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—¡¿En qué demonios estás metida, Carena?! —exclamó papá, furioso.

—Ya te lo he dicho, papá —protesté fastidiada.

—¿Por qué te quedas tanto tiempo fuera de casa? Ni siquiera tienes la amabilidad de contestar tu celular —bramó—. ¿Estás saliendo con alguien?

—Por favor, papá.

—¿Por favor qué?

—¿Por qué todo ha de tener respuesta? —objeté.

—Porque vives en mi casa, Carena —enfatizó con tono de vieja regañona y por algunos segundos, se tornó pensativo—. Esto ni siquiera puede estar relacionado con un amorío...

—¿Y qué importancia tiene eso, papá?

—Sueños insensatos, sonambulismo, alucinaciones. ¡Pareces alejarte de la realidad cada vez que te sient

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