees que no sé qué, con esta mente llena de estrategias, buscarás las forma repeler este encuentro? Pequeñ