OLIVER
Los nudillos de mis manos arden con cada golpe que le doy al saco de Boxeo, he perdido la noción del tiempo y no le importa, estoy alterado, ardido, dolido. Tomo una enorme bocanada de aire cuando el sonido chirriante de la puerta principal al abrirse, llama mi atención.
—Aquí estás —dice mi entrenador—. No te recomiendo hacer esto horas antes de las peleas.
Ignoro sus palabras, esta es la única manera que tengo para lidiar con la presión que me ejerce esto, camino hasta una de las bancas, abro mi maleta y saco una botella de agua.
—No puedes seguir haciendo esto —suelta un suspiro cargado de cansancio.
No respondo.
—Oliver, ella se fue, ya no quiso estar contigo, debes superarlo de una vez —arguye haciendo que levante la mirada.
Niega con la cabeza.
—Está bien, no meteré las narices en asuntos que no me incumben, pero ten en cuenta que como peleador, no es bueno desgastarte antes de la pelea.
Tomo mi maleta y al alzar la vista puedo notar mi reflejo en el espejo, frunzo el ceño.
—¿Tienes lo que pedí? —inquiero dirigiéndome hacia la puerta.
—Está en tu camerino —masculla entre dientes.
Salgo y me apresuro, me quedaban cinco horas para la pelea, subo al auto y acelero sin poderme quitar de la cabeza a la chica que me robó todo, no cosas materiales, no, algo que me ha convertido en un ser sin corazón, sin sentimientos. Piso el acelerador acortando el tiempo, al llegar me apresuro a subir, aparto de mi mente todo, abro la puerta y enseguida el olor a cigarrillo inunda mis fosas nasales.
Dos zorras están tocándose como me gusta verlas, saben lo que tienen que hacer, en cuanto me ven ronronean como perras en celo, me sirvo un trago de ron y me dejo caer en el sofá de cuero, no hay palabras, solo veo a una meterle la lengua en su parte más delicada a la otra, mientras gime arqueando la espalda.
—¿Quién va a hacerme una grande? —interrogo.
Las dos voltean a verse, me divierte ver la mirada llena de envidia, odio, y lascivia que se envían la una a la otra, le doy un trago a mi bebida dejando que el ardor queme mi garganta, respiro profundo y comienzo a desabrocharme los pantalones sacando mi enorme miembro.
—Yo —dicen al unísono.
—Solo necesito a una, la otra puede irse —espeto con dureza.
Dejo que tomen la decisión por sí solas al tiempo que froto con el pulgar la cabeza de mi miembro endurecido. No tardan mucho, una de ellas le suelta una bofetada, la segunda se enfurece y comienzan a pelearse, mi mano sube y baja, me excita ver a las zorras peleando por mí, me hace saber que desean tanto mi miembro, que llegan al grado de la humillación.
—Más —suelto.
Sigo con lo mío, subiendo y bajando la mano sobre mi tronco, la rubia le da un puñetazo a la pelinegra haciéndole sangrar.
—¡Dije, más! —exclamo llegando a mi clímax.
Su riña aumenta de nivel a tal grado que la pelinegra enreda su mano en el cabello de la rubia y le azota la cabeza contra el suelo, es justo cuando suelto el derrame de mi semilla. Echo la cabeza para atrás aspirando la victoria. Me aseo, subo la cremallera y me pongo de pie.
—Lagarto…
Me detengo bajo el umbral de la puerta, nadie que no pertenezca a mi mundo tiene derecho a llamarme por mi seudónimo, el que uso para las peleas.
—Quiero… conocerte mejor —musita con voz temblorosa la pelinegra.
Las palabras que brotan de su garganta me saben mal, ladeo una media sonrisa y niego con la cabeza mirándola por encima del hombro.
—Créeme, no quieres conocerme.
[...]
Muevo mis manos, y el cuello, me preparo para dar la pelea que tanto espero, afuera logro escuchar las ovaciones proclamando mi nombre, mujeres pidiendo que las folle, otras más sosteniendo los enormes carteles con frases obscenas sobre mí.
—Todo está listo, lagarto —dice mi entrenador abriendo la puerta.
Me pongo de pie y salgo.
—La multitud está eufórica, ya se han hecho las apuestas —balbucea a mis espaldas.
—No me interesa.
—Lo sé, pero tienes que saber que todos han apostado a tu favor, esta noche habrá mucha plata —insiste aumentando mis ganas por partirle la cara.
—Lo único que me es prioridad, es mi dinero —dejo claro.
Cierra la boca y aparezco, la arena se encuentra llena, dentro del cuadrilátero ya se encuentra mi contrincante. Muevo mis pies hasta ahí, necesito terminar con esta m****a antes.
—Vaya, vaya, el gran lagarto —alardea Ronan, el hijo de p**a que mata siempre a sus oponentes, un hombre alto, gordo y rubio—. ¿Qué quieres que te parta primero una pierna o el cuello directamente?
Rio por lo bajo.
—Un minuto —respondo—. Un minuto es todo lo que necesito.
—¿Para qué? —escupe.
La voz del presentador termina con las presentaciones, suena la campana y sin perder tiempo me voy contra él, lanza un golpe a mi costado, no lo esquivo, el dolor me hace sentir vivo, me agacho y le golpeo en el rostro rompiéndole la nariz.
—¡Maldito hijo de perra! —brama.
Me da un golpe en la mandíbula que sacude mis pensamientos un poco, el sabor metálico de la sangre palpa mi lengua, enfurezco, veo rojo con la mente en ella… y no puedo evitar soltar mi descarga en el saco de huesos humanos delante de mí.
Golpeo y golpeo hasta que cae al suelo, no me detengo, la veo a ella, su despedida, su egoísmo al rechazar lo que realmente sentía, hasta que alguien me detiene anunciando mi victoria. Mi pecho sube y baja, mis músculos se contraen y solo siento una cosa; odio corriendo por mis venas. Miro al hijo de perra que yace en el suelo ante mis pies, escupiendo sangre como un marica, levanto la mano y todos gritan mi nombre, luego la bajo y salgo del cuadrilátero, a la esquina está mi entrenador con una enorme sonrisa.
Las puertas se cierran a mis espaldas amortiguando el escándalo de las gradas.
—¡Joder, eres una bestia! —grita de emoción el hombre que intenta seguir mi paso—. Eres igual a Demon…
Veo rojo, lo encuello provocando que su espalda choque contra la pared.
—Yo no me parezco en nada a ese hijo de mil putas —bramo.
—Yo solo decía…
—Pues no digas, sabes bien que no soporto a ese manipulador, posesivo de m****a —lo suelto—. Primera y última vez que lo mencionas, me enferma.
Camino hacia mi camerino, cierro la puerta para no ser molestado, y justo en ese momento mi móvil suena.
—Tengo la información que me pediste —dicen al otro lado de la línea.
—Mándamela.
—Enseguida, jefe.
Cuelgo viendo la notificación del correo, lo abro y comienzo a ver muchas carpetas, pero hay una que me llama la atención, la abro y enseguida aparecen las imágenes de una chica rubia de ojos grises, leo su información, sus archivos y la relación que tiene con…
—Joder, ya tenemos a tu próximo contrincante —mi estúpido entrenador entra sin permiso con el rostro pálido.
—Quién.
—Xander King.
«Interesante, muy interesante»
LILIBETHAparco en mi lugar de siempre agradecida de no haberme encontrado a Aiden, tuve que salir casi corriendo de mi casa para venir a la escuela, lo cierto es que estos últimos días mi vida ha estado de cabeza, me siento como en un cuento rodeada de villanos, de personas que creía conocer pero que me han mostrado una cara distinta. Respiro hondo, tomo mis cosas alisando mi falda, acomodo mis bucaneras y bajo del auto con rapidez.Mientras camino me doy cuenta de que todos actúan extraño, algunos me miran con disimulo y reviso mi atuendo con discreción para saber si algo anda mal y no me percate, sin embargo todo está en perfecto estado, otros más evitan mirarme y se apartan de mi camino como si fuera la peste negra.
AIDENEl disparo de adrenalina que recorre todo mi sistema, hace que no piense con claridad, en nada que no sea mi rubia amiga de ojos grises, tetas de tentación y culo perfecto en forma de corazón, el que no me escuche y me ignore la mayor parte del tiempo solo hace que quiera golpear la pared.Estoy enfadado con ella, sé que la cagué, pero se está comportando como una cría al no entender las razones de sus padres al vender su casa, cualquier sitio para ella es el mejor solo porque ve las cosas desde la perspectiva del enojo, el odio y la venganza, pero sus padres y el mundo entero saben que no hay mejor lugar que mi hogar, a mi lado.Sé que vivir con ella y Xander va a ser un dolor de culo, sin embargo y
LILIBETHEstar rodeada de toda esta gente que solo me mira como si fuera un bicho raro, hace que me sienta incómoda. Xander no me quiso acompañar al interior, pese a todas las advertencias que me soltó en el carro, negué a marcharme sin ver a Aiden. Al final solo me lanzó una nueva advertencia cargada de palabras que no entendí, se marchó como el cretino que es y ahora estaba aquí, frente a un tipo apuesto pero con sonrisa lasciva que me pide mi orden.—¿Qué me recomiendas? —le pregunto con el ceño ligeramente fruncido.—Una mimosa es ideal para ti —responde con socarronería.—Pues ser&a
LILIBETHLos labios de Aiden son suaves, fríos y sabe a un ligero toque de alcohol, también saboreo fugazmente el cigarrillo, nunca he sido de las chicas atrevidas, mucho menos de las que actúan por impulso, y ahora estaba aquí, besando a mi mejor amigo, o al menos eso es lo que intento, ya que la brecha que separa mis expectativas de la realidad comienza a ser más notoria cuando de repente rompe el beso apartándose con molestia.—¿Pero qué mierda crees que haces? —exclama encendiendo las luces de la habitación para luego cerrar con una cortina la cámara y apagar los micrófonos.—Yo… —me quedo muda.
AIDEN—¿En qué mierda piensas? —bramo rompiendo el silencio que nos envuelve.Ver a mi primo tan apacible como si nada estuviera pasando, hace que la sangre me hierva, que la rabia contenida en mi interior bulla, lista para darle un puñetazo, no obstante, quiero escuchar de su boca que lo siente y que va a hacer algo para que Lilibeth no sufra más.—Pasó y ya —responde—. He tenido el suficiente cuidado, tanto, que en cinco años no se había enterado de nada, en lugar de reclamarme a mí ¿por qué no mejor le preguntas a la puta de Silver? Ella fue quien me llamó, sabe que no debe hacerlo a esa hora del día. Pero la perra seguramente ha planeado
AIDENMe levanto con un sin sabor de boca, Xander no llegó a dormir, Lilibeth sigue sin responder mis mensajes, mucho menos atiende mis llamadas, necesito ir al estadio para arreglar la mierda en la que se ha metido mi primo, pero antes debo asegurarme de que Lilibeth esté a salvo, mucho más cuando se trata de esta noche, que es la supuesta pelea. Me levanto y me asomo por la ventana al escuchar el motor de un carro.Lilibeth se sube a su auto y como ya comienza a hacerlo costumbre, lo hace para evitar verme, me le quedo viendo, siente mis ojos encima y levanta la mirada, me saca el dedo corazón y pisa el acelerador. Es temprano, por lo que me doy una ducha rápida, me alisto y en veinte minutos me pongo en marcha hacia la escuela.
OLIVERSiento la lengua de la chica pelirroja que está de rodillas frente a mí, repasando la cabeza de mi verga, es la mejor puta que he comprado, la más barata, ¿por qué? Sencillo, debo ser el único al que esta puta le hace mamadas sin costo, es una maldita posesa, ronronea tocándose las tetas, levanta la mirada y cree que la veo como la persona más sexy, no es así, he visto mejores, y hasta ahora, no ha habido ninguna mujer que me llame la atención o que pueda tener el privilegio de ser mía.—Más —ordeno.—Te gusta tanto como a mí, eh —gime como puta y sus ojos brillan con malicia.Lame mi verga erect
LILIBETHLe doy un sorbo a mi malteada de chocolate y miro fijamente al chico de ojos caoba y cabello avellana que está frente a mí. La única razón por que acepté hablar con Jonathan Baiden, es porque quiero y necesito respuestas claras. Saber de Aiden y en lo que esconde, es mi prioridad, él siempre ha hablado de la honestidad y de la amistad, pero el mentiroso en cuanto te das la vuelta, te apuñala con una sonrisa inocente.—Te ves muy bien —sonríe.—Gracias —respondo con simpleza.Una de las meseras de las mesas adyacentes, se acerca y nos deja la orden, mi hamburguesa sin salsa ketchup hace que se me abra el apetito