Zahar…Demoramos al menos dos horas cuando los paramédicos me revisaron completamente. Pusieron una venda elástica en mi tobillo y me dieron analgésicos.—Traté de tener reposo al menos por un día, mejorará…Víctor no se despegó de mí, y no pude contactar a Kereem hasta ahora. Además, era su completa culpa.Después de todo el desastre, dejé que Víctor me dejara en el edificio de la suite, y si no fuera por mi intensa retención de que no subiera, el hombre me hubiese alzado hasta la cama.Sin embargo, varios de sus hombres me acompañaron hasta la suite, y no fue hasta que entré ayudada por ellos, cuando me dejé caer en el sillón.Repasé la emboscada y noté en la Tablet los puntos ciegos. Las indicaciones y arreglos que Asad dejó, además de una nota.“En unas semanas, estaremos entrando en una situación complicada en Riad”Solté el aire. Iba a ser un completo desastre, y odiaba quedarme aquí.Me pregunté si Kereem ya había soltado la noticia de su divorcio, o había planificado algo más.
Zahar…Desperté antes de que el despertador sonara, y miré de nuevo la foto que Kereem me había enviado. Definitivamente, la mantendría en mi galería encriptada. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y reconocí que estaba completamente trastornada por él.Me levanté con lentitud, odiando el vendaje en mi tobillo, pero necesitaba moverme. No podía quedarme aquí mientras había tanto para hacer.El sol apenas entraba por la enorme ventana de la suite cuando encendí la tablet nuevamente. Volví a repasar los planos de la emboscada, los movimientos de los autos, los rostros que las cámaras captaron. Algo no cuadraba.Entonces, luego todo lo que Víctor también me dijo, rondó mi mente.No sabía a lo que estaba jugando, y si no estuviera de parte de Kereem, podía pensar que lo hacía como un plan secundario para destruirlo también.No era de las que me confiaba, pero Asad y Kereem lo habían investigado bastante bien y con tiempo.Sin embargo, también temía por él. En el momento en que Kereem supie
Zahar…El silencio dentro del auto era denso. Ni siquiera la música de fondo lograba aliviar la presión que sentía en el pecho. Miraba el GPS cada dos minutos mientras el paisaje urbano se transformaba en zonas más tranquilas. Algo no estaba bien. Sentía esa molestia punzante en la nuca, y mi pierna titilaba.—Tranquilízate, puede que solo quiera hablar contigo.—Eso espero. ¿Puedes ir más rápido?—¿Quieres que choquemos?—Podemos intercambiar, y yo manejaré —Víctor sonrió y negó.—Eres imposible.—Lo sé.Demoramos más de lo que el GPS indicó y cuando me bajé, Víctor tomó mi mano impidiendo que saliera del auto.—Tranquila, Ana, espera. Yo mismo te acompañaré.—Estás agotando mi paciencia.Víctor se apresuró a bajarse y se puso a mi lado, para caminar hasta la casa de Lidia. Realmente respiré aliviada porque nada parecía diferente, y podía ver las luces encendidas en su casa.Estaba paranoica.Cuando toqué el timbre, y ella asomó el rostro, todo mi cuerpo descansó y le asomé una sonri
Kereem…La pantalla frente a mí parpadeó, encendiéndose con el código rojo que no había visto en años.Quizás cuando era un niño habían activado esta alerta, y no necesariamente porque querían destronar la monarquía."ALERTA DE SEGURIDAD NACIONAL: NIVEL MÁXIMO".Me quedé inmóvil por segundos, sintiendo cómo la tensión en mi pecho se volvía más densa. Yo mismo la había enviado a activar después de una serie de sucesos, esta era la semana donde nuestra inteligencia sabía que los rebeldes se habían sentido con la suficiente fuerza y la entrada de mercenarios rusos.Tenía todo esto a la vista, y en estas tres últimas semanas lo había esperado.Tres maldit@s semanas donde solo podía comunicarme con Zahar a través de un puto móvil o por la intercepción del micrófono. Tenía todas las noticias de ella, y fotos.Fotos de su sonrisa, mientras miraba al maldit* de Víctor.Era evidente que su acercamiento había sido inminente, y siempre me decía lo mismo.Tiempo…Pero odiaba al maldito tiempo.La
Kereem…La sala de conferencias estalló en flashes y murmullos; apenas pronuncié las primeras palabras. Sanem se encontraba a mi lado, y tuve que tomarle la mano.Sentí su tensión, ella podía sentir la mía cuando fue tan ajeno como sus dedos se entrelazaron en mi mano. Podía sentir la mirada de millones clavada en mí, evaluando cada palabra, cada gesto.— Ciudadanos de Riad, ciudadanos de Arabia Saudita… Estamos en guerra. Hoy, el enemigo ha cruzado líneas que jamás debieron ser tocadas. Hoy, nuestra nación enfrenta uno de los momentos más difíciles de su historia moderna. Pero les aseguro esto: no están solos. No los dejaré solos. Este no es un momento para el miedo, sino para la acción.Respiré hondo y continué.—El golpe de Estado no solo es una amenaza interna, sino que cuenta con el apoyo de fuerzas extranjeras. Pero nosotros no nos doblegaremos.Mi voz fue firme, calculada. Cada sílaba llevaba la certeza de la estrategia. Mientras hablaba, mi mente estaba en otra parte, en una l
Zahar…El cansancio se había convertido en una sombra pegajosa que no se desprendía de mí. Estas últimas semanas habían sido las peores en todos los sentidos, y eso, sumando a cierta irritabilidad que no me dejaba en paz.No estaba en Riad, pero cada minuto en esta guerra invisible traspasaba mi energía, y literalmente estaba acabando con mi estabilidad emocional.Víctor y yo hemos pasado días entre reuniones, informes y estrategias. Esta vez, la discusión en el gabinete de la Unión Europea gira en torno a la importancia del apoyo económico. Una salvaguarda, dicen, para mantener influencias y mover las piezas a nuestro favor.Había una conversación extensa; definitivamente, Víctor sabía jugar este juego de las influencias, y utilizaba palabras claves.No sé cuánto dinero estaba ganando con esto, pero era evidente que no lo haría por cualquier cosa. Era demasiado desgaste, demasiada voluntad.La cosa era que, parecía un muro, firme a mi lado, trabajando como una extensión de mi propia
—Son inversiones importantes, mi señor… a la larga, podemos aliarnos a esas empresas. La monarquía se hace más fuerte con cada inyección de dinero…Kereem Abdalá, el Emir de Arabia Saudita, asintió y comenzó a leer los documentos.Sanem estaba a su lado un poco inquieta. Había un poco de sudor en su frente, los síntomas estaban volviendo cuando se colocó la palma en su vientre, y se dobló al sentir un fuerte dolor.—¿Te encuentras bien? —preguntó en susurro su esposo en susurro, pero ella asintió rápidamente.—Sí… creo que tengo que retirarme un momento… siento irme de repente.—Te acompañaré… —Kereem insistió.—No es necesario… — Ella apretó los dientes de forma ruda, para disimular su dolor, y con permiso de todos los presentes en el escenario, se retiró mientras Kereem quedó un poco preocupado observando su salida repentina.Sanem casi corrió por los pasillos del gran palacio, pero se detuvo llegando a la entrada de su habitación mientras otro dolor, mucho más fuerte que los anteri
Unas horas después, el tiempo pareció detenerse en la habitación mientras el peso de la tragedia se asentaba en el corazón de Kereem, observando cómo su esposa dormía con las lágrimas en los ojos.Sus puños se apretaron, salió de la suite para hablar con el médico, y nada más hizo la petición, lo pasaron a una sala espaciosa.—Señor… por favor, siéntese.—Me quedaré de pie… —El médico asistió y soltó el aire.—Las pruebas arrojan una pérdida de leucocitos… es como si su cuerpo se debilitara en pasos muy lentos… como si algo le hiciera daño. Sin embargo, no logramos saber qué la está afectando de esta forma…Kereem apretó la mandíbula.—¿Sus pérdidas, son causadas por esto?—No puedo asegurarle que sea exactamente por esto… son muy espontáneas… pero también existe la posibilidad de que esto que ataca su cuerpo, sea el principal causante de todo… incluso de su fatiga y debilidad.Kereem masajeó su cien, y negó.—¿Qué podemos hacer?—Yo voy a recetarle unas vitaminas… —y literalmente la