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Fue el beso más agónico y arriesgado que pude recibir en mi vida, sin embargo, aunque estaba al borde del pánico, pude controlar visualmente a nuestro seguidor. El joven se volvió al vernos y sacó un teléfono celular y en seguida, empezó a hablar y a escuchar, meciéndose ligeramente entre risitas y pasos cortos.

—Hazlo ahora que ha virado —me ordenó John rápidamente una vez subimos las escaleras a la estación. La entrada se encontraba casi desierta. Aún en esas condiciones no me atrevía a hacerlo.

—No, no puedo hacerlo —balbuceé asustada, a punto de sollozar.

—El tipo que nos sigue podría ser de La Agencia, Carena. ¿No lo ves? No se va a tragar el cuento por mucho tiempo.

Necesitaba tiempo para pensar y no lo tenía. Era simple, solo debía dejar el bolso disimuladamente en la entrada de la

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