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LA ASISTENTE DEL MAFIOSO
LA ASISTENTE DEL MAFIOSO
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1 — Derribando las reglas.

Anastasia.

—Lo siento… no estamos buscando su perfil por el momento, señorita… —tuve que soltar el aire mientras acomodaba mis gafas y miraba al hombre de traje frente a mí.

Desde hace meses, y meses, esta siempre era la respuesta, y me pregunté qué podía hacer falta cuando incluso, en una de las mejores universidades de Rusia, me habían condecorado por mis notas.

Había dado un discurso, quizás vi bostezos en el momento, a la gente le aburría hablar de la economía, pero yo encontraba cierta fascinación en estos números que incluso me llevaban a otro mundo.

Vi como aquel hombre me ofreció la carpeta de vuelta, sin siquiera ojearla para percibir que estaba altamente calificada para el puesto, pero nadie quería pagar una suma justa, a una chica de veintiún años que se había graduado hace un año y no tenía experiencia laboral.

1 AÑO. Ese era el tiempo que estaba desempleada, de hecho, nunca había tenido un trabajo, pero mis padres tenían una deuda enorme que descontaba los gastos necesarios mensuales y yo ya estaba abrumada, aunque habíamos ido a la iglesia sin falta, y oraba todos los días.

Apreté mi abrigo y salí del edificio. Tenía vergüenza de decirles de nuevo al llegar a casa que había fracasado, y estaba por tomar a mi derecha para caminar, cuando me choqué duramente con alguien.

Maxim.

—¿Ana? —él me sonrió, y achiqué mis ojos.

Maxim era unos cuatro años mayor que yo, crecimos en el mismo barrio, pero mis padres le decían el chico descarriado. Escuchamos que tomó algunos malos pasos, y… no tenía buenos amigos.

—Maxim… —dije y él pasó los dedos por su cabello sonriendo.

—¿Trabajas aquí?

Me giré al edificio, y luego negué.

—No… estaba en una entrevista… ¿y tú?

—¿Conseguiste el empleo? Imagino que si… —toqueteando mi cabeza sonrió—. Eres el cerebrito…

Nuevamente acomodé mis lentes y negué.

—No… no conseguí el empleo.

Su ceño se frunció considerablemente, y lo vi morder su boca.

Siempre me había parecido un chico guapo, pero yo huía considerablemente de lo que papá decía que podía ser peligroso. Y Maxim… bueno, nunca siguió las reglas.

—Oye… eres contadora… o algo así, ¿verdad?

Tuve que sonreír.

—Soy economista, Max… pero es algo parecido…

Él parpadeó varias veces, y asintió.

—En la empresa que trabajo, quiero decir, el jefe, jefe… está requiriendo a alguien… no me preguntes… pero necesita que alguien maneje su dinero…

Me mordí la boca y negué.

—Ammm… ¿empresa? ¿no sabía que trabajabas en una? —él se rio ante mi sarcasmo, aunque tampoco quería generar susceptibilidad, pero sin permiso, él tocó mi hombro con suma confianza, y tuve que esquivarlo.

El contacto, sencillamente no era lo mío.

—Ana… ¿necesitas el trabajo? He escuchado lo que todos dicen en el barrio…

—¿Qué dicen?

—Que no lo vas a conseguir…

—¿Qué? —me sentí un poco herida, los chismes eran una cosa seria.

—Ana… eres muy… quiero decir, tu familia…

—¿Qué hay de mi familia?

Maxim se rascó los ojos.

—Olvídalo… no importa. Solo… tengo este empleo, este es mi número… —sacó un bolígrafo y lo escribió detrás de una tarjeta de presentación y luego me la dio—. Si puedes acude cuanto antes… pero antes llámame… nadie ve al jefe sin anticipación, ni referencias.

Miré la tarjeta con su numero copiado, y al girarla, leí ese nombre que, toda Rusia conocía.

Alexey Kozlov, Un mafioso, un corrupto, un hombre sin principios, y el mismo demonio andante.

Incluso sentí como mi respiración se aceleró, y pedí perdón en mis pensamientos, tan solo de considerar la opción.

—Gracias… —solo pude gesticular, y Maxim negó.

—Te pagarían mejor que en cualquier parte Ana, espero que lo consideres… porque tu dignidad, no traerá dinero…

Lo vi irse con una mirada curiosa, pero antes de que incluso desapareciera de mi vista, no sé de dónde salió el grito de mi garganta.

—¡Maxim…! —cuando el chico se giró hacia mí, tenía una sonrisa, y lo vi correr de nuevo a mi lado.

—¿Pasa algo?

Tenía un pánico que incluso me helaba la misma vida, toda mi mente, que tenía una estructura ordenada y muy clara, se tambaleó, y lo miré a los ojos para decir:

—¿Podemos ver a tu jefe hoy?

Después de media hora, estaba en una auto sentada con Maxim, una acción que no hubiese hecho en el pasado. Subirse a autos extraños era una regla que no podía romper, pero nunca se lo diría a Igor y a Denis, mis padres. Sobre todo, por el bienestar de mi pequeña Irina, mi frágil hermanita.

—No hables si no te lo piden… ¿tienes una carpeta? —parpadeé varias veces, y abrí mi maletín. Tenía al menos cinco currículos impresos, cosa que también requerían dinero.

—Lo tengo… ¿Maxim? Si me contratan… ¿crees que trabajaré en un área de la empresa…? me refiero a un escritorio o algo así…

—Es lo mas probable… —él alzó sus hombros desinteresados.

Solté el aire ante el alivio. Eso era perfecto.

En algún momento, el auto se detuvo, y aunque había escuchado del edificio Kozlov, esto era una exageración.

Todos en Rusia, sabían que este hombre disfrazaba sus finanzas, literalmente lavaba su dinero, pero el mismo gobierno lo respaldaban, así que, ¿Quién podría quejarse?

Mi nuca incluso tocó mi espalda cuando divisé el edificio, y un vacío grande se instaló en mi pecho.

Alguien anunció a su jefe que estábamos aquí. Y aunque no pude escuchar exactamente la respuesta, un hombre nos pasó al edificio, y Maxim y yo nos quedamos esperando en un área específica.

Incluso un hombre me pidió la carpeta, y desapareció con ella.

Creo que esperamos una media hora o más, mi rodilla se movía con apremio, y en el momento cuando escuché un ascensor, vi a muchos hombres que escoltaban a otro con gafas negras, uno alto, atractivo, que ni siquiera miró en nuestra dirección, y salió del edificio como si fuese alguien importante.

—Maxim… dile a la chica que suba en ese mismo ascensor… —mi amigo se levantó arreglando su chaqueta y sonriendo, y luego me enseñó el camino—. Maxim… —el hombre lo llamó de nuevo, y ambos nos giramos—. Ella subirá sola…

Mis ojos se abrieron con evidencia, mientras mi garganta se atascó.

—Tranquila… y por favor… no olvides quien te referenció… y Ana… —él tomó mis brazos—. Sé lista, chica… toma la oportunidad… que solo se nos atraviesa una sola vez en la vida…

Maxim literalmente me empujó al ascensor, y cuando las puertas se cerraron, yo tuve que cerrar los ojos, y comenzar a orar.

—Dios… por favor, perdóname…

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