Anastasia. Por un momento todo se paralizó en mi cuerpo, y mis ojos fueron directamente a él. Mi mirada le dijo en son de súplica que no continuara. Él no tenía idea de lo que podía dañar si decía la verdad, y si no estaba mostrando desespero ahora, mi imagen frente a mi familia, estaría completamente arruinada.Entonces di dos pasos, y lo pronuncié, pese a mi padre, a mamá y a la misma Irina que estaba a mi lado.—Señor… por favor…El jefe me devolvió la mirada por unos segundos, una que me hizo cerrar la boca, pero de inmediato vi cómo la quitó para observar a mis padres y hablar:—No pude dejar de venir aquí… para decirles que Anastasia es la empleada del mes… nunca hemos tenido a alguien tan eficiente… —parpadeé muchas veces con el corazón en la garganta mientras mi madre se giró hacia mí para ofrecerme una sonrisa.—¿Solo eso? —mi padre intervino, y mamá le pegó un codazo.—No, por supuesto que no…—Señor… —traté, pero él levantó la palma mientras papá fruncía más el ceño.—Prim
Anastasia. Por un segundo miré a la mujer que se cruzó de brazos, y luego volví a los ojos del jefe que estaban esperando por mí.—No tengo problema de que su abogada esté presente, Señor…Detallé cierta decepción en aquellos ojos, pero bajé la mirada cuando sentí que el corazón se me quería salir del pecho.Ajusté mis gafas, hoy había utilizado un atuendo de color gris, y viéndome en el vidrio de la oficina, pensé que había sido una mala elección. Me veía pálida como un cadáver.Una asistente nos acomodó el lugar, y nos ofreció algo para beber. Yo decliné enseguida, mientras escuché como la mujer llamada Vicky, sonrió pidiendo una bebida a estas horas de la mañana.Abrí mis ojos impresionados y luego escuché al jefe:—Café negro, sin azúcar para mí…—Sí, señor…Los tres nos sentamos en cómodos sofás, y luego saqué rápidamente el iPad que el jefe me había dado.—He enviado el informe sobre los mercados del otro día en Estados Unidos… están listo para que los vea… —él asintió mirándom
Anastasia. Me agité demasiado, y por primera vez en medio de esta nube oscura, tuve un poco de cordura, y salí de su encerrona y lo rodeé.—Señor… por favor, ¿de qué se trata esto? ¿Se burla de mí?Él puso dos de sus dedos en la boca, y se sintió pensativo. Caminó hacia el escritorio, y luego tomó la carpeta.—Vete o quédate… —me los entregó—. Ve a casa o quédate en la oficina, hoy leerás este contrato, y lo discutiremos esta noche…—¿Qué? —alcé mi voz frustrada.Entonces él se frenó y se giró hacia mí.—No veremos esta noche… te buscarán para traerte a un lugar…—No, señor… no voy a trabajar fuera de mi horario…—No vamos a trabajar… será una cena, no laboral —se acercó mucho, incluso su respiración golpeó mi rostro mientras mi pecho subía y bajaba.—Señor Kozlov…—Anastasia Ivanova… —él dijo seguro—. La veré esta noche… a las siete… como siempre, puntual…Él tomó mi mandíbula y dio un beso corto en mi mejilla, y sin más se fue de la oficina, mientras yo me dejé caer en su silla.Po
Alexey Kozlov. —Señor… ella está dentro… —golpeteé mis dedos contra el pasamanos del auto y asentí hacia Luka.—Nadie puede entrar a este lugar después de mí…—Hecho, señor… no se preocupe.Tomé el aire, recosté la cabeza al asiento y cerré los ojos.—Solo… necesitas control con ella… —me lo repetí varias veces, porque me estaba siendo bastante difícil que el ardor no me quemara.Esta chica era algo raro que no podía descifrar con facilidad, eso sin sumar cuando miraba sus ojos, parecía como si uno se fuese a perder en ellos. Tampoco podía dejar de mirar su cuerpo desnudo detrás de su ropa de vieja, y el hecho en que su nerviosismo se formara frente a mí todo el tiempo, me tenía absolutamente desquiciado.Froté mis manos.No sabía qué mierd@s hacía a estas alturas, porque podía estarme follando a cualquiera, pero necesitaba que ella se quedara cerca.De alguna forma me perturbaba que alguien pudiera descubrir su inocencia extrema, de alguna manera me desquiciaba que alguien quisiera
Anastasia. Sentí que mi tímpano se agudizó cuando escuché al jefe muy cerca de mí. Lo correcto y prudente es que me levantara de este sillón, y me fuera de este lugar. Había alertas, grandes y rojas, mi mente me estaba diciendo en este momento que me detuviera, y que era ahora cuando debía escapar de esta situación. Que era ahora, o nunca. Pero la sensación que me atrapaba, la forma en cómo me sentía, era inexplicable… Sentí que este cuadrado en el que vivía siempre, se estaba rompiendo, y por sus brechas entraba un aire que aumentaba mi adrenalina, una que se parecía a la felicidad de cuando obtuve la realización de mis metas escolares, pero era multiplicada por diez mil, sumado al límite de lo prohibido. Una situación que se esparcía por todo mi sistema, algo muy nuevo, y muy codiciable… De lo que siempre me recriminé, de todo lo que me dijeron que estaba mal. “Corromperte”, la palabra se gritó en mi cabeza, y la garganta se me secó entera. Me eché para atrás un poco, y solo
Anastasia. —Cariño… ¿Estás bien? Has estado muy callada… —levanté la mirada para ver los seis pares de ojos, que me observaban de forma fija. Papá, mamá e Irina. Entonces afirmé. —Es el trabajo… tengo mucho, gracias a Dios, pero… las distancias me están costando un poco… Papá arrugó el ceño, y mamá se apresuró a preguntar: —Tal vez puedas comprarte un auto… uno económico… —No… es inseguro para la niña… —papá refutó, y mi mente solo me acusaba. —El jefe… cree que soy una pieza muy importante para su empresa, y que también necesito un chofer… Mamá sonrió junto a Irina, pero papá tenía esa mirada rayada de duda. —¿Entonces? —preguntó mientras mi corazón se aceleró. —Creo que… tengo que buscar un piso cerca al edificio… cerca de la empresa… siempre nos toma unos cuarenta minutos o más… Pude escuchar la agitación de sus respiraciones. Mis manos sudadas movían los dedos por debajo de la mesa, y luego escuché a papá: —Ana… esas chicas libertinas siempre buscan un piso lejos de su
Anastasia. Tuve que intervenir varias veces en la negociación que estábamos haciendo por la mañana, pero fue bastante difícil mantener la compostura, cuando debajo de la mesa, mi mano era sujetada por él. Su pulgar acariciaba mi dorso, y muy de vez en cuando, rozaba sus piernas con las mías. Y creía que lo hacía adrede por su sonrisa fuera de contexto. Al finalizar, creo que mi jefe no debía comprar dichas acciones, las cifras en cuanto a la ganancia eran mínimas con respecto a lo que iba a invertir, y yo debía decirle eso en algún momento. —¿Entonces? ¿Hacemos un trato? —el hombre frente a nosotros preguntó, pero el jefe me observó. —¿Qué dices? ¿Las compramos? Lo miré pensando y haciéndome ideas en cómo me involucraba, pero sacudí mi cabeza y le dije: —Señor… ¿Podemos tener unos segundos? —No… —él respondió rápido—. Dime las cosas aquí mismo… Y miré al hombre frente a mí con vergüenza. No quería ponerlo en vergüenza. —Yo… las acciones son buenas, y… —¿Las compro o no señor
Anastasia. —¿Confías en mí? —asentí embelesada, que él me hubiese dicho esa palabra que ahora tintineaba en mi mente, me tenía la vida descuadrada. “La mujer de Alexey Kozlov”, pero de pronto, me caí duro de la nube, y una preocupación muy grande me llenó entera. —Confió… —respondí de forma agitada—. Pero mis padres no pueden enterarse… de nosotros… ellos… —Shuuu… —sus caricias en mis hombros desnudos fueron demasiado. —Señor… —¿Qué te dije sobre eso? —Ale… Alexey… —su sonrisa se amplió mucho—. Necesito mis gafas… Él chasqueó la lengua, y de un momento a otro, me bajó de su torso. Lo vi caminar hacia el centro, tomó mis gafas y vino y me las puso él mismo. —Tengo algo que decirle… —él asintió yendo a sacar algo de una vitrina digital, y luego lo vi encender un puro. —Adelante… ¿Quieres algo de tomar? —negué levantándome y no dudé en ponerme mi suéter enseguida, pero dejé mi cabello suelto. Apreté mis manos, y luego me detuve delante de él con mucho nerviosismo. —Yo… tardo u